viernes, 25 de junio de 2021

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 13º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B – (27-6-2021)

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43


“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva». Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente, preguntando: «Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaron: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.”



MUERTE Y EL SUEÑO

“Dios no creó la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”. Con estas palabras del libro de la Sabiduría se abre la primera lectura que se lee en este domingo (Sab 1,13). El texto nos dice que el pecado es lo que hace penosos los fenómenos naturales de la vida humana, como la enfermedad, la debilidad o la muerte.

Más importante aún es la afirmación de que Dios nos ha creado para la inmortalidad, puesto que nos ha hecho a imagen de su propio ser. Estamos acostumbrados a pensar en esa categoría de la imagen y semejanza de Dios en términos del conocimiento. Pero es importante verla a la luz de nuestra vocación a vivir siempre junto al Autor de la vida.

Con esa confianza podremos proclamar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29). Por otra parte, escuchamos cómo san Pablo invita a los Corintios a participar en la colecta a favor de los pobres de Jerusalén. No se trata solo de compartir. Se trata de imitar la generosidad de Jesucristo. Esa es la norma y el ideal de nuestra vida.


EL RUEGO DE LA FE

El evangelio que hoy se proclama nos introduce en un escenario de dolor y de muerte. Ahí aparece el jefe de una sinagoga. Se llama Jairo o Yaír. Su nombre parece significar: “Que él (Dios) lo ilumine”. Y efectivamente, este padre que sale al encuentro de Jesús para suplicarle la curación de su hija parece guiado por la luz de lo alto.

Su ruego es sencillamente patético: “Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella para que sane y viva” (Mc 5,23). Jesús escucha la petición y se pone en camino con Jairo. Pero alguien llega anunciando que la niña ha muerto. Jesús oye el mensaje y le dice a Jairo: “No temas, basta que tengas fe” (Lc 8,51).

Los discípulos más cercanos de Jesús acompañan al padre y a la madre de la niña. Por todas partes hay mucha gente alborotada. Hay flautistas y plañideras a sueldo. En ese contexto se sitúa la exclamación de Jesús: “¿Qué estrépito y qué lloros son estos?” (Mc 5,39).


EL PECADO DEL ABATIMIENTO

Además, Jesús pronuncia una afirmación sorprendente: “La niña no está muerta, está dormida”. Todo son burlas. Las mujeres que lloran a sueldo creen saber cuándo ha muerto una persona. Los profesionales del duelo no siempre descubren la posibilidad de la esperanza.

• “La niña no está muerta, está dormida”. Seguramente esas palabras sugerían una reflexión sobre el pueblo de Israel. Llamado por Dios a la alianza y a la vida, parecía dormido en su nostalgia y en sus falsas seguridades.

• “La niña no está muerta, está dormida”. Es posible que las primeras comunidades cristianas se hayan aplicado a sí mismas estas palabras de Jesús. Tanto la persecución como la rutina adormecían a los que debían vivir el mensaje del Maestro.

• “La niña no está muerta, está dormida”. Con todo, esa advertencia de Jesús es especialmente importante para nuestro tiempo. Con frecuencia culpamos a la sociedad de nuestra situación eclesial. Pero es evidente que padecemos ese “abatimiento o aburrimiento” que nos mantiene pasivos, según ha dicho el papa Francisco.

- Señor Jesús, tú sabes que muchas de nuestras comunidades parecen muertas. Nos cuesta mantener la esperanza. Te pedimos con la fe de Jairo que te acerques, nos tomes de la mano y nos levantes. Porque Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida de nuestra vida.

José-Román Flecha Andrés.
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sábado, 19 de junio de 2021

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 12º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B – (20-6-2021)

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-41


“Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.

Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.

Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».”




El Evangelio de este día nos hace comprender que, Jesús, cambia las cosas de color. Frente a un mundo convulsionado, con demasiadas tormentas en el cielo de su economía, de su paz constantemente amenazada por inventos belicosos… la fe nos trae un poco de sosiego: ¿Aún no tenéis fe?

Pero, claro está; para que el hombre no se hunda, no puede pretender estar exclusivamente navegando en la barca (a veces caprichosa y peligrosa) que la sociedad le vende. Una barca en la que, Dios, lejos de llevar el timón…se le ha confiado poco menos que el papel de un chico de maletas. Las consecuencias, cuando se altera el orden establecido, unas líneas basadas en el respeto a la dignidad de las personas, del derecho a la vida o del santo temor de Dios, no se hacen esperar: el futuro del hombre está sometido a tormentas de graves consecuencias.

Habrá algunos que se proclamen que, el hombre, es dueño de sus acciones y que por lo tanto, no es necesario recurrir a una fuerza extraordinaria o divina. Otros dirán que, lo que acontece en el mundo, es azar, fruto de la simple casualidad.

Y, otros, entre los que podemos estar nosotros… afirmaremos que, sin Dios, el mundo no va bien. Que los huracanes de los malos tratos o las olas de la injusticia que rompen contra los muros de los más pobres, son en el fondo un fracaso de ese intento del hombre de prescindir de una referencia a Dios. Un Dios que nos dice que somos sus hijos y que, por lo tanto, hemos de aprender a confiar en Él, a fiarnos de Él y alejarnos de ese intento mezquino e irresponsable de apartar del núcleo de nuestra existencia al que creó el cielo y la tierra: a Dios.

Es cierto que estamos viviendo unos momentos especialmente delicados en nuestras sociedades. Que nos preocupa el deterioro de la naturaleza. Que la amenaza atómica nos tiene acongojados. Que nos inquietan las incertidumbres ante el futuro. Pero ya no sirve nada el lamentarse. Es el momento de mirar hacia el cielo. De rezar para que Dios oriente esta barca totalmente a la deriva en la que, millones y millones de hombres, hace tiempo que navegan en un horizonte sin rumbo y con un mar embravecido.

Ante la coyuntura, personal o social que estamos padeciendo, puede que la fe no nos ofrezca respuestas mágicas y repentinas. Pero, es que la fe, no está para eso. La fe nos ayuda, nos orienta, nos ilumina en la oscuridad y, sobre todo, hace que aumenten nuestras fuerzas para hacer frente a todas esas dificultades. Y, además, nos recuerda algo elemental y esencial que nunca hemos de olvidar: en esa batalla contra el mal no estamos solos, nos acompaña Jesús de Nazaret. Qué bien lo expresó M. Gandhi: “La fe es la que nos dirige a través de océanos turbulentos”

José-Román Flecha Andrés.

sábado, 12 de junio de 2021

NOMBRAMIENTO DEL NUEVO OBISPO DE NUESTRA DIÓCESIS

La Hermandad de Loreto, recibe con gozo y alegría, el nombramiento de D. José Rico Pavés como Obispo de nuestra Diócesis de Asidonia-Jerez. 

El Señor y Nuestra Señora de Loreto, bendigan sus pasos y colmen de bendiciones todas sus acciones.


Tal como se lee en el Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en la administración ordinaria de la Iglesia, el Santo Padre firmó este 9 de junio el nombramiento del nuevo obispo de Jerez de la Frontera , en la persona de S.E. Monseñor José Rico Pavés, quien hasta ahora era obispo titular de Mentesa y auxiliar de Getafe.


Monseñor José Rico Pavés

S. E. Monseñor José Rico Pavés nació el 9 de octubre de 1966 en Granada. Completó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor San Ildefonso de Toledo (1985-1992). En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática (1994) y la licenciatura en Teología Patrística (1998).

Ordenación sacerdotal y trayectoria

Fue ordenado sacerdote en Toledo el 11 de octubre de 1992, donde ocupó los siguientes cargos: coadjutor en la parroquia del Corpus Christi de Granada (1994-1995), profesor adjunto en la Pontificia Universidad Gregoriana (1996-1998), párroco de Nuestra Señora de la Purificación, Toledo (1998-2001), director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española (2001-2012), profesor ordinario del Instituto Teológico San Ildefonso (1998-2012) y director del mismo (2008-2012), profesor de la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso de Madrid (1999-2012), profesor ordinario del Instituto de Teología Espiritual de Barcelona (1996-2012), colaborador de la parroquia de Santo Tomé de Toledo (2001-2012) y director del Secretariado para la Doctrina de la Fe y el Ecumenismo de la archidiócesis metropolitana de Toledo (2005-2012).
Consagración episcopal

Fue nombrado obispo titular de Mentesa y auxiliar de Getafe el 6 de julio de 2012 y recibió la consagración episcopal el 21 de septiembre siguiente. Dentro de la Conferencia Episcopal fue miembro de la Comisión de Enseñanza y Catequesis (2014-2020) y desde este año es miembro de la Comisión Episcopal de Evangelización, Catequesis y Enseñanza.



EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 11º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B – (13-6-21)

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,26-34


“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. El duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.”




EL CEDRO Y LA MOSTAZA

En la primera lectura que se lee en este domingo, el profeta Ezequiel (Ez 17,22-24) presenta las esperanzas de Israel bajo la imagen de un alto cedro. De su cumbre tomará el Señor una ramita, la plantará en la montaña más alta y ella irá creciendo hasta llegar a acoger a todas las aves que cruzan los cielos.

La parábola es un canto de esperanza. Habla de Dios y recuerda su misericordia con relación a su pueblo. De hecho, anuncia el futuro de Israel, convertido en meta de peregrinación para todos los pueblos.

De paso, el profeta nos ofrece a todos una enseñanza moral. Dios tiene sus propios planes. El Señor humilla a los árboles más altos, pero ensalza a los árboles más humildes, seca los árboles lozanos, y hace florecer a los árboles aparentemente secos.


LA SEMILLA Y LA MOSTAZA


Por su parte, el texto del evangelio que hoy se proclama (Mc 4,26-34) nos ofrece dos pequeños parábolas: la de la semilla que crece sola y la del grano de mostaza. Ambas nos trasladan al campo. Pero pronto nos revelan las claves secretas de nuestra vida. De hecho, abren ante nuestros ojos el camino de la esperanza y sus dos tentaciones fundamentales.

• La parábola de la semilla que crece sola es propia y exclusiva del evangelio según Marcos. Un hombre arroja en tierra la semilla y se va. Hace su vida ordinaria, durante el día y la noche, pero “la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo”. Una denuncia de la tentación de presunción. No tienen razón los que se atribuyen a sí mismos el fruto de la esperanza. El mensaje por sí mismo tiene la fuerza que no puede prestarle el mensajero.

• La parábola del grano de mostaza nos presenta una semilla insignificante, que habrá de crecer hasta convertirse en un árbol, que un día ofrecerá cobijo a las aves del cielo. Nos ayuda a repensar la diferencia entre la humildad de los principios y el esplendor final de toda obra buena. Buena lección para todos los desesperanzados que no se atreven a confiar en el valor del mensaje ni a mirar con esperanza el futuro que promete.


LA ENSEÑANZA EN PARÁBOLAS

Después de recoger las dos parábolas de Jesús, el evangelista hace un breve resumen de la enseñanza apostólica de Jesús, que reduce a muy pocas palabras: “Con muchas parábolas exponía la palabra, acomodándose a su entender”.

• Con esta frase tan sencilla, el evangelista parece estar trazando un esquema pedagógico, válido para creyentes y no creyentes. Pero seguramente trata de explicar la lentitud con que se está difundiendo en su tiempo el mensaje de Jesús.

• En segundo lugar, el evangelista parece recoger una frase que resume el ideal de la enseñanza de los apóstoles y sus sucesores. La Iglesia entera habrá de acercarse con sencillez y paciencia, acomodándose al entender de las gentes.

• Finalmente, el evangelista deja en su texto una enseñanza específica para los cristianos. Todos han de ver con humildad y esperanza la expansión del evangelio. Cada uno de ellos ha de sembrar con generosidad el mensaje.

- Señor Jesús, tú sabes que no nos resulta fácil la comunicación de tu evangelio. Pon en nuestros labios las palabras adecuadas y pon en nuestro corazón el amor humilde y generoso del que tú mismo nos diste ejemplo. Amén.

José-Román Flecha Andrés.
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sábado, 5 de junio de 2021

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – CICLO B – (6-6-2021)

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26


“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

- «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

- «ld a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?"

Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

- «Tomad, esto es mi cuerpo.»

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.

Y les dijo:

- «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos”.



LA SANGRE DE LA ALIANZA

“Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos” (Éx 24,8). Con la sangre de las vacas ofrecidas en sacrificio rocía Moisés a su pueblo, para ratificar el pacto que le ha ofrecido el Señor.

Dios se presenta a su pueblo como el liberador. Recuerda lo que ha hecho por él al sacarlo de la esclavitud de Egipto y ponerlo en el camino de la libertad. En ese contexto, los mandamientos no son una orden caprichosa. Resumen la tarea que ha de responder al don. Son el itinerario que ha de recorrer el pueblo para ser verdaderamente libre.

Y la sangre derramada es el signo que expresa la iniciativa gratuita de ese Dios que ha ofrecido a su pueblo una alianza de colaboración, es decir un pacto de liberación.

Pero Cristo no ha usado la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia. Con su sangre purifica nuestra conciencia de las obras muertas (Heb 9,11-15)


EL PAN

Jesús había previsto en Jerusalén un lugar para comer la Pascua con sus discípulos. Mientras comían, tomo un pan, pronuncio la bendición y se lo entregó; diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”.

Como ha dicho el papa Francisco, “con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que ya no es la de simple alimento físico, sino la de hacer presente su Persona en medio de la comunidad de los creyentes” (7.6.2015).

• El pan era en aquellas horas con las que se cerraba su camino terrenal, el sacramento de su entrega por nosotros y por nuestra salvación.

• El pan es en este momento concreto de nuestra historia, el signo que significa y realiza su presencia entre nosotros.

• El pan nos ha de comprometer siempre a tratar de realizar la comunión fraternal entre todos nosotros.


EL VINO

Pero la sangre aparece también en el relato evangélico que se proclama en esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo (Mc 14,12-16.22-26). Tomando una copa, Jesús pronunció la acción de gracias y la pasó a sus discípulos. Al gesto acompañaban las palabras de la revelación: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”.

• San Fulgencio de Ruspe nos dejó escrito que “los fieles que aman a Dios y a su prójimo deben beber el cáliz del amor del Señor”.

• San Juan de Ávila predicaba que “el mismo cuerpo que en la cruz estuvo, la misma sangre que se derramó, ese comemos y esa bebemos, en memoria de aquella sagrada pasión que se celebró en remisión de nuestros pecados”.

• El papa Francisco nos ha dicho que “el Cristo que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino es el mismo que viene a nuestro encuentro en los acontecimientos cotidianos: está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre e implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida”.

- Señor Jesucristo, pan vivo que bajó del cielo y vino que embriaga a los creyentes, ayúdanos a guardar fielmente la alianza que nos ofrece el Padre y a construir el mundo de paz y de justicia que el amor del Espíritu nos sugiere. Amén.

José-Román Flecha Andrés
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