lunes, 19 de marzo de 2012

REFLEXIÓN FUNCIÓN PRINCIPAL

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La reflexión de hoy gira en torno a las lecturas del domingo de la 4ª semana de Cuaresma, en especial del Evangelio, que decía así:


En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.» (Juan 3,14-21)

Me cuentan que en mi pueblo, hubo una vez una boda de esas de la antigua usanza y en la mesa presidencial en el momento del banquete estaban sentados los novios, los padrinos y el párroco. La suegra no sabía muy bien qué hablar con el párroco y mientras todos saboreaban un buen plato de pollo, le preguntó: “Bueno, padre, ¿qué opina usted del amor?”. El párroco sin levantar la cabeza del plato dijo: “Señora, en este momento, el amor es que el pollo está buenísimo”.

Cuando hablamos del amor tenemos que tener cuidado porque podemos patinar fácilmente. El otro día, leyendo un semanal de un periódico, el entrevistado decía: “El amor es un estímulo, yo por amor aprendí francés y griego”. No sé cuál era la intención real de esta persona al decir esto. Todos deseamos ser felices, todos buscamos el amor pero no todos saben ser felices. Todos conocemos personas que no han acertado en encontrar la felicidad porque piensan que la felicidad es una cosa y esa cosa, resulta que no es. Podemos pasar la vida buscándola y no encontrarla.


Al final, ¿qué es ser feliz? ¿Conocer a tu media naranja?, ¿hacer un proyecto de vida juntos? Cuidado, porque si el amor es solo sentimiento, éstos cambian. No se puede hacer depender el amor de lo que no es, buscar ser feliz, dónde no está.

Observemos las lecturas de de hoy:

- 1ª Lectura, 2 Cro 36, 14-16. 19-23: “El Señor, Dios de sus padres, los exhortó continuamente por medio de sus mensajeros, porque sentía compasión de su pueblo y quería preservar su santuario. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios”.

- 2ª Lectura, Ef 2, 4-10: “Por pura generosidad suya, hemos sido salvados”.

- Evangelio, Juan 3, 14-21: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna”.

En todas se habla de amor. Pero ¿qué tipo de amor? Si no hemos aprendido a amar de verdad, nos equivocaremos fácilmente. Hay muchos que creen que son felices teniendo sexo, otros viendo prosperar su negocio… ¿Dónde está la verdadera felicidad? Dios a nosotros nos ha amado con locura. No nos reprocha nuestros pecados, lo que hace con nosotros es una historia de amor.

El amor de Dios ha sido loco con nosotros. Por pura gracias estamos salvados. ¿De qué se trata la fé? De que miremos a Cristo elevado en la cruz. Nadie ama tanto como el que se entrega a los demás. El verdadero amor es el que se sacrifica. No es amor cuando los demás deben sacrificarse por nosotros, para que nosotros estemos bien. Debes olvidarte de ti y pensar en los demás… Esto es el amor, y esto es lo que Dios ha hecho contigo.

“El que te quiere no es el que come contigo, sino el que pasaría hambre por ti”. Cristo no solo ha pasado hambre sino que dio la vida por ti.

Contemplamos a María en su soledad. Ella como nadie aprendió a estar acompañada hasta el momento en que Jesús le fe arrebatado. AL mirar a María vemos a una madre que hace como el Señor, mirarnos con ojos de misericordia.

Pensemos que mala suerte tenemos con este Dios que me quiere tanto. Si no nos hubiera querido tanto, tendríamos excusas, pero como Dios está loco por nosotros, no tenemos escapatoria. Tenemos que amar como el nos ama.

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