jueves, 31 de octubre de 2019

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS – CICLO C – (1-11-2019)

MATEO 5, 1-12a.

“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».”


La Iglesia celebra hoy como solemnidad una fiesta dedicada a todos los santos. Muchos son reconocidos como tales, pues la Iglesia los ha declarado y los ha incluido en su lista de personas ejemplares que han seguido a Jesús en este mundo de un modo heroico. Pero hay otros que nos han precedido en la vida o que han vivido con nosotros y disfrutan de la gloria de Dios en el cielo y no están en la lista oficial de santos y beatos. Son cristianos anónimos que, desde los primeros tiempos de la Iglesia y hasta hoy han vivido la vida temporal en la santidad, con virtudes heroicas, con estrecha unión con Jesucristo, con Santa María, nuestra madre, y con los santos que han inspirado su vivir y su andar de cada día. A todos estos cristianos anónimos los celebra hoy la liturgia de la Iglesia con una misma celebración, con un mismo reconocimiento y con los mismos honores.

Pero me gustaría recordar hoy también a todos los santos vivos, a todos aquellos que día a día intentan hacer el bien, llevar a la paz allí por donde van, y ser solidarios con aquellos que los necesitan. A todos aquellos que antes de mirar por ellos, son capaces de echar una mirada a su alrededor y se sienten cercanos al que sufre o se encuentra solo. A todos los que tienen un corazón de carne que padece cuando alguno cerca o lejos de él es maltratado o agredido en su dignidad. Hoy recordamos a esos santos vivos que son ejemplo para nosotros.

Todos sabemos, que tanto los que no están ya con nosotros como nosotros mismos, que en este mundo y en la vida nadie se va sin su parte mayor o menor de sufrimiento, es la realidad, es la vida misma. Esos momentos duros y difíciles son aquellos en los que realmente nos manifestamos como somos. Hay quien los convierte en una oportunidad para crecer, para madurar, para manifestar su generosidad, su entrega, su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios de la que ya hemos hablado. Son esos grandes maestros de la vida que no quieren ser modelo de nada pero su conducta es verdaderamente ejemplar. Otros, sin embargo, no nos comportamos así, nos rebelamos, rechazamos el problema, y eso aumento nuestro desasosiego y desesperación. El santo ha padecido y ha sufrido, pero no solo no se ha revelado, sino que lo ha llevado con amor y como una ofrenda a Dios.

Hoy recordamos a todos aquellos que intentaron e intentan hacer realidad en su vida las Bienaventuranzas que acabamos de leer y de escuchar. Las Bienaventuranzas son una demostración de cariño por parte de Dios para aquellos que las tienen como norma de vida. Cuando un corazón confiado de Dios vive alguna de las bienaventuranzas derrama a su alrededor una bendición que es sal y luz para los que lo rodean. Porque bienaventurados de éstos los conocemos todos, es nuestro barrio, en nuestro vecindario, en nuestro trabajo, en nuestra parroquia. Son todos los que viven con honradez, con dignidad, con generosidad y desde la conciencia de que lo que tienen les ha sido dado por la largueza de un Padre que cuida de cada uno de nosotros con mimo.

A esos que intentan vivir esto es a los que recordamos hoy, a todos esos santos que rompiendo con los esquemas poco claros intentan vivir el proyecto de Jesús. Su recuerdo nos anima a nosotros a hacer lo mismo. Bienaventurados los que trabajan por la paz, en este mundo violento, injusto y cruel sobre todo con los más débiles. Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los misericordiosos, los que en principio aguantan la ofensa y son capaces de perdonar. Y así podríamos ir repasándolas una a una.

Le pedimos al Señor que nos dé fuerzas para llevar a nuestra vida lo que significan las Bienaventuranzas, e intentemos cumplirlas. Se lo pedimos al Señor, se los ofrecemos al Señor y nos sentimos un poco más cerca de ellos, recordamos hoy de forma especial a las personas que han perdido a sus seres queridos, para que encuentren consuelo y ayuda en su dolor, pedimos por todos los difuntos a los que hemos visitado y recordado, para que ellos desde el cielo también pidan por nosotros.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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domingo, 27 de octubre de 2019

JUBILEO LAURETANO CONCEDIDO POR EL PAPA FRANCISCO

Monseñor Fabio Dal Cin, arzobispo delegado de Loreto, anunció que el Santo Padre ha concedido “el Jubileo Lauretano para todos los viajeros aéreos, militares y civiles, y para todos aquellos que llegarán como peregrinos al Santuario de la Santa Casa desde todas las partes del mundo”.

Este jubileo se celebrará desde el 8 de diciembre de 2019 hasta el 10 de diciembre de 2020 en el consabido santuario de la Santa Casa (Loreto, Italia), dedicado a la Virgen de Loreto, patrona de los viajeros en avión.

Así informó la Delegación Pontificia para el santuario de la Santa Casa a través de un comunicado difundido el pasado 21 de junio de 2019.


ESTE MARTES,CABILDO DE APERTURA DE CURSO

CABILDO  GENERAL  DE  APERTURA  DE  CURSO  que se celebrará nuestra Hermandad el próximo día 29 de octubre, martes, del presente año, en nuestra sede canónica de la Parroquia del Apóstol San Pedro, a las 20.00 horas en primera convocatoria y 20.30 horas en segunda y última, con arreglo al siguiente Orden del día:


1.      Lectura del acta anterior y su aprobación si procede.
2.      Programa de actos y actividades para el curso 2019-2020.
3.      Lectura y aprobación del presupuesto económico 2019-2020.
4.      Ruegos y preguntas.


     
Nuestra Señora de Loreto en su Soledad le bendiga en todo momento.
                                                                                          
       Vicente Lozano González                                         Bella Calderón Padilla
              Hermano Mayor                                                          Secretaria

sábado, 26 de octubre de 2019

COMUNICADO OFICIAL

Una vez finalizado el recuento de votos y habiéndose superado el quórum exigido por la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías es elegido nuevo Hermano Mayor de nuestra Hermandad D. Eusebio Castañeda Sánchez , quedando el escrutinio de votos de la siguiente manera:

Votos si: 86 votos
Votos en blanco: 0 votos
Total: 86 votos


Enhorabuena Eusebio.


EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 30º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (27-10-2019)

LUCAS 18, 9-14.

“En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».”


El evangelio de este domingo, es otro de esos relatos, que es necesario meditar despacio, para poder llegar a descubrir lo que nos dice; bueno, quizá mejor que para descubrir lo que nos dice, sería mejor decir para hacer nuestro lo que nos dice.

Dos hombres van al Templo, es decir se ponen delante de Dios, lo mismo que hacemos nosotros ahora. Vivían en el mismo pueblo. Uno era fariseo: rebosante de orgullo por lo bien que hacía todo. Convencido de estar en posesión de la verdad y sintiéndose ejemplo de vida para los demás. El otro era publicano. No conocía bien la ley, y carecía de lo necesario para evaluar su vida. No sabía de qué sentirse orgulloso, más bien todo lo contrario. El fariseo entró lleno de orgullo, salió lleno de orgullo; como no dejó en ningún momento que fuera Dios quién hablara, no pudo enterarse de lo que le pedía, y salió peor que entró. Al publicano le bastaba con estar en la presencia de Dios, no le importaba el sitio, lo único que deseaba era alcanzar su misericordia, porque reconocía que había cosas en él que no eran demasiado buenas.

Los dos personajes del evangelio, representan dos formas, dos estilos de presentarnos ante el Señor. El primero erguido; el segundo, con los ojos abajados. El primero, dando gracias por ser mejor que los demás, el segundo pidiendo perdón por sus pecados. El primero ha presentado en su oración su propia hoja de servicios, a recordarle a Dios que es merecedor de todas sus gracias, exigiendo el pago por lo cumplido y realizado. Su conducta no es el resultado de su amor a Dios, y ni mucho menos del amor que Dios nos tiene, ni de la búsqueda de la voluntad divina, el móvil auténtico y verdadero que le ha llevado a ayunar dos veces por semana, y a pagar el diezmo de todo lo que tiene es solo la recompensa que espera por ello. Hay una falta total de autenticidad, y una hipocresía evidente en lo que está diciendo.

El contrapunto lo pone, el segundo, el pecador. No pide nada; no exige nada. Su actitud es de humildad absoluta en la presencia del Señor. No se cree ante El, merecedor de ningún derecho obtenido por su conducta. Sabe, muy bien, que sus pecados pueden desmerecer cualquier mérito obtenido y tan sólo confía en una cosa, en la misericordia y en el amor que Dios le tiene y solicita la cancelación de sus pecados; pide a Dios compasión.

El erguido, el prepotente, el que se considera superior a los demás, el orgulloso, el que se tiene como justo, el que quiere hacer valer sus méritos, no agrada a Dios en su oración. El humilde, el que se sabe dependiente de la misericordia divina, el que reconoce en el favor de Dios un don, un regalo inmerecido de su bondad, ese ha agradado a Dios en su oración, ese es el que verdaderamente sale justificado, el otro no.

Si el domingo pasado reflexionábamos sobre nuestra condición de orantes, hoy el evangelio nos da pistas sobre cómo debe ser esa oración. Por eso, unas buenas preguntas para hoy y para toda la semana, pueden ser estas o parecidas, ¿Cómo es nuestra oración, cómo nos presentamos nosotros ante el Señor?, ¿con cuál de los dos modelos nos identificamos?, ¿nuestra oración es como la del fariseo, o como la del publicano?

Le pedimos al Señor que nos ayude en nuestra oración , y también le pedimos por todos los que sufren, los que están solos, los enfermos, especialmente a los que conocemos o son de nuestras familias, por todos los que necesitan de nosotros y nosotros les damos de lado.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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viernes, 18 de octubre de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO:29º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (20-10-2019)

LUCAS 18, 1-8.

“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: «fijaos en lo que dice el juez injusto pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día u noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».”


Si hay algo que uno recuerda de los años de formación del Seminario, era la insistencia de los formadores en convencernos no de la importancia de la oración, cosa que ya se daba por sabido, sino del modo de hacerla, que si oración mental, que si oración vocal, que si había que estar tanto tiempo, que no hacía falta dedicar un tiempo concreto porque la oración era hacer bien lo que haces a diario, porque todo es oración, era un tema de constante debate, su preocupación era que cada uno encontrara el método que mejor le fuera a su espiritualidad y ponerlo en práctica. Quizá este sea el secreto, que cada uno descubra cuál es su mejor manera para ponerse en presencia del Señor y reconocer su cercanía. Esto lo puede hacer desde el monje que muy temprano comienza sus rezos, al trabajador que también desde muy temprano tiene que estar en su puesto de trabajo.

Porque en lo que estamos de acuerdo, es que el hombre de fe tiene que ser un hombre de oración, aunque el modo varíe de unos a otros. Es verdad que hace falta mucha fe para perseverar y ser constantes. La oración es el momento de la paz y del sosiego, el momento de la intensidad con el Señor, el momento de la acción de gracias, del ofrecimiento de nuestras preocupaciones, de nuestros éxitos y de nuestros fracasos, el momento de la petición en el que nuestro corazón pronuncia los nombres de todas esas personas que presentamos al Señor. Es el momento en el que hacemos más consciente nuestra relación con Dios, nuestra fraternidad con los demás, y nos sentimos miembros de la Iglesia.

Pero a pesar de lo dicho, ocurre muy frecuentemente que en nuestra oración se introducen elementos ajenos a ella, pensamientos, distracciones, preocupaciones, miedos, ganas de abandonarla, sensación de pérdida de tiempo, ¿para qué rezar tanto?, fantasmas diversos que nos invitan a alejarnos de ella. Y esta es la gran tentación ya que creemos que o que su eficacia depende de nosotros, o no le vemos sentido por ninguna parte.

Y es que, cuando la oración no parece eficaz, cuando nada sale como pedimos, cuando parece que Dios hace oídos sordos, cuando empezamos a compararnos con los que no rezan y como a ellos les van mejor las cosas, cuando nos duele que no se cumpla nada de lo que pedimos, entonces es cuando tenemos que ser más perseverantes. El Señor había contado ya con estas dificultades, por eso nos propone la lectura de hoy con la comparación que hemos escuchado. La parábola de la viuda y el juez está puesta para animarnos en la perseverancia. Dios siempre nos escucha, los resultados no nos toca a nosotros valorarlos. Por eso decía al principio que es necesaria mucha fe para perseverar en la oración, es necesario ejercitarse en ir renunciando a lo que es la propia voluntad y buscar la voluntad de Dios, pero esto es muy difícil, nos cuesta mucho, ya que estamos demasiado centrados en nosotros mismos.

Le pedimos al señor que nos haga personas orantes, es decir que se reconocen siempre en las manos de Dios, siendo ese Dios el que nos lanza a la construcción de un mundo más justo y más humano. Se lo pedimos al Señor, y se lo pedimos los unos para los otros, especialmente para los que estamos aquí en esta mañana. Señor enséñanos a orar.

Se lo pedimos al tiempo que recordamos primero a las personas que queremos y que nos quieren, y los presentamos al Señor, pedimos también por los que menos tienen, a los que están solos o enfermos, a los que no tienen a nadie que les quiera, nos acordamos de ellos de una forma especial y se los presentamos al Señor sintiéndonos un poco responsables de ellos.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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sábado, 12 de octubre de 2019

CABILDO GENERAL DE APERTURA DE CURSO


Nos es grato convocarle al CABILDO  GENERAL  DE  APERTURA  DE  CURSO  que celebrará nuestra Hermandad el próximo día 29 de octubre, martes, del presente año, en nuestra sede canónica de la Parroquia del Apóstol San Pedro, a las 20.00 horas en primera convocatoria y 20.30 horas en segunda y última, con arreglo al siguiente Orden del día:


1.      Lectura del acta anterior y su aprobación si procede.
2.      Programa de actos y actividades para el curso 2019-2020.
3.      Lectura y aprobación del presupuesto económico 2019-2020.
4.      Ruegos y preguntas.


     
Nuestra Señora de Loreto en su Soledad le bendiga en todo momento.
                                                                                          
       Vicente Lozano González                                         Bella Calderón Padilla
              Hermano Mayor                                                          Secretaria


CABILDO EXTRAORDINARIO DE ELECCIONES


Estimado/a hermano/a: 

Nos es grato convocarle al CABILDO EXTRAORDINARIO DE ELECCIONES  para designar al Hermano Mayor para los próximos cinco años,  que celebrará nuestra Hermandad el próximo día 26 de octubre  del presente año, en nuestra sede canónica de la Parroquia del Apóstol San Pedro, en horario de 20.00 a  23.00 horas con una única candidatura presentada, la de nuestro hermano D. Eusebio Castañeda Sánchez.

Según el Art. 63 de la Normativa Diocesana de Hermandades y Cofradías, los hermanos y hermanas con derecho a voto que vivan fuera de la Provincia Eclesiástica peninsular a la que pertenece nuestra Diócesis, o por enfermedad no puedan asistir al Cabildo de Elecciones, podrán ejercitar su derecho al voto por carta. Lo harán en un sobre dirigido a la Secretaria de la Hermandad debiendo estar en posesión de ésta al menos veinticuatro horas antes de la celebración de las elecciones, incluyendo además de la papeleta  de votación (Si, No, en Blanco) contenida en sobre cerrado, la fotocopia del DNI y Certificado de Empadronamiento en primer caso y fotocopia de DNI y Certificado Médico Oficial  para los que no puedan asistir por enfermedad.

     
Nuestra Señora de Loreto en su Soledad le bendiga en todo momento.




