“En aquel tiempo, proclamaba Juan: Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho a agacharme para soltarle la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre él como una paloma. Se escuchó una voz del cielo que dijo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto.”
* Jesús inicia su vida pública bautizándose. Jesús asume su misión y se mezcla con el pueblo, sin privilegios, sin distinción; con toda humildad se pone en la fila de los pecadores para bautizarse (sin necesitarlo), cumple con lo que Dios quiere, se hace solidario con los pecadores, les muestra y abre el camino de la voluntad de Dios, se bautiza en señal de consagración a Dios.
Señor, tú eres el único justo y yo el pecador. Que sepa escucharte y convertirme. Que tu Palabra no me entre por un oído y me salga por otro, sino que entre en mi vida y me transforme.
* Jesús, como uno más, se somete a las disposiciones que eran válidas para los judíos en esa etapa de la historia de la salvación. Y lo hace para mostrarnos que esa etapa que Él comienza, está en continuidad con la anterior. Juan Bautista es la figura que hace de nexo entre la Antigua y la Nueva Alianza.
Señor, que sepa obedecer y someterme a las disposiciones concretas que me tú me das y que me da mi Madre, la Iglesia.
* Dios se manifiesta designando a Jesús como “Hijo amado”, hijo de la divinidad, hombre y Dios; es investido para comenzar su misión por el Padre y el Espíritu Santo.
Nosotros somos hijos de Dios por adopción. Vivir el bautismo significa querer comportarnos cada día más como hijos de Dios, amar a Dios como padre.
En nuestro bautismo también recibimos este mensaje de Dios. Dios nos ama porque así lo quiere Él. No por lo que hagamos, sino simplemente por el hecho de existir, de ser como somos, a pesar de nuestras limitaciones. Esto nos permite vivir con seguridad, esperanza, ternura, compromiso; y esto ha de movernos a la acogida y aceptación de los demás, nunca a su rechazo; y a hacer el bien.
¡Gracias, Padre! No sé por qué, pero también yo soy tu hijo amado.
* Al abrirse el cielo vemos cómo Jesús, que está en relación continua con el Padre y el Espíritu Santo, quiere introducirnos a nosotros en la vida eterna a través de los sacramentos. Por medio de ellos Jesús se acerca a nosotros y nos transforma.
Los sacramentos son signos del amor de Dios y, si como un saludo, una caricia o un abrazo nos cambian de alguna manera porque nos hacen sentirnos acogidos y queridos, por los sacramentos Jesús nos transforma radicalmente; como dice el Papa Francisco "modifica así todas nuestras relaciones y nuestra forma de estar en el mundo".
* Por el sacramento del bautismo el Señor no sólo nos liberó de la esclavitud del pecado, sino que también nos llamó a una nueva relación con Dios. Por el sacramento del bautismo se nos comunica la vida divina, lo que llamamos la gracia. Esa gracia es lo que sana y perfecciona nuestra humanidad, es la que nos capacita para hacer el bien en nuestra vida. Pero esta gracia pide una respuesta personal.
Señor, en mi bautismo, obra de Dios, me limpiaste del pecado y me llenaste de gracia haciéndome tu hijo. ¿Soy consciente de lo que ese día hizo Dios en mí?
Este es un buen momento para renovar las promesas bautismales: ¿Creo en Jesús, le sigo, cumplo su voluntad?
* María, enséñame a escuchar la Palabra de tu Hijo como tú lo hiciste, con atención, obediencia y respeto, para que así cale mejor en mi corazón.
Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.
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