“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-« ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.»
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”
“Levántate, brilla Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!” Nos resulta familiar este grito que se encuentra en el libro de Isaías (Is 60 1). Con él se abre la primera lectura de la misa en esta Solemnidad de la Epifanía del Señor. Jerusalén resplandece no por su propia luz, sino por la gloria del Señor que brilla sobre ella.
Jerusalén representa la tradición judía, la riqueza de la cultura hebrea, su historia leída a la luz de la fe, el tesoro de las escrituras santas. Todo eso ha sido dispuesto por Dios para iluminar a los pueblos. La elección de Israel es un privilegio, pero lleva consigo una misión universal. Los pueblos están llamados a caminar a su luz.
Ahora bien, el texto reconoce que también esos pueblos tienen sus riquezas. Si ellos reciben de Jerusalén la luz para el camino, también pueden darle un gran tesoro de experiencia y de sabiduría. Los camellos y dromedarios, el oro y el incienso representan todo lo que las otras culturas y tradiciones pueden aportar al diálogo de la salvación universal.
EL CAMINO DE LA FE
Ese texto profético sirve de cañamazo al relato evangélico de la llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2, 1-12). Los Magos, en primer lugar “representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él”, como ha escrito Benedicto XVI en su libro “La infancia de Jesús”.
Por otra parte, el episodio de los Magos nos recuerda que la presencia de Jesús en el mundo desencadena sentimientos encontrados. El nacimiento de Jesús suscita la búsqueda y el reconocimiento, la adoración y el don en el ánimo de los Magos. Pero suscita también en el corazón de Herodes la turbación y los celos, el rechazo y la voluntad de muerte.
En tercer lugar, el relato de los Magos nos presenta las mediaciones de la salvación. La aparición de la estrella nos recuerda que Dios se ha manifestado y se manifiesta a través de su creación.
La referencia de los escribas a un profeta nos indica la importancia de escrutar las Escrituras para hallar el camino que lleva al Rey y Pastor de nuestra historia y nuestra vida.
LA BÚSQUEDA DE LOS MAGOS
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. He ahí las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. Con ellas revela el evangelista la intención de todo el relato.
• “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Esa pregunta es ya un preámbulo de la fe. En su carta “La Puerta de la fe”, Benedicto XVI afirma que “muchas personas, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda… lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios” .
• “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. En esa frase se subrayan tres de los pasos del camino de la fe. El primero –la aparición de la estrella- no depende de nosotros. Pero es bueno saber que los signos de la salvación están ahí. El segundo paso nos lleva a mirar y relacionar los signos con su significado. Todo es huella de Dios. Y todo nos lleva a Cristo. El tercer paso es la adoración, que reconoce en Jesús al único Salvador.
– “Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo Unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe, poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.
José-Román Flecha Andrés
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