sábado, 27 de julio de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 17º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (28-7-2019)

LUCAS 11, 1-13.

“En aquel tiempo, una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”». Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos”. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».”



Desde la redacción de los libros del Antiguo Testamento, entre los que se encuentra el Génesis, hasta la redacción del evangelio de Lucas, que estamos leyendo todos los domingos de este ciclo, han pasado tiempo, han pasado varios siglos, por eso notamos la diferencia entre las dos lecturas, pero, sobre todo, han pasado cosas trascendentales, como ha sido la llegada de Jesús que ha introducido en nuestro mundo, una nueva manera de relacionarse el hombre con Dios. Del sentido que pretendía manejar la divinidad poniéndola al servicio de nuestros intereses, de nuestros sentimientos y necesidades, (como pretendió Abraham a la hora de reducir el número de los buenos), llega Jesús y proclama que la buena noticia es que Dios no nos mira con ojos de justicia sino con los ojos de amor, si Dios nos tratara como nuestras acciones merecen, estaríamos al cabo de la calle, pero no, Dios nos trata con amor, es decir que Él está por encima de todo lo que son mis pecados, mis fallos, y mi falta de coherencia con lo que creo. El aceptar esta nueva realidad, debe cambiar mi manera de relacionarme con Él. El Dios de Jesús no comienza mirando que es lo que hago, si está bien o está mal, sino que comienza queriéndome y después ya mira lo que hago, que es completamente distinto.

De ese Dios Juez utilizado como bandera contra los injustos, contra los malos, que siempre son los otros, se pasa a la imagen de ese Dios Padre que nos quiere y nos conoce. Desde entonces esta nueva imagen de Dios se va abriendo paso poco a poco en nuestra mentalidad religiosa, en nuestra manera de relacionarnos con Él, con muchas oscilaciones, pero se va imponiendo esa imagen del Dios del perdón, del amor de Padre, de la misericordia entrañable y de la gratuidad total, que por otra parte era el Dios que Jesús no se cansó de presentarnos siempre.

En la lectura evangélica vemos como los discípulos le piden a Jesús que los enseñe a orar. La oración es un tema central en el hombre de fe. El punto de arranque de la oración siempre tiene que ser la realidad, lo cotidiano, con sus conflictos, sus alegrías y contradicciones. Orar no es huir de nuestros propios problemas, ni desentendernos del mundo. Es cierto que lo oración puede sosegarnos y tranquilizarnos; pero donde realmente podemos discernir su autenticidad es en la capacidad que la oración nos da, para cargar con la realidad, hacernos cargo de ella y afrontarla con valentía. La oración más que sacarnos de la realidad, no introduce más en ella, nos coloca más cerca de ella.

En la oración expresamos también nuestra indigencia y pedimos lo que necesitamos, pero con la convicción de que no nos encontraremos con Dios si no aceptamos que lo que pedimos al Señor puede que no se cumpla, por lo menos como nosotros queremos. Esto es muy importante.

Orar conlleva aceptar que la relación con Dios pasa por el desconcierto y el asombro. Orar es exponernos a escuchar la gran pregunta por parte de Dios, esa pregunta que hizo a Caín, después de lo que hizo con Abel, ¿Dónde está tu hermano? Es aceptar ese compromiso de Dios a favor de los más necesitados del mundo y de nuestro entorno: los enfermos, los que están solos. Orar es ponerse al lado de ellos.

Hacer oración es saber reconocer a Dios a nuestro lado siempre, por eso hoy nos preguntamos ¿cómo es nuestra oración?, ¿solamente en ella nos dedicamos a pedir las cosas que necesitamos? Nosotros también como los discípulos le decimos a Jesús: “Enséñanos a orar”. Enséñanos a orar para que dejemos de lado nuestros egoísmos, nuestra soberbia, y nuestras cosas, que no nos conducen a nada, que nos hacen pequeños y mezquinos.

En este domingo le pedimos al Señor que nos enseñe a hacer realidad, esa nueva relación que debemos tener con Él, o sea que lo consideremos como lo que por otra parte le decimos todos los días: Padre nuestro. Se lo pedimos al Señor, especialmente para nosotros, y lo hacemos al tiempo que recordamos a todos los que sufren, a los enfermos, o a los que están solos o a los que necesitan de nosotros.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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miércoles, 24 de julio de 2019

SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL – CICLO C – (25-7-2019)

MATEO 20,20-28

“En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:

- ¿Qué deseas?

Ella contestó:

- Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Pero Jesús replicó:

- No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?

Contestaron:

- Lo somos.

Él les dijo:

- Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquéllos para quienes lo tiene reservado mi Padre.

Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:

- Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.”



La escena nos es conocida. Una madre que movida por un amor apasionado a sus hijos, se acerca a Jesús pidiendo para Santiago y Juan los puestos de más honor y poder. Y la reacción inmediata de Jesús que trata de aclarar un grave malentendido: “No sabéis lo que pedís”.

Y es que el discípulo de Jesús es exactamente lo contrario de un hombre que busca poder y honor. El seguimiento a Jesús es el reverso del triunfalismo.

El cristianismo debe saber que sólo hay un camino para ser grande al estilo de Jesús. Y este camino no es el dominar, tiranizar y oprimir a los más débiles. Al contrario, es el camino humilde de quien sabe vivir en el servicio desinteresado a los demás.

El discípulo de Jesús debe saber que su grandeza no está en destruir y exterminar a sus enemigos, sino en saber sufrir e incluso morir como el Maestro, por fidelidad al Dios del amor.

Los malentendidos no han desaparecido. Curiosamente y por una de esas paradojas que suceden en la historia, se ha querido hacer de Santiago, el discípulo invitado por Jesús al servicio y al martirio, una especie de guerrero mitológico y poderoso, encargado de salvar a la patria contra sus enemigos, sirviéndose de un poder sobrenatural destinado a exterminar a los adversarios.

Digámoslo con claridad y firmeza. Hacer del apóstol Santiago un héroe al servicio de la espada y de la guerra es distorsionar gravemente lo que es un discípulo de Jesús.

Distorsión que puede explicarse en otras épocas y en otro contexto condicionado por formas de religiosidad más aberrantes. Pero, cuya utilización hoy no obedecería sino a intenciones muy alejadas del espíritu del evangelio predicado por el mismo apóstol.

Los cristianos tenemos que ir purificando nuestra religión de todo aquello que la falsea, la distorsiona y convierte nuestro cristianismo en caricatura del evangelio querido por Jesús.

No debemos caer ya en la tentación de mezclar lo político y lo religioso, para alimentar el triunfalismo que poco tiene que ver con lo que es la fe cristiana.

Y no creamos que es una tentación que acecha siempre a otros. Todos los pueblos corren el riesgo de manipular interesadamente la religión, Entonces, la comunidad cristiana llamada a ser comunidad de perdón, de fraternidad, de apertura y servicio a todos, puede degenerar en formas diversas de nacional-catolicismo que se alejan radicalmente de lo que debe ser una comunidad creyente.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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viernes, 19 de julio de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 16º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (21-7-2019)

LUCAS 10, 38-42.

“En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán».”

Tanto la primera lectura, como el evangelio que acabamos de escuchar nos ponen ante nuestros ojos una escena que debería ser bastante habitual en las relaciones entre nosotros, sobre todo, cuando invitamos a algún conocido a casa o cuando recibimos la visita de alguien.

Estaba Abraham junto a la encina de Mambré y de repente le aparecen a la puerta tres hombres, tres desconocidos, y él puesto en pié les recibe amistosamente y les pide que compartan con él un rato de descanso, algo de agua fresca, un trozo de pan y un poco de conversación. La actitud de Abraham en la lectura del Génesis, como la de Marta y María en el evangelio de Lucas, nos hablan hoy de saber recibir al otro, de ser acogedores, de ser hospitalarios, ¿son nuestras casas lugares de acogida?, ¿están abiertas las puertas para el que lo necesita?, o más bien, justificándonos en la experiencia, muchas veces real, desconfiamos de todos, y aquel dicho, “cada uno en su casa y Dios en la de todos”, es una realidad también cuando se trata de ser acogedor, de ser misericordioso con aquel que de verdad lo necesita?

