viernes, 27 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR – CICLO C – (29-5-2022)

 Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24,46-53

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto."

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”


MIRAR AL CIELO Y A LA TIERRA

“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse” (Hech 1, 11). Los dos varones con vestiduras resplandecientes que hablan así a los discípulos nos recuerdan a los que aparecieron junto al sepulcro vacío.

En su boca resuena la voz celestial. Antes nos descubría el misterio de la vida del resucitado. Ahora nos anuncia su retorno. En ambos casos, es una voz que viene del cielo la que nos ayuda a recuperar la esperanza después de la muerte de Jesús y después de su aparente ausencia de esta tierra.

El cielo es la metáfora de la gloria de Dios y del Dios de la gloria. Claro que seguiremos mirando al Cielo, pero sin olvidar la realidad de este suelo. No podemos desentendernos de nuestra historia. Esperamos que en esta tierra se manifieste un día esa gloria de Dios que hace nuevas todas las cosas y hace más humano nuestro mundo.


LA ESPERANZA

La esperanza es el signo de esta fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos. Directamente aparece en el texto de la carta a los Hebreos, que hoy se nos presenta como texto alternativo para la segunda lectura de la misa: “Mantengámonos firmes en la esperanza, porque es fiel quien hizo la promesa” (Heb 10,23).

Hoy se nos revela la gloria de Jesús y al mismo tiempo queda velada ante nuestros ojos. “La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios, de donde ha de volver, aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de los hombres”. Así nos lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 665).

Mirar al cielo puede ser una tentación. Una fácil evasión de las tareas que nos esperan en la tierra. Pero puede ser una profesión de fe en la divinidad de Jesús. Un gesto de esperanza en su venida gloriosa. Y una petición del amor que necesitamos para difundirlo como servicio a nuestros hermanos más necesitados.


LA PACIENCIA

El Evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 24 52-53) nos recuerda tres notas importantes de este misterio de la ascensión del Señor:

• “Mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. Jesús bendice a sus discípulos. Y en ellos nos bendice a todos los que creemos en él. Su bendición nos acompaña y nos sostiene en los caminos de la misión.

• “Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría”. No se puede vivir de la nostalgia. Ni se debe encerrar el alma en la tristeza. El Señor nos ha dejado la responsabilidad de dar testimonio de él allí donde ha sido condenado y donde es olvidado o despreciado.

• “Estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. Los bendecidos por el Señor bendicen a Dios con su oración y su testimonio. La esperanza genera la paciencia. Lentamente irán descubriendo que el Señor los envía a todos los caminos del mundo.

- Señor Jesús, que tu ascensión a los cielos nos ayude a descubrir la misión que tú nos confías para anunciar tu presencia y esperar tu venida. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 20 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 6º DOMINGO PASCUA – CICLO C – (22-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29.


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”


LA NUEVA COMUNIDAD

“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensables” (Hech 15, 28). Los apóstoles y los dirigentes de la comunidad de Jerusalén tienen que tomar una decisión. Hay quien pretende que se imponga la circuncisión a los nuevos discípulos del Señor, llegados del mundo pagano.

Parece una cuestión de ritos. En realidad, planteaba un problema fundamental. Significaba que para ser seguidores de Jesús era necesario acomodarse a la ley de Moisés. Había que abrazar el judaísmo. En ese caso cabía preguntarse qué aportaba el Evangelio y qué podía significar la nueva vida.

Pero tan importante como la pregunta es la respuesta. No hubiera sido posible encontrar la solución acertada sin la inspiración del Espíritu Santo, que guía a la nueva comunidad de los creyentes. Es el Espíritu quien la conduce, le descubre lo esencial de la fe y la lleva a no imponer preceptos innecesarios.


LA PALABRA

Durante los domingos del tiempo pascual hemos venido leyendo algunos pasajes del libro del Apocalipsis. En el texto que hoy se proclama aparece de nuevo por tres veces el Cordero. Es el Señor. Él es la luz que ilumina a la nueva ciudad de los discípulos (Ap 21,23).

