sábado, 21 de marzo de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 4º DE CUARESMA – CICLO A – (22-3-2020)

Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1-41


“En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.

Y sus discípulos le preguntaron:

-«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»

Jesús contestó:

-«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

-«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

-«¿No es ése el que se sentaba a pedir?»

Unos decían:

-«El mismo.»

Otros decían:

-«No es él, pero se le parece.»

Él respondía:

-«Soy yo.»

Y le preguntaban:

-«¿Y cómo se te han abierto los ojos?»

Él contestó:

-«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. »

Le preguntaron:

-«¿Dónde está él?»

Contestó:

-«No sé.»

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.

Él les contestó:

-«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»

Algunos de los fariseos comentaban:

-«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban:

-«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

-«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»

Él contestó:

-«Que es un profeta.»

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

-«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»

Sus padres contestaron:

-«Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. »

Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

-«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. »

Contestó él:

-« Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo:

-¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?»

Les contestó:

-«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? »

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-«Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.»

Replicó él:

-«Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»

Le replicaron:

-«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-«¿Crees tú en el Hijo del hombre?»

Él contestó:

-«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dijo:

-«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»

Él dijo:

-«Creo, Señor.»

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-«Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.»

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-« ¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les contestó: -«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste».”



EL AGUA Y LA FE

“Anda, úngelo porque es este” (1 Sam 16,12). Esa es la palabra de Dios que saca al profeta Samuel de sus cavilaciones. Enviado por Dios a ungir en Belén al futuro rey de Israel, piensa que el candidato se ha de distinguir por su apariencia y su estatura. Pero no es así. El elegido por Dios es precisamente el hijo menor, que está fuera, cuidando las ovejas de su padre Jesé.

La unción del joven David por el profeta Samuel revela las predilecciones de Dios por los pequeños. Pero la unción es además un rito por el que la persona queda consagrada y apartada de la profanidad. Finalmente, la unción tiene un importante significado social: la persona es llamada a una misión y ha de cumplir con una responsabilidad.

El salmo responsorial del domingo 4º de Cuaresma nos recuerda que el joven pastor David es, en realidad, la imagen del único Pastor, que es el Señor (Sal 22). Por otra parte, la carta a los Efesios nos exhorta a abandonar las tinieblas que nos hacían andar a tientas y a caminar por el mundo como hijos de la luz (Ef 5,8-14).

EL ENVIADO

Tanto en el domingo pasado como en este la clave es precisamente esa vinculación de la luz con el agua. La Samaritana se encontró con Jesús en la plenitud de la luz y aceptó pedirle el agua que da vida eterna. Ahora es un ciego de nacimiento el que, ungido por Jesús con una mezcla de tierra y de saliva, encuentra en el agua la luz para sus ojos y para su vida toda (Jn 9,1-38).

Al ver al ciego, los discípulos preguntan si la causa de la ceguera es su pecado o el de sus padres. Es un resto de la mentalidad que consideraba la enfermedad como un resultado de la culpa moral. Andando los siglos, no siempre hemos logrado superar aquella presunción. Ante la muerte de un niño, muchos se escandalizan al pensar que no merecían tal “castigo”.

Jesús rechaza aquella antigua idea. Ante la situación del ciego, se manifestarán en él las obras de Dios. Y añade: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Unge los ojos del ciego y lo envía a lavarse en las aguas de la piscina de Siloé. De pronto el nombre habitual del canal cobra un nuevo sentido para indicar al “Enviado” por Dios para traer la luz a nuestra humanidad enceguecida.


CREER PARA VER

El evangelio incluye una serie de preguntas y respuestas entre los fariseos y el ciego, que parecen marcar el ritmo de una catequesis de iniciación cristiana. Un proceso que culmina en el diálogo de Jesús con el ciego ya curado.

• “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Esa es la pregunta clave para todo catecúmeno que accede a la fuente bautismal. Pero es también una pregunta inesquivable para todo el que desea sinceramente acercarse a Jesús.

• “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” La pregunta por Jesús requiere siempre información, pero sobre todo necesita una seria formación. Nadie puede llegar por sí solo a reconocer la identidad del Señor.

• “Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es”. La respuesta de Jesús incluye una referencia a los sentidos de la vista y el oído. La apertura sincera de la persona ha de conducir al que busca hasta el encuentro con el buscado.

• “Creo, Señor”. Según el evangelio, la fe ha curado a numerosos enfermos que se acercaban a Jesús. El padre del joven epiléptico que Jesús encontró al bajar del monte de la Transfiguración decía creer, pero todavía necesitaba crecer en la fe. El ciego curado cree simplemente.

- Señor Jesús, bien sabemos que no hay que ver para creer, sino que es totalmente necesario creer para ver. Es tu misericordia la que nos ha rescatado de nuestra ceguera. Pero ya que has querido curar nuestros ojos y nos has remitido al agua que los purifica, ayúdanos también a caminar siempre guiados por el resplandor de tu luz. Amén.

José-Román Flecha Andrés

No hay comentarios: