“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros”. “De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo». Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».”
La palabra de Dios, siempre es rica, siempre es sugerente, siempre tiene que comunicar algo, pero claro, primero hay que escucharla con atención y después dejarse interpelar por ella, dejar que llegue al corazón, tal y como es, sin pasarla por el tamiz de nuestra manera de pensar y de hacer, sin devaluarla y sin hacerla decir lo que nosotros queremos que diga. De ahí la importancia de que cada domingo, saquemos algún mensaje que pueda ser importante para nuestra vida, es verdad que hay domingos en los que la Palabra es un poco más complicada que otros, pero siempre se nos quedará algo, si nosotros queremos, si nosotros hacemos esfuerzos por comprenderla, y eso que se nos queda es lo que debemos llevar a la práctica, después, a lo largo de la semana.
¿Hemos escuchado con atención el evangelio de hoy? Permitidme entonces un ejercicio de imaginación. Todo lo que escuchen a partir de ahora se entiende que es algo inventado y que no es cierto, aunque a veces lo parezca, porque en vez de leer o escuchar una Buena Noticia, escuchamos y leemos mensajes que no tienen nada que ver con eso.
Desde este punto de vista perverso y malintencionado, el evangelio de hoy quedaría así: “En aquel tiempo obligó el Señor a otros setenta y dos y los mandó por delante, solos, a todos los lugares y pueblos a donde no pensaba ir él. Y les decía: A nadie importa la mies, por tanto, no os preocupéis por su destino. Salid cuando queráis, da igual hoy que mañana, no importa. Id a triunfar, a buscar una buena posición, proveeros de todo lo necesario para hacer un viaje cómodo y sin molestias. Parad y entreteneros cuantas veces os apetezca. No importa que se retrase vuestra misión.
Cuando lleguéis a una casa, examinad bien sus condiciones materiales, no vayáis a dar con vuestros huesos a un lugar indigno de vuestra dignidad, y no os fijéis en tonterías sobre el talante amable o la serenidad y el espíritu solidario de los que os reciben. Saludad y quedaros sólo si os sentís adulados y reconfortados en vuestro orgullo. No vaciléis en cambiar de alojamiento si descubrís uno mejor. Pedid lo mejor para vosotros y para los que os acompañen. No os intereséis por las penas de los que os hospedan, a vosotros que os importa.
Podréis curar a los enfermos, pero a cambio de algo que os venga bien, y dejad bien claro que el Reino de Dios es sólo para unos pocos elegidos, cuyos nombres sólo vosotros conocéis. Nada de salvación para todos, que luego algunos se ilusionan. Si llegara a ocurrir que en algún sitio no os reciban, tomádselo en cuenta y prometedle la condena eterna. Os autorizo a vanagloriaros de todo lo que consigáis como si fuera mérito vuestro. Estad alegres no por el bien que hagáis, sino por la cantidad de riqueza y personas que estarán en vuestro poder”.
Menos mal que nos habíamos puesto en plan de fantasear, porque esta reescritura del evangelio resulta bastante penosa de leer. En ocasiones hace falta llegar al extremo del ridículo para ver claramente lo cerca que estamos de esa realidad. Este texto de Lucas, tan rico en sugerencias para nuestra vida, resulta una vez reescrito de la manera como lo hemos hecho, el catálogo de todos nuestro errores. El reconocimiento humilde de nuestros fallos, nos acerca mucho más al mensaje de Jesús, porque solo el que reconoce sus errores demuestra espíritu de superación, y deseos de hacer mejor las cosas.
Que nuestra buena disposición y nuestro empeño humilde en mejorar, nos haga acercarnos al texto primero del evangelio, y no intentemos reescribirlo tal y como a veces lo hacemos. Que esta lectura nos anime a ser transmisores de la paz que el mensaje de Jesús quería llevar a todos los sitios, que esta lectura nos transmita la ilusión y las ganas de hacer bien las cosas que la Buena Noticia de Jesús quiere hacer realidad siempre.
Se lo pedimos al Señor para los que participamos en esta celebración, se lo pedimos para aquellos que han iniciado un merecido descanso, para que este tiempo les sirva para después iniciar con fuerza su actividad cotidiana. Y recordamos a los que están solos, o enfermos, a los que necesitan de nosotros y nosotros incomprensiblemente les damos de lado.
D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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