                                                                                          
       Vicente Lozano González                                         Bella Calderón Padilla
              Hermano Mayor                                                          Secretaria


EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 28º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (13-10-2019)

LUCAS 17, 11-19.

“En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decía: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentados a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».”


El evangelio que acabamos de escuchar puede ser muy aprovechable en nuestra reflexión de hoy. La lepra era en aquella época, una enfermedad terrible, por su manifestación física (el cuerpo se llenaba de llagas) y sobre todo por la explicación de su origen, enfermar era resultado del pecado, si uno enfermaba era porque había hecho algo malo (esa expresión tan injusta “algo habrá hecho”); pero además esta enfermedad incurable llevaba consigo que el que la padecía no podía vivir con nadie ya que era contagiosa, y eran expulsados a las afueras de los pueblos y ciudades, hasta que les llegaba la muerte. Ser leproso, era pertenecer a una población marginal y condenada a la exclusión mientras su enfermedad no fuese curada. En la actualidad es una enfermedad considerada como erradicada, pero sigue existiendo en pequeños círculos, para la mayoría desconocidos.

La curación de los diez leprosos no es fruto de un rito mágico, o de un juego de manos que hace Jesús, la curación se debe a la confianza que los diez tienen en la capacidad de Jesús de hacer posible lo imposible. Sin embargo más importante que la curación es llegar a comprender lo que esa curación significa, y esto no lo llegaron a comprender todos los que fueron sanados.

Sólo uno (un samaritano, un extranjero hereje para los judíos) además de ser curado y ser devuelto a la vida normal, es capaz de ver en la curación un acto del poder de Dios. Los diez han compartido una misma experiencia: la de la curación, pero sólo uno experimentará la salvación, que es la auténtica y verdadera curación que necesita todo hombre, pues es la que lo capacita para volver y dar gracias a Dios de lo que le sucede. El definitivo milagro de Jesús, fue lograr que uno de ellos no solo se alegrara por ser curado, sino que fuera capaz de reconocer la presencia de Dios en todo lo que le había pasado.

La experiencia de la salvación es una experiencia que felizmente, siguen teniendo muchas personas, en nuestros días, pero son muchos más los que no sólo no llegan a tenerla, sino que ni siquiera sienten la necesidad de experimentarla, porque su salvación está puesta en otras cosas.

Nuestra reflexión podríamos encaminarla también por la línea de lo que significa ser personas agradecidas. El ser agradecidos, suele ser una actitud para la que se nos enseña desde pequeños, todos hemos aprendido a decir gracias cuando recibimos algo, más adelante cuando vamos creciendo aprendemos a descubrir que el agradecimiento es algo más que decir gracias, sino que es una actitud del corazón. El corazón agradecido es aquel que es capaz de actuar desde la premisa de que no lo tenemos todo, que necesitamos más cosas de las que creemos de los de los que nos rodean, y esa actitud nos lleva a ser agradecidos por lo que recibimos de forma gratuita. Y además, el agradecido suele ser él al mismo tiempo generoso, ya que si soy capaz de reconocer que necesito de los otros, aprendo que puede haber otros que necesiten de mí, y estaré dispuesto a dar lo que me pidan y a compartir lo que tengo.

Podríamos hoy examinarnos sobre nuestro ser o no ser agradecidos. En nuestra vida podremos descubrir muchas circunstancias en las que el otro nos hace el bien, pero no sé si solemos o sabemos estar a la altura. De los diez del evangelio sólo uno fue capaz de volver a dar gracias y demostrar con su presencia su disposición a hacer lo que fuera por aquel que lo había salvado. Sólo uno tenía el corazón agradecido como para expresar ese agradecimiento.

El agradecimiento del cristiano, el agradecimiento del hombre de fe, siempre va dirigido en última instancia hacía Dios, ese Dios que nos quiere, y al que le debemos tantas cosas. Por eso en la Eucaristía de hoy, que es también acción de gracias, le agradecemos al Señor, todo lo que hace por nosotros. Te damos gracias Señor, y te pedimos que nos des un corazón agradecido y generoso.