Abraham no había ofrecido más que un poco de sombra, agua, pan y conversación. Pero una vez que aceptaron quedarse con él, se desbordó con los invitados, parecía que nada fuese bastante para aquellos hombres que él creía de paso por allí. Marta también, desbordada por el trabajo se queja porque su hermana no le echa una mano en el servicio, no la ayudaba nada. Estos gestos de generosidad tan desbordantes, no suelen ser pieza común entre nosotros, cuando vemos a alguien que desborda generosidad de esta manera, nos suele llamar la atención, y nos admiramos que haya gente así. Nos falta mucho de esa generosidad que nos enseña tan a menudo la Sagrada Escritura. Y hoy puede ser una buena ocasión para reflexionar sobre ello.

Abraham y María descubrieron lo que era más importante. El mejor de los regalos que podían ofrecer a sus invitados no era otra cosa que estar con ellos. No viene alguien a vernos y lo dejamos solo, mientras terminamos de hacer lo que teníamos entre manos, viene a estar contigo. Y ellos dos lo entendieron bien. Los cristianos deberíamos destacar también por la calidad de nuestro trato humano con las personas que nos rodean, conocidos o no. Deberíamos destacar por valorar a fondo la amistad, por ser generosos, por ser hospitalarios, por no hacer acepción de personas, por buscar lo más importante, que no es otra cosa que nuestros gestos hablen de amor. Y eso a veces se nos olvida metidos en tanto ajetreo como tenemos entre manos, olvidamos los detalles con las personas que tenemos cerca, en casa o el trabajo, o con las personas con las que nos encontramos a diario.

Dios pasó por casa de Abraham, Dios pasó por casa de Marta y María, y Dios continúa pasando hoy también, pasa por todos y cada uno de nosotros, pasa por nuestros corazones, por nuestros sentimientos, por nuestros pensamientos, por nuestras conciencias, pasa por todas las cosas que nos suceden: las buenas y las malas, pasa incluso por aquellos sitios en los que nos es muy difícil saber reconocerlo porque nos falta ese poco de fe que es imprescindible. Pasa por nuestras familias, por nuestros lugares de trabajo. No podremos verle físicamente como vemos las cosas que nos rodean, ni podremos tocarle como tocamos a las personas que queremos, eso nos gustaría, pero sigue pasando. Muchos nos dirán que hoy Dios está ausente, que no se le ve, sin embargo, no tienen razón, si no lo ven es porque no saben mirar bien. Los ojos de la fe (ojalá que sean así los nuestros) lo ven cada día en las cosas que hacemos, en las personas que queremos, en los que sufren, en los enfermos. Los ojos con que lo supieron ver tanto Abraham, como Marta y María.

Le pedimos al Señor que nos abra los ojos, para saber descubrirlo a diario y lo sepamos sentir cerca, a nuestro lado. Se lo pedimos hoy, en este domingo, al tiempo que recordamos a todos aquellos que sufren, a los enfermos, a los que están solos, a aquellos que por circunstancias dolorosas no pueden tener su tiempo de descanso, nos acordamos de ellos y pedimos por ellos.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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viernes, 12 de julio de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 15º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (14-7-2019)

LUCAS 10, 25-37.

“En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?». El letrado contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida». Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» El letrado contestó: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo».”



Lucas arranca este episodio aprovechando la pregunta de un maestro de la ley, acerca de qué es lo que debe hacer para salvarse. Recordemos que Jesús va camino de Jerusalén, los setenta y dos ya han vuelto de su misión, y Jesús antes de esta parábola ya ha hablado del amor debido a los demás y lo ha extendido también hacia los enemigos, entonces cuando Jesús habla ahora del amor al prójimo, incluye esta nueva dimensión del amor. Ante la buena pregunta del letrado ¿y quién es mi prójimo? Jesús le lanza la parábola tan conocida por todos del Buen Samaritano. Atendiendo a los personajes, nos encontramos con un hombre apaleado, que ha sido saqueado y que se encuentra medio muerto; un sacerdote, un levita que pasan de largo y un samaritano, que es quien a fin de cuentas, se ocupa de atender al malherido.