• También por tres veces el evangelio de hoy se refiere a la “palabra” del Señor (Jn 14, 23-29). En primer lugar, se dice que quien le ama guardará su palabra. Una vez más se ofrece el criterio del amor verdadero. No es tan solo un sentimiento. Es una escucha activa y un cumplimiento de todo lo que comporta y exige la palabra del Señor.

• Junto al retrato del creyente, el evangelio ofrece en un segundo momento el retrato del no creyente. Este se caracteriza porque no ama a su Señor. Y, en consecuencia, no se preocupa por escuchar y guardar sus palabras.

• En tercer lugar, Jesús explica que la palabra que escuchan sus discípulos no es tan solo la de su Maestro. Es la misma palabra del Padre que lo ha enviado. Así que la fidelidad del discípulo a la palabra de Jesús es un eco de la fidelidad de Jesús a la palabra del Padre.


EL PADRE

Con todo, en el texto evangélico que hoy se proclama es más llamativa aún la frecuencia con la que se evoca al Padre. Su identidad y su obra podrían resumirse, al menos, en estas seis afirmaciones de Jesús:

• El Padre ama a los que guardan la palabra de Jesús y la cumplen.

• Junto con Jesús, el Padre hace morada en los fieles que aman y escuchan su palabra.

• El Padre se da a conocer por medio de la palabra que comunica a Jesús.

• En nombre de Jesús, el Padre enviará a los discípulos el Defensor, el Espíritu Santo.

• El Padre que envió a Jesús es el destino final de su vida.

• Porque el Padre es más que Jesús.

- Padre nuestro que estás en el cielo, te pedimos para nuestra comunidad el don del Espíritu Santo, para que nos ayude a escuchar y guardar las palabras de tu Hijo y nos entregue el don de la paz que él nos prometió. Bendito seas por siempre. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 13 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 5º DOMINGO PASCUA – CICLO C – (15-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 13,31-33a. 34-35


“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

- Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.”


TRIBULACIÓN Y AMOR

“Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hech 14, 22). Esa podría ser una de esas frases que nos envían con frecuencia los amigos. Llegan superpuestas a una hermosa foto de un lago o de la cumbre nevada de un monte. A primera vista nos impresionan. Después las olvidamos, atraídos por la belleza del paisaje.

En la ciudad de Listra, colonia romana y patria de Timoteo, los apóstoles Pablo y Bernabé habían curado a un hombre tullido. Al ver el portento, las gentes quisieron adorarlos como a dioses, Pero ellos pregonaron a gritos que eran hombres y nada más. El texto nos da cuenta de la persecución que sufrieron en las ciudades de Licaonia.

“Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”. Esa frase no es un lema inocente para encabezar la predicación de un retiro espiritual. No es una pura teoría. Es la conclusión de una experiencia de persecución sufrida por los apóstoles. Sólo después de haber sufrido, podían animar a los hermanos con esta exhortación.


LA HORA

El evangelio que se proclama en este quinto domingo de Pascua (Jn 13, 31-35) se sitúa en el escenario de la última cena de Jesús con sus discípulos. Exactamente, después de que Judas salió del Cenáculo para internarse en la noche. Para él había llegado la hora de entregar a su maestro en manos de los sacerdotes del templo de Jerusalén.

• “Ahora es glorificado el hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. Para Jesús, aquella salida del discípulo traidor marcaba la llegada de su glorificación. Jesús había previsto este momento. Es más, lo había anunciado a sus seguidores. Pero ellos nunca hubieran sospechado que la glorificación iba a coincidir con la crucifixión.

• “Hijitos, me queda poco de estar con vosotros”. Nos sorprende la ternura con que Jesús se dirige a sus discípulos. Solamente en esta ocasión aparece la palabra hijitos en los evangelios. Nos sorprende también la claridad con la que Jesús ha previsto su suerte y su muerte. El tiempo de su misión terrestre toda a su fin. Y él lo sabe.


