viernes, 29 de abril de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 3º DE PASCUA - CICLO C – (1-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19


“En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

- Me voy a pescar.

Ellos contestan:

- Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

- Muchachos, ¿tenéis pescado?

Ellos contestaron:

- No.

Él les dice:

- Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:

- Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice:

- Traed de los peces que acabáis de coger.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

- Vamos, almorzad.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Él le contestó:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Él le contesta:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice:

- Pastorea mis ovejas.

Por tercera vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si le quería y le contestó:

- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis ovejas.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió:

- Sígueme.”


VOLVIENDO AL PRINCIPIO

La primera lectura que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Hech 5, 27-41) resume en muy pocas frases algunas convicciones que mueven a los evangelizadores que anuncian el mensaje de Jesús en todo tiempo y lugar.

• “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Muy poco significan las prohibiciones humanas cuando se está dispuesto a dar la vida por el mensaje de Cristo.

• “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús”. La fe en la resurrección de Cristo es la fuente de la que brota el coraje para anunciar el evangelio.

• “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen” El testimonio comunitario de los creyentes es animado por la fuerza del Espíritu.

• “Los apóstoles salieron…contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. La alegría y la fuerza de los mártires será siempre un desafío.

Contra toda apariencia y contra toda persecución, los testigos de Cristo podrán cantar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29).


LOS MISMOS GESTOS

El evangelio que hoy se proclama nos invita a recuperar el ideal primero. De hecho, nos lleva a las orillas del lago de Galilea. Allí había encontrado Jesús a sus discípulos primeros. Y allí vuelve el Resucitado para reunir a los dispersos y desalentados.

• De nuevo los discípulos pasan por la experiencia de una noche de pesca infructuosa. Y por la gozosa experiencia de una amanecida en la que la obediencia al Señor llena sus redes con una enorme cantidad de peces.

• De nuevo, el Señor toma el pan y el pescado y se lo da. De nuevo se repiten los gestos venerables que significan y hacen visible su misericordia. Y, sobre todo, su entrega personal a sus discípulos.

• De nuevo Jesús, se dirige a Simón con una palabra ya sabida: “Sígueme”. Se repite la misma invitación de aquella vez, cuando lo encontró realizando sus tareas de pescador en aquella ribera.


Y EL MISMO ENCARGO

Pedro había prometido fidelidad a Jesús, una inquebrantable fidelidad y lo había negado tres veces. El Resucitado no reprende su traición. Viene a confiarle una misión.

• “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. En la triple pregunta de Jesús hay una cierta gradación. Es como si el Maestro fuera bajando el tono para ajustar sus deseos a las posibilidades y la fragilidad de su apóstol.

“Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Y así es. Jesús conoce los sentimientos de Simón. Conoce sus ímpetus y sus caídas. Pero sabe que sólo amamos a aquellos de los que todavía esperamos algo. Y él espera al menos ese afecto de su discípulo.

• “Apacienta mis corderos y mis ovejas”. En otro tiempo le aseguró una tarea de pescador de hombres. Ahora le confía una responsabilidad de pastor de su propio rebaño. Ese rebaño por el que el Pastor bueno ha entregado la vida. Tal es su confianza.

- Señor Jesús, Tú sabes que también nosotros te queremos. Perdona nuestras traiciones y ayúdanos a seguirte con fidelidad y a ser testigos de tu misericordia. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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domingo, 17 de abril de 2022

HOY ES DOMINGO DE RESURRECCIÓN – CICLO C – (17-4-2022)

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9


“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

-«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.


EL FUTURO ABIERTO

“Del sepulcro se han llevado a mi Señor

y no acierto a saber dónde está puesto”.

Tal fue el grito de alarma en la mañana

que rompía los descansos rituales

y urgía a repensar los proyectos imposibles

en futuros de orfandad y desaliento.

Fue la voz de la sorpresa

que atenaza y agarrota

las fuerzas que nacieron junto al lago

y se fueron forjando entre sueños de poder

y asombros impensables.

El sepulcro está vacío en la mañana

y la muerte languidece,

vencida para siempre por la vida.

Pero hay algo que serpea en el asombro:

el Señor se ha liberado por sí mismo

de las vendas funerales y el sudario inmaculado

empapado en aromas de urgencia y de temblores.

Aún no sabemos los caminos

que ha podido tomar el que es Camino,

pero sabemos que su Vida

ha de ser ya para siempre

un germen de Verdad y de esperanza.

