sábado, 17 de agosto de 2019

ELEVANGELIO DEL DOMINGO: 20º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (18-8-2019)

LUCAS 12, 49-53.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».”


Hay palabras de Jesús que, por supuesto, nosotros, y cualquier persona de bien firmaría y aceptaría sin vacilar, todo lo que dijo relacionado con el amor, la entrega a los demás, la cercanía con los desfavorecidos, el aceptar a todos incluso a los que no contaban para nada en su época. Pero hay otras que resultan extrañas, difíciles de entender, y que resuenan en nuestros oídos como de una forