sábado, 25 de mayo de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 6º DE PASCUA – CICLO C – (26-5-2019)

JUAN 14, 23-29.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».”


La lectura primera del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos recuerda el tema del que hablábamos el domingo pasado, las dificultades de la primera Iglesia, de los primeros que siguieron a Jesús por la predicación de los apóstoles. El tema no era menor, sino todo lo contrario, era difícil, se trataba, como dijimos, de dilucidar si a los cristianos nuevos de fuera de los límites de Palestina, se les debían exigir las leyes de los judíos. El problema suscitó un verdadero enfrentamiento entre los mismos apóstoles, pues algunos estaban por la opinión de imponer las leyes judaicas, mientras que otros, entre los que destacaban Pablo y Bernabé, es decir, los que más habían logrado extender la doctrina de Jesús, veían claro lo contrario. La discusión provoca que se reúna, el que se puede conocer como el primer Concilio de la Historia de la Iglesia, el Concilio de Jerusalén. La reunión de los apóstoles resuelve a favor de las tesis de Pablo y Bernabé y es ahí donde la Iglesia romperá definitivamente con el judaísmo. La leyes de los judíos son para los judíos, el mensaje de Jesús es tan novedoso, es tan distinto a todo lo anterior, que tiene poco que ver con lo anterior, el mensaje de Jesús trae una novedad irrenunciable en cuanto a las relaciones de Dios con los hombres, en cuanto a las relaciones de los creyentes entre sí, y en cuanto a la idea de salvación.

Después de haber conocido a Jesús, Dios ha pasado a ser Padre y se relaciona con nosotros como sus hijos y desea que nosotros lo llamemos “Padre nuestro”, como así hacemos a diario, quizá sin darnos cuenta cada vez que rezamos el Padre nuestro. Jesús nos manifiesta el rostro amable de Dios, el Dios de la ternura, del perdón y de la acogida. Ante este Dios, aunque yo me ponga de rodillas para reconocer su grandeza y su dignidad, se puede permanecer de pie porque ha restablecido al ser humano su dignidad. Su mandamiento fundamental será el mandamiento del amor. Y todo esto, es verdaderamente novedoso, todo esto no aparece para nada en la doctrina del judaísmo tradicional.

El pasaje de San Juan que se nos ha propuesto en el evangelio para hoy pertenece al discurso de despedida en la última cena. El amor a Jesús produce en nosotros la comunión con Él y con el Padre, ese amor se manifestará en que guardemos su palabra. Cuando Jesús dice esto se encuentra con sus discípulos, Él está al lado de ellos, por eso les anuncia una nueva presencia para cuando se vaya, la venida del Espíritu. El mensaje de las escrituras en este sexto domingo de Pascua es muy importante, debemos estar alegres porque Jesús vuelve al sitio donde tiene que estar, al lado del Padre, una vez cumplida su misión, ese el lugar que le corresponde; pero a su vez no quiere dejarnos solos y nos promete la venida del Espíritu, el evangelio quiere motivar nuestra fe para que sigamos creyendo, y quiere mantenernos a la espera del Espíritu Santo que está por venir, el espíritu que nos trasmita esos dones tan necesarios para ser más auténticos y más comprometidos.

Ese Espíritu será el que nos lo enseñe todo, el que logre transformarnos definitivamente. Lo mismo que a los apóstoles los lanzó a anunciar sin miedos el mensaje del maestro, a nosotros deberá transformarnos interiormente para darnos la confianza y la autoestima suficiente, como para hacer realidad lo que celebramos y vivimos cada domingo. Por eso seguimos a la espera del día de Pentecostés, en el que ese Espíritu llegue sobre nosotros, como llegó sobre los apóstoles.

Pedimos por todos nosotros, por los que estamos aquí, pedimos por los más necesitados, por los que están solos, por los enfermos, especialmente por los que conocemos, por todos los que necesitan de nuestra presencia y nosotros les damos de lado.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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