viernes, 31 de mayo de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR – CICLO C – (2-6-2019)

LUCAS 24, 46-53.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de los alto». Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”


Celebramos hoy el domingo de la Ascensión del Señor, podríamos preguntarnos ¿cuáles debieron ser las emociones que vivieron los discípulos al quedarse solos? Seguro que para ellos fueron momentos de tristeza e incertidumbre y quizá un poco de angustia. Tristeza porque el amigo se va, ese Jesús con el que habían recorrido los caminos de Palestina, al que habían escuchado su mensaje y visto sus gestos hacia las personas, con el que habían pasado buenos momentos: la boda en Caná, las visitas a su amigo Lázaro, pero también malos: el rechazo en algunos pueblos, la expulsión de los vendedores del Templo, los momentos de la cruz… eran muchas cosas vividas juntos. Un poco de angustia porque había que caminar quizá sólo con su recuerdo, sin acabar de entenderlo todo, y con muchas promesas de Jesús que no sabían bien en qué se concretarían.

La valentía, la creatividad y la hermandad son las nuevas características de los seguidores de Jesús. El riesgo es constante porque tendrán que abrir una brecha en el centro del judaísmo y prolongar su testimonio en medio de todas las gentes y culturas. Cada situación nueva estimulará su ingenio creativo, porque su convencimiento es pleno y la asistencia del espíritu es generosa. La fidelidad al mensaje les exigió adaptarlo a las nuevas situaciones. Primero transmitían el mensaje de boca en boca, después, de la transmisión oral se pasó a la escrita y aparecen los evangelios, las primeras cartas de Pablo a las comunidades que iba creando. La comunidad de creyentes se irá formando, creciendo, constituyéndose en Iglesia de Dios, fundamentada en la fe y en la palabra, en medio de dificultades, pero alentada por la presencia continua del Espíritu y de ese Jesús al que hoy ven partir.

En este tiempo de misión de la Iglesia, la presencia del Señor preside y acompaña a la comunidad de los suyos. Nos acompaña cada vez que nos juntamos a celebrar la fracción del pan los fines de semana. Cada vez que participamos en la Eucaristía, es como si Él quisiera recordarnos que está a nuestro lado, que quiere compartir lo que somos y lo que tenemos. Otra presencia nos transmite también la cercanía del Señor: la de las personas que nos necesitan. Para descubrir en ellos su rostro necesitamos mucha fe, mucho amor, y además tener un corazón abierto por los sentimientos de solidaridad hacia ellos.

Le pedimos al Señor que nos dé un corazón de carne que nos haga amar y sentirnos cercanos a todos aquellos que nos necesitan.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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