Vamos con ellos, el sacerdote y el levita ven al herido (no saben cómo está, lo ven de lejos, posiblemente pensaran que estaba muerto) y pasan de largo después de dar un rodeo. En la cultura judía el sacerdote y el levita, son los encargados de prestar servicios en el templo de Jerusalén, la propia ley declaraba impuros a aquellos que tenían contacto físico con un cadáver, y por lo tanto quedarían impuros y no podrían realizar su servicio en el templo, por tanto con su actitud no faltan a Dios, no faltan a la ley, pero no han pasado la prueba del amor al prójimo, la propia ley se lo ha impedido. El otro personaje es el samaritano (los samaritanos son los habitantes de Samaría, una de la regiones de Palestina, junto con Judea y Galilea). Los samaritanos, eran por cuestiones y rivalidades históricas enemigos acérrimos de los judíos, y por lo tanto, este samaritano sabe que al que está atendiendo es un judío, un enemigo suyo. Sin embargo, él sí que supera la prueba del amor al prójimo. Al sacerdote y al levita les pueden más la fidelidad a la ley que el amor debido. Al samaritano le puede más el amor al prójimo que las diferencias y rivalidades entre judíos y samaritanos.

Ahora Jesús pregunta a su interlocutor quién de los tres se ha portado como prójimo, a lo que responde sin dudar: el que practicó la misericordia con él. ¿Qué hay detrás de este mensaje de Jesús? Detrás de este mensaje hay una llamada de apertura hacia todos, una llamada a la universalidad, pero sobre todo, hay un no poner límites al amor, hay una llamada a la entrega, a la generosidad cuando se trata de compadecerse del mal ajeno, hay una llamada a ser misericordioso con todos, a salir al encuentro del que nos necesita, hay una llamada a amar al prójimo incluso cuando se trata de una persona que no nos resulta grata.

Y Jesús lo mismo que le dijo a aquel nos lo dice hoy a nosotros, si a nosotros, a los que nos atrevemos cada domingo a venir a escuchar su mensaje, porque lo consideramos importante para nuestra vida, y nos dice: “Anda, haz tú lo mismo”. Y me pregunto “Y, ¿quién es mi prójimo, ese con el que quiere el Señor que me comporte como el samaritano?”, ¿quién es? Quizá sea esa persona, o ese vecino al que llevo tanto tiempo sin saludar o dirigirle la palabra. – O ése que sé que necesita mi ayuda, y que constantemente se la estoy negando. – O ése familiar con el que me quiero reconciliar y no me atrevo a dar el primer paso. – O ése compañero de trabajo al que le estoy haciendo la vida imposible. – O ésa persona a la que constantemente maltrato con mis actitudes. – O mi mujer. – O mi esposo. – O mi hermano. – O mi hijo. ¿Quién es mi prójimo?, si nos damos cuenta son todos personas que están próximas a nosotros, porque prójimo significa próximo.

En estos casos la mayoría de las veces sobran palabras, teorías, excusas y estudios previos por nuestra parte, la realidad exige recursos, ayuda y cercanía amorosa y fiel. No hay que pasar de largo cuando lo que nos hace falta es demostrar amor al necesitado, no hay excusa que valga.

El Señor nos pide en este domingo que redoblemos nuestros esfuerzos a la hora de estar ceca del que sufre. Por ello le pedimos al Señor que Él nos ayude a superar nuestras diferencias, al tiempo que pedimos por lo que lo pasan peor que nosotros, por lo enfermos, los que sufren o los que están solos.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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sábado, 6 de julio de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 14º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (7-7-2019)

LUCAS 10, 1-12.17-20.

“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros”. “De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo». Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».”


La palabra de Dios, siempre es rica, siempre es sugerente, siempre tiene que comunicar algo, pero claro, primero hay que escucharla con atención y después dejarse interpelar por ella, dejar que llegue al corazón, tal y como es, sin pasarla por el tamiz de nuestra manera de pensar y de hacer, sin devaluarla y sin hacerla decir lo que nosotros queremos que diga. De ahí la importancia de que cada domingo, saquemos algún mensaje que pueda ser importante para nuestra vida, es verdad que hay domingos en los que la Palabra es un poco más complicada que otros, pero siempre se nos quedará algo, si nosotros queremos, si nosotros hacemos esfuerzos por comprenderla, y eso que se nos queda es lo que debemos llevar a la práctica, después, a lo largo de la semana.

¿Hemos escuchado con atención el evangelio de hoy? Permitidme entonces un ejercicio de imaginación. Todo lo que escuchen a partir de ahora se entiende que es algo inventado y que no es cierto, aunque a veces lo parezca, porque en vez de leer o escuchar una Buena Noticia, escuchamos y leemos mensajes que no tienen nada que ver con eso.

