martes, 23 de diciembre de 2014

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR (25-12-2014)

*MISA DE MEDIANOCHE


El texto del evangelio es de Lc 2, 1-14 y dice lo siguiente:


“Salió un decreto del emperador Augusto ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador. El Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.


* La buena noticia, la gran alegría es la mejor de toda la historia: tu venida a la tierra para traernos la salvación. La vida de cada uno de nosotros está unida al Niño que nace en Belén, porque de él depende nuestra salvación. El hombre no puede dejar de estar vinculado a Dios, porque toda nuestra existencia depende de él. La Navidad nos llena de paz y de esperanza porque sabemos que Dios está cerca de nosotros y que ha querido compartir nuestra humanidad.


* Dios desea entrar en relación con el hombre y se manifiesta a los pastores, los primeros que conocen el nacimiento de Jesús, precisamente porque están atentos, en vela, custodiando el rebaño. Hay muchísimas cosas que pueden distraernos de lo esencial. Es fácil en estas fiestas tan señaladas ocuparnos en muchas cosas y olvidar lo que celebramos. Por eso debemos oír de nuevo que " un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" nos espera. Y este anuncio es una gran alegría para el que es consciente de que necesita ser salvado.

Debemos hacer como los pastores y animarnos para ir a Belén. La costumbre de las felicitaciones de estos días deben conducirnos a Belén, hacia Jesús que se acerca hecho un niño pequeño, para despertar el amor en nuestro corazón.

Los pastores, en el encuentro con el Niño, María y José, experimentaron la paz de la que habían hablado los ángeles. El encuentro con Jesús nos da esa paz.

Los pastores salen a contar a los demás lo que han visto, como también hacemos nosotros cuando vivimos según la paz y el amor que Jesús trae a la tierra.


* Los ángeles cantan "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor". Con esas palabras se anuncia que la bondad de Dios ha bajado hasta nosotros y esto nos trae la paz. El que mora en lo alto ha bajado a nuestro lado y nos ofrece su compañía.


* Jesús está envuelto en pañales. Se presenta indefenso ante nosotros para que nos atrevamos a acudir a él sin ningún temor. En su delicada fragilidad solicita nuestro amor. ¡Cómo no conmoverse ante quien no ha encontrado acogida entre los hombres y nace en un establo!


* Esta noche te alabamos y te damos gracias porque siendo Dios te haces hombre para que el hombre pueda ser hijo de Dios; te haces uno de nosotros para compartir tu peregrinar, para

enseñarnos el camino hacia Ti, para hacerte presente y cercano en nuestras vidas, para demostrarnos que nos amas.


* ¡Qué abismo de bondad y de amor hacia los hombres! Unámonos a la alegría de los que reciben al Señor que baja del cielo; festejemos la salvación del mundo.


* Que la paz que trajiste al mundo reine siempre en nuestros corazones, en nuestras familias y en la humanidad.


*MISA DEL DÍA


El texto del evangelio es de Jn 1, 1-18 y dice lo siguiente:


“En el principio ya existía la Palabra, y las Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.”

* La Palabra se hace carne. Dios se hace hombre. Jesús es el rostro humano de Dios.

No estamos ante un Dios que “juega” a ser hombre, o que se “disfraza” de hombre. Creemos en un Dios que se hace uno de nosotros, humano y hermano, y comparte nuestra suerte.

Señor, aunque mi inteligencia se resista a este misterio, ven a mi vida, acampa en mí y nunca me dejes.


* Nosotros que hemos recibido esta gracia, esta luz, estamos llamados a ser sus testigos en el mundo.

Señor, frente a las tinieblas del mundo, ilumina nuestros pasos con la luz de tu evangelio. Ilumina nuestras vidas.


* ¿Qué podemos temer a tu lado, compartiendo contigo nada menos que el ser hijos de Dios? ¡Por muchas vidas que tuviéramos, jamás podríamos agradecerte tanto como nos das!


* María, que los deseos de paz y bien que se despiertan en nosotros durante estos días, me lleven a querer amar más y mejor a tu Hijo Jesús y a mis hermanos.




Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.



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