La tumba está vacía

y el futuro queda abierto

a la tarea que aguarda cada día

a todos los que crean y confiesen

la aventura del Señor Resucitado.


RESURRECCIÓN Y ESPERANZA

En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre la acción misteriosa del Resucitado. Ese es uno de los motivos que nos impulsan a la evangelización en este preciso momento de la historia. El pesimismo puede generar en nosotros la apatía. Pero la fe nos insta a superar la comodidad y la flojera. La tristeza de la insatisfacción nos destruye porque nadie puede vivir sin esperanza. El Papa nos ofrece, al menos, siete puntos de reflexión para el tiempo de Pascua.

1. “Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive. De otro modo, «si Cristo no resucitó, nuestra predicación está vacía» (1 Co 15,14).

2. La fe nos invita a descubrir a Jesucristo vivo y a vivir con él. “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda”.

3. Nuestra tradición puede llevarnos a pensar que tanto la muerte como la resurrección de Cristo son tan solo un recuerdo. Pero no es así. “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable”.

4. Siempre nos acecha la tentación de pensar que el mal es invencible. Sin embargo, es posible la esperanza. “Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo”.

5. A veces el desaliento brota de la experiencia de nuestros propios fracasos. Pero la fe nos levanta de nuestra postración. “La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14)”.

6. En medio de la mala hierba, crece también la buena semilla. “La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva!”

7. No siempre vemos esos brotes. Pero la fe nos ofrece la certeza de una fecundidad impensable. “Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo... Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa”.

José Román Flecha Andrés.

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viernes, 15 de abril de 2022

HOY ES VIERNES SANTO – CICLO C – (15-4-2022)

 Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19,42


Para la lectura dialogada: +: Jesús; C: Cronista; S: Otros personajes.

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Le contestaron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Les dijo Jesús:

+ -«Yo soy.»

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Ellos dijeron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Jesús contestó:

+ -«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ -«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo. »

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. -«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»

C. Él dijo:

S. -«No lo soy.»

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:

+ -«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. -«¿Así contestas al sumo sacerdote?»

C. Jesús respondió:

+ -«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. -«¿No eres tú también de sus discípulos?»

C. Él lo negó, diciendo:

S. -«No lo soy.»

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. -«¿No te he visto yo con él en el huerto?»

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. -«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»

C. Le contestaron:

S. -«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»

C. Los judíos le dijeron:

S. -«No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Jesús le contestó:

+ -«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

C. Pilato replicó:

S. -«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Conque, ¿tú eres rey?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Y, ¿qué es la verdad?»

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. -«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Volvieron a gritar:

S. -«A ése no, a Barrabás.»

C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. -«¡Salve, rey de los judíos!»

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. -«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. -«Aquí lo tenéis.»

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. -«¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»

C. Los judíos le contestaron:

S. -«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. -«¿De dónde eres tú?»

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. -«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»

C. Jesús le contestó:

+ -«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. -«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. -«Aquí tenéis a vuestro rey.»

C. Ellos gritaron:

S. -«¡Fuera, fuera; crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«¿A vuestro rey voy a crucificar?»

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. -«No tenemos más rey que al César.»

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. -«No escribas: "El rey de los judíos", sino :"Este ha dicho: Soy el rey de los judíos".»

C. Pilato les contestó:

S. -«Lo escrito, escrito está.»

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. -«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ -«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

C. Luego, dijo al discípulo:

+ -«Ahí tienes a tu madre.»

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ -«Tengo sed.»

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ -«Está cumplido.»

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura dé mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

1. La celebración de la Pasión del Señor incluye hoy el cuarto de los cánticos del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías (Is 52,13 - 53,12). El profeta, elegido por Dios y enviado a proclamar la paz y la justicia, se nos presenta hoy como un “hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros”.

Él es el justo injustamente condenado: “Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”.

La lectura de este poema, precisamente en la tarde del Viernes Santo, prepara nuestro espíritu para la meditación de la pasión y muerte de Jesús, que hoy se proclama siguiendo el texto del evangelio de Juan.

2. En el Señor crucificado se nos revela la plenitud del amor de Dios. Según ha escrito Benedicto XVI, la cruz de Cristo es la nueva zarza ardiente, en la que se nos muestra el amor liberador de Dios.

Como dice el libro de los Números, los hebreos encontraron curación de las mordeduras de las víboras al volver sus ojos a la serpiente de bronce que Moisés levantó sobre un mástil en medio del desierto (Núm 21, 4-9). Del mismo modo, los seguidores de Jesús levantamos nuestra mirada hacia él, que pende de un madero por nuestra salvación (cf. Jn 3, 14s; 19,37).