Se lo pedimos al Señor, al tiempo que recordamos a los que menos tienen, a los que están solos, a los enfermos especialmente a los que conocemos o son de nuestras familias.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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sábado, 5 de octubre de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 27º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (6-10-2019

LUCAS 17, 5-10.

“En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».”


Las lecturas de la Palabra de Dios de este Domingo nos invitan a volver a reflexionar en nuestro interior sobre la virtud central de toda persona religiosa, la virtud de la fe. El hombre religioso sabe de una u otra forma que el centro de su vida no es él, sino que la última palabra siempre la tiene Dios, pero no un Dios cualquiera, sino un Dios que nos quiere, que quiere lo mejor para nosotros, que desea nuestra felicidad, y nuestro bien. No un Dios caprichoso, arbitrario, lejano y desentendido de todo, escondido, misterioso, sino un Dios cercano, que quiere a todos, incluso a los que no creen El, y que desea la salvación de todos.

En esta perspectiva la fe que nos da vida, es la confianza en Dios. No una confianza que se confunde con una comodidad perezosa e inactiva, que espera que se lo den todo hecho, no, sino una confianza como el fruto del amor y de la esperanza que se fundamentan primeramente en Dios y después en nuestro esfuerzo personal. La confianza es compañera inseparable de toda persona. Confiamos en los que queremos, en los que nos quieren, familiares, amigos, aunque a veces suframos desengaños. Esta confianza que necesitamos tener en las personas, tenemos que tenerla también con Dios, ese Dios que permanece a nuestro lado y que nos empuja a hacer de nuestra vida algo con sentido y que merezca la pena.

Esta reflexión sobre la centralidad de la fe en la vida del creyente, nos viene perfectamente al comienzo del nuevo curso pastoral. Todo bautizado, todo cristiano, por el mero hecho de serlo está llamado de una u otra manera a construir el Reino de Dios en el mundo en el que vive. Cada uno tenemos nuestra misión. Cada uno en su sitio, en la oficina, en su lugar de trabajo, en la universidad, en la escuela, cada uno donde vive, en su familia, en su bloque, en el barrio; sin hacer quizá grandes cosas, pero si con la convicción y la seguridad de que lo que hacemos está bien, y esa certeza solo la puede dar la fe. Nuestra comunidad parroquial pretende ser ese grano de mostaza, pequeño por fuera pero grande por dentro. Quiere seguir viviendo su compromiso de fe en este mundo que nos ha tocado vivir y que queremos, aunque no nos gusten muchas de las cosas que vemos en él.

Pero estos comienzos, en una comunidad que se siente enviada, que lo que pretende es ser testigo de otro que le marca el camino, una comunidad que sabe que las fuerzas para conseguir lo que nos propongamos no depende de nosotros, esa comunidad lo primero que hace, y es lo que hacemos nosotros hoy, es ponernos en las manos del señor. Y ¿por qué nos ofrecemos al Señor? Porque sabemos que el que da el fruto es él, porque sabemos que con nuestras fuerzas no podemos nada, y que en el fondo somos pecadores, porque casi no podemos ni poner nuestro testimonio como modelo de nada porque también fallamos. Todo lo que consigamos, se lo deberemos a él, y no podremos presumir de nada.

Nos unimos a las Iglesia Diocesana representada en nuestro Obispo, y a la Iglesia universal con el Papa Francisco al frente, para que este curso nuestra fe y nuestro testimonio estén orientados a manifestar que la Buena Noticia de Jesús tiene que llegar a todos, incluso a los más alejados o a los que no quieren saben nada de ella.

Nuestra oración hoy va dirigida especialmente por todos nosotros los que formamos la comunidad parroquial, todas las personas que de una u otra manera viven su fe alrededor de la misma, hoy nos sentimos enviados a dar testimonio de Jesús en este nuevo curso y para que sepamos ser más fieles en su seguimiento, cayendo siempre en la cuenta de que esta fidelidad nos exige acordarnos de manera especial de todos los que sufren cerca o lejos de nosotros.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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