Y EL MANDATO

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús había recogido la regla de oro de todas las culturas (Mc 12,31), según el texto que se leía en el libro del Levítico (Lev 19,18). Pero en la hora de su despedida modificaba sustancialmente aquel precepto:

• “Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Lo habitual era que el mismo sujeto se tomara a sí mismo como la medida del amor. Desde ahora, la medida del amor sólo puede ser Jesús.

• “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. Los grupos humanos tratan de distinguirse por sus hábitos o la etiqueta que pegan a sus vestidos. Los discípulos de Jesús habrán de distinguirse por el amor mutuo.

- Señor Jesús. Si tú has llamado hijos a tus discípulos, eso significa que todos son hermanos. Que somos hermanos. Y que solo el amor puede ser la señal para reconocernos y hacernos reconocer. Danos tu luz para que comprendamos el signo y el significado de esa entrega personal. Enséñanos a amar como tú nos has amado. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 6 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 4º DE PASCUA – CICLO C – (8-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 10,27-30


“En aquel tiempo, dijo Jesús:

- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.

Yo y el Padre somos uno.”


EL CORDERO Y LAS OVEJAS

“Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor”. (Hech 13, 46). Son impresionantes esas palabras de Pablo y Bernabé, al constatar el rechazo de sus oyentes a la palabra que predican.

El discurso de Pablo a los judíos en Antioquía de Pisidia es paralelo al que dirigirá a los griegos en Atenas. Son dos formas de anunciar el mensaje de Jesucristo a las dos culturas antagónicas del momento. El Apóstol es un hombre bicultural y las conoce bien. Sabe y proclama que el evangelio de Jesús es salvación para unos y para otros.

Pero su experiencia es dura. Los judíos esperan un mesías poderoso. Los gentiles del mundo helénico solo buscan una nueva sabiduría. Así que ambos rechazan a Cristo. Como dirá Pablo a los Corintios, el Cristo crucificado es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles. Mas para los llamados es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor, 1-23-24).


EL CORDERO

El Apocalipsis ha sido escrito en una hora de persecución a los que han aceptado a Cristo como su Señor. Por eso resultan molestos a los poderes del imperio. Ante los ojos del autor de este libro pasa la muchedumbre inmensa de los que “vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero” (Ap 7,14).

Por tres veces se menciona al Cordero en la segunda lectura de este domingo. Aunque suene a paradoja, la Sangre del Cordero ha blanqueado los mantos de los mártires. Es más, el Cordero les libra del hambre y de la sed, del sol y del bochorno, como anunciaba el libro de Isaías a los que retornaban del destierro (Is 49,10). Además, el Cordero será su pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

La imagen del Pastor es la señal característica de este domingo 4º de Pascua. Todos los años proclamamos en este día el capítulo 10 del evangelio de Juan. Cada año nos sorprende un detalle que ya creíamos aprendido y asimilado. Este año vemos que Jesús se identifica con el Pastor generoso que guía y protege a las ovejas recibidas del Padre celeste (Jn 10, 27-30).


Y EL PASTOR

El breve texto del evangelio de hoy se articula en tres contraposiciones que hablan de la misericordia del Pastor y de sus dones, pero también de la suerte de las ovejas:

• “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. El primer don es la escucha. Escuchar la voz del Señor en medio de la algarabía de este mundo es signo de fidelidad.

• “Mis ovejas me siguen y yo les doy la vida eterna”. El segundo don es el seguimiento del Señor. Seguirle exige renunciar a nuestro capricho y aceptar su plan.

• “Mis ovejas no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano” El tercer don es la pertenencia. Ser de Cristo da a los creyentes una seguridad que nadie puede imaginar.

- Señor Jesús, Tú eres el Cordero que se entrega por nosotros y el Pastor sabio y generoso que nos guía y nos defiende. Queremos permanecer a la escucha fiel de tu palabra. Bien sabemos que en ella radica nuestra paz y nuestra confianza. Danos tu luz y tu fuerza para anunciar esta gracia que nos concedes y esta responsabilidad que nos pides cada día. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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