Bien sabía Pablo de Tarso que el crucificado era escándalo para los judíos y necedad para los griegos. Pero él podía confesar que, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo crucificado es fuerza y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24).

3. En este día damos gracias a Jesús por haberse humillado y hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp 2, 8).

Dirigimos, además, una mirada compasiva a este mundo que pretende retirar la imagen del Crucificado, como si de ella viniera una maldición y no una bendición.

Ante la cruz de Jesús recordamos también a tantos hermanos nuestros que se ven obligados a cargar con las cruces más pesadas y son condenados a muerte.

Y, junto a toda la Iglesia, repetimos con serena confianza en su resurrección la oración con la que esta tarde concluye la celebración de la pasión del Señor:

“Dios todopoderoso, rico en misericordia, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo, no dejes de tu mano la obra que has comenzado en nosotros, para que nuestra vida, por la comunión en este misterio, se entregue con verdad a tu servicio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.


José-Román Flecha Andrés.

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jueves, 14 de abril de 2022

HOY ES JUEVES SANTO – CICLO C – (14-4-2022)

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó:

- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo:

- «No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó:

- «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo:

- «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo:

- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»


DÍA DEL AMOR FRATERNO

1. Este es uno de aquellos tres jueves que, según el verso popular, “relumbran más que el sol”. En la misa vespertina del jueves santo celebramos la cena del Señor.

En la primera lectura de la misa (Ex 12, 1-8.11-14), la evocación de la institución hebrea de la cena pascual nos invita a agradecer la liberación de Dios, que se ha hecho realidad definitiva en Jesús, el cordero de la nueva pascua.

En la segunda lectura San Pablo recuerda cómo Jesús entregó su propia vida en la entrega del pan y del vino (1 Cor 11, 23-26). Por eso, cada vez que comemos de ese pan y bebemos de ese cáliz, proclamamos la muerte del Señor, hasta que vuelva. Con razón, en cada eucaristía, anunciamos, su muerte, proclamamos su resurrección y manifestamos nuestro deseo de que venga a juzgar a los vivos y los muertos, completando su obra de salvación.

2. La lectura del evangelio de Juan (13,1-15) nos presenta a Jesús, lavando los pies a sus discípulos, para darnos ejemplo de humildad y de mutuo servicio en el amor. Así dice Jesús: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

El lavatorio de los pies es en el evangelio de Juan el equivalente a la institución de la Eucaristía que se recuerda en los tres evangelios sinópticos.

Ambos gestos nos revelan la entrega de Jesús. En uno se muestra como el Señor que se hace siervo, en el otro se muestra como el maestro que entrega su vida en alimento y en bebida. Como canta el prefacio de hoy, “su carne, inmolada por nosotros, es alimentos que nos fortalece; su sangre derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”.

Así pues, la institución de la eucaristía, la misión del sacerdocio ministerial y el mandato supremo del amor mutuo, a ejemplo de Jesús, centran nuestra meditación en este día sagrado. Por esos tres dones damos gracias en la adoración eucarística de esta tarde-noche.

3. Con espíritu agradecido hacemos nuestra la oración colecta de la Iglesia, reunida este día ante el misterio de la eucaristía:

“Señor Dios nuestro, nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.

José-Román Flecha Andrés.

sábado, 9 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS - CICLO C – (10-4-2022)

 Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14_23,56

La Cena del Señor.


C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:

+. - He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.

C. Y, tomando una copa, dio gracias y dijo:

+. - Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

C. Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

+. - Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.

C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:

+. - Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

Quién es el más importante.

C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+. - Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

+. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.

Jesús anuncia la negación de Pedro.

C. Y añadió:

+. - Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.

C. Él le contestó:

D. - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.

C. Jesús le replicó:

+. - Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.

Se acerca la hora de la prueba.

C. Y dijo a todos:

+. - Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?

C. Contestaron:

D. - Nada.

C. Él añadió:

+. - Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «Fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.

C. Ellos dijeron:

D. - Señor, aquí hay dos espadas.

C. Él les contestó:

+. - Basta.

Jesús ora en Getsemaní.

C. Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+. - Orad, para no caer en la tentación.

C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra, y, arrodillado, oraba diciendo:

+. - Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.

C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+. - ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.

Jesús es arrestado.

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+. - Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:

D. - Señor, ¿herimos con la espada?

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino diciendo:

+. - Dejadlo, basta.

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+. - ¿Habéis salido con espadas y palos a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.

Pedro niega conocer a Jesús.

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo:

O. - También éste estaba con él.

C. Pero él lo negó diciendo:

D. - No lo conozco, mujer.

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

O. - Tú también eres uno de ellos.

C. Pedro replicó:

D. - Hombre, no lo soy.

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

O. - Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.

C. Pedro contestó:

D. - Hombre, no sé de qué hablas.

C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho; «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Se burlan de Jesús.

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

M. - Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Jesús ante la Junta Suprema.

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su sanedrín, le dijeron:

M. - Si tú eres el Mesías, dínoslo.

C. Él les contestó:

+. - Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.

Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.

C. Dijeron todos:

M. - Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?

C. Él les contestó:

+. - Vosotros lo decís, yo lo soy.

C. Ellos dijeron:

M. - ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

Jesús ante Pilato.

C. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:

M. - Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.

C. Pilato preguntó a Jesús:

O. - ¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Él le contestó:

+. - Tú lo dices.

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:

O. - No encuentro ninguna culpa en este hombre.

C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:

M. - Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes.

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro.

Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco.

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Jesús, sentenciado a muerte.

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

O. - Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:

M. - ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.

C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

M. - ¡Crucifícalo, crucifícalo!

C. Él les dijo por tercera vez:

O. - Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Crucifixión de Jesús.

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+. - Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

+. - Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas diciendo:

M. - A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

M. - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos».

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

O. - ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

C. Pero el otro le increpaba:

O. - ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.

C. Y decía:

O. - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

C. Jesús le respondió:

+. - Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Muerte de Jesús.

C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+. - Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

C. Y, dicho esto, expiró.

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:

O. - Realmente, este hombre era justo.

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

Jesús es sepultado.

C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

C. Era el día de la preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.


LA ENTRADA DEL REY

“Ofrecí la espalda a los que me golpeaban; la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos”. En la primera lectura de este Domingo de Ramos escuchamos la lectura de uno de los poemas del Siervo de Dios, que se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías (Is 50,4-7).

Jesús entra triunfante en Jerusalén, pero sabemos que entra para morir en la cruz. Como ha dicho el papa Francisco, “Es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios. Su trono regio es el madero de la cruz”.

El salmo responsorial recoge la súplica de Jesús. “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. Bien sabemos que esas palabras del salmo 21 eran el principio de una invocación que reflejaba la confianza en Dios de quien pasa por el valle del dolor.

La lectura de la pasión de Jesús según san Lucas nos recuerda que en la cruz del Señor encontramos la misericordia de Dios que lava nuestros pecados.


EL CLAMOR DE LOS PEREGRINOS

Con Jesús debieron de subir a Jerusalén algunos peregrinos procedentes de Galilea. Tal vez habían compartido con él unos días de descanso en Jericó. Y posiblemente habrían presenciado el encuentro de Jesús con el ciego Bartimeo, que imploraba su ayuda desde la vera del camino, reconociéndolo como Hijo de David.

Ese es el título con el que lo aclaman aquellos peregrinos que lo acompañan hasta la Ciudad Santa. A ese título añaden un conocido verso de los salmos (Sal 118,26). La bendición con la que la asamblea litúrgica recibía al rey que regresaba victorioso: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (Lc 19,38).

También los ramos recordaban aquel antiguo cántico de triunfo. Pero el entusiasmo de los galileos alarmó una vez más a los habitantes de la ciudad de Jerusalén. A sus preguntas sobre el que llegaba montado sobre un pollino, los peregrinos respondieron alborozados: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mt 21,10s).


EL GRITO DE LAS PIEDRAS

Aquel alboroto podría desatar la represión por parte de los romanos. Eso debían de temer los fariseos que presionaban a Jesús para que calmara el entusiasmo de sus seguidores. Pero la respuesta de Jesús suscita todavía ahora nuestra reflexión.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. También en este tiempo que nos ha tocado vivir son muchos los que pretenden amordazar a los discípulos de Jesús. No pueden soportar el mensaje del Maestro ni la voz de los mensajeros.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. Seguramente los discípulos de Jesús oyeron estas palabras. Y hemos de oírlas también ahora. No podemos guardar en silencio la palabra del Señor. La recuerda y la exige cada día el anhelo más hondo de la humanidad.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. Ni el temor ni la cobardía han de hacernos callar el mensaje de Jesús para este tiempo y para este escenario de la historia. Si enmudecemos, otros pregoneros vocearán esa Palabra que salva y libera al ser humano.

- Señor Jesús, también hoy llegas a la ciudad humana como mensajero de paz y de salvación. Que el miedo no nos impida acogerte como Señor y Salvador. Tú eres el Bendito que nos trae toda bendición.


José-Román Flecha Andrés.

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miércoles, 6 de abril de 2022

PRESENTACIÓN OFICIAL DEL NUEVO PASO

Este Viernes 8 de Abril, Viernes de Dolores, tendremos nuestro tradicional ejercicio de la Corona Dolorosa, presidido por Nuestra Señora de Loreto sobre su nuevo paso procesional.
A continuación será la presentación oficial pública de dicho paso.

Finalizaremos el día, en nuestra sede social, disfrutando del mejor ambiente de convivencia, previa a una nueva Semana Santa.

 


viernes, 1 de abril de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 5º DE CUARESMA – CICLO C – (3-4-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 8,1-11


“En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:

- Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

- El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó:

- Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?

Ella contestó:

- Ninguno, Señor.

Jesús dijo:

- Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”


LIBERACIÓN Y PERDÓN

“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” Ese oráculo divino se encuentra en el texto del libo de Isaías que se proclama en este quinto domingo de Cuaresma (Is 43,16-21).

Lo antiguo era la esclavitud en Egipto y la asombrosa liberación que Dios había ofrecido a su Pueblo. Lo nuevo es el exilio que padece en Babilonia y la nueva liberación que Dios le promete. Si un día abrió a su pueblo un camino por el mar, ahora le abrirá un camino por el desierto.

La gratitud por el pasado ha de suscitar la esperanza de un futuro inmediato. La misericordia de Dios atraviesa los tiempos y da sentido a la historia. Con razón, el salmo da cuenta de la alegría de los liberados: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125).


UN DOBLE DESAFÍO

En el evangelio de este quinto domingo de Cuaresma se nos presenta el episodio de la mujer adúltera (Jn 8,1-11). Los escribas y fariseos traen ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio. No les importa la dignidad de la mujer. Sólo pretenden dirigir a Jesús un desafío. Ésta es la pregunta: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” (Jn 8,6).

Si el Maestro dice que hay que apedrear a la mujer podrá ser acusado de despiadado y se hundirá para siempre su fama de profeta misericordioso. Si no la condena, no merece el nombre de profeta y será denunciado por contradecir la Ley de Moisés, que imponía la lapidación como pena por el adulterio (Lev 20,10; Dt 22, 22-24).

Como ajeno a la pregunta, Jesús se inclina y escribe en el suelo. De hecho, trata de hacer conscientes de su pecado a los hombres que la acusan de pecado para poder lapidarla: “Aquel

de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra” (Jn 8,7). En el contexto evangélico, estas palabras son una interpelación a los que presumen de limpios e inocentes y se arrogan el derecho de acusar a los demás. Ese es el desafío de Jesús.


EL MAL Y EL PERDÓN

En la respuesta de Jesús a la “mujer sorprendida en adulterio” hay dos partes igualmente importantes para nuestro tiempo y para nuestra conciencia personal:

• “Tampoco yo te condeno”. Jesús establece una distinción definitiva entre el mal moral y la responsabilidad. El primero no siempre implica la segunda. A ese binomio dramático, Jesús añade su propio veredicto: el del perdón. Jesús ha venido al mundo no a condenarlo, sino a salvarlo de su mal. Del mayor mal, que es el pecado. Jesús es el mensajero y el testigo de la misericordia de Dios.

• “Anda y en adelante no peques más”. Jesús no ignora la realidad hosca del pecado. Aceptar a la persona no significa negar su libertad, ni equiparar el valor moral de todas sus decisiones, ni cerrar los ojos ante el dramatismo de sus tropiezos. Jesús no trivializa el pecado. Nunca ha presentado el mal como un bien. Pero invita a los pecadores a la conversión, a la confianza, al cambio de vida, a emprender un nuevo comienzo.

- Señor Jesús, demasiadas veces nos fijamos en el pasado. En el nuestro y el de nuestros hermanos. Sólo tú nos exhortas a mirar confiadamente hacia delante. En lugar de reprocharnos nuestro pasado, tú nos invitas a recobrar la esperanza en el futuro. Bendito seas, Señor. Amén.


José-Román Flecha Andrés.