Desde este punto de vista perverso y malintencionado, el evangelio de hoy quedaría así: “En aquel tiempo obligó el Señor a otros setenta y dos y los mandó por delante, solos, a todos los lugares y pueblos a donde no pensaba ir él. Y les decía: A nadie importa la mies, por tanto, no os preocupéis por su destino. Salid cuando queráis, da igual hoy que mañana, no importa. Id a triunfar, a buscar una buena posición, proveeros de todo lo necesario para hacer un viaje cómodo y sin molestias. Parad y entreteneros cuantas veces os apetezca. No importa que se retrase vuestra misión.

Cuando lleguéis a una casa, examinad bien sus condiciones materiales, no vayáis a dar con vuestros huesos a un lugar indigno de vuestra dignidad, y no os fijéis en tonterías sobre el talante amable o la serenidad y el espíritu solidario de los que os reciben. Saludad y quedaros sólo si os sentís adulados y reconfortados en vuestro orgullo. No vaciléis en cambiar de alojamiento si descubrís uno mejor. Pedid lo mejor para vosotros y para los que os acompañen. No os intereséis por las penas de los que os hospedan, a vosotros que os importa.

Podréis curar a los enfermos, pero a cambio de algo que os venga bien, y dejad bien claro que el Reino de Dios es sólo para unos pocos elegidos, cuyos nombres sólo vosotros conocéis. Nada de salvación para todos, que luego algunos se ilusionan. Si llegara a ocurrir que en algún sitio no os reciban, tomádselo en cuenta y prometedle la condena eterna. Os autorizo a vanagloriaros de todo lo que consigáis como si fuera mérito vuestro. Estad alegres no por el bien que hagáis, sino por la cantidad de riqueza y personas que estarán en vuestro poder”.

Menos mal que nos habíamos puesto en plan de fantasear, porque esta reescritura del evangelio resulta bastante penosa de leer. En ocasiones hace falta llegar al extremo del ridículo para ver claramente lo cerca que estamos de esa realidad. Este texto de Lucas, tan rico en sugerencias para nuestra vida, resulta una vez reescrito de la manera como lo hemos hecho, el catálogo de todos nuestro errores. El reconocimiento humilde de nuestros fallos, nos acerca mucho más al mensaje de Jesús, porque solo el que reconoce sus errores demuestra espíritu de superación, y deseos de hacer mejor las cosas.

Que nuestra buena disposición y nuestro empeño humilde en mejorar, nos haga acercarnos al texto primero del evangelio, y no intentemos reescribirlo tal y como a veces lo hacemos. Que esta lectura nos anime a ser transmisores de la paz que el mensaje de Jesús quería llevar a todos los sitios, que esta lectura nos transmita la ilusión y las ganas de hacer bien las cosas que la Buena Noticia de Jesús quiere hacer realidad siempre.

Se lo pedimos al Señor para los que participamos en esta celebración, se lo pedimos para aquellos que han iniciado un merecido descanso, para que este tiempo les sirva para después iniciar con fuerza su actividad cotidiana. Y recordamos a los que están solos, o enfermos, a los que necesitan de nosotros y nosotros incomprensiblemente les damos de lado.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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lunes, 1 de julio de 2019

EUSEBIO CASTAÑEDA,ÚNICO CANDIDATO A PRESIDIR NUESTRA HERMANDAD

Una vez acabado el periodo de presentación de candidaturas a miembros de Junta de Gobierno,nos es grato anunciaros que el único candidato presentado a regir por 5 años el timón de nuestra Hermandad es nuestro hermano D. Eusebio Castañeda Sánchez .

Eusebio de 39 años de edad, es hermano de Loreto desde 1992.

En el año 2004 entra a formar parte en la Junta de Gobierno ocupando la responsabilidad de Vocal de la misma.

Ya en la Junta que tomó posesión en 2009 ocupó el cargo de Teniente Hermano Mayor .

Finalmente en la Junta de 2014 ocupa el cargo de Tesorero segundo hasta la actualidad.

Por sus conocimientos en ciencias religiosas y liturgia se ha estado ocupando estos años atrás también de la Delegación de Cultos y ha formado parte activa del equipo de Dirección de Cofradía.

Nuestro total apoyo y agradecerle su fundamental compromiso y cariño por su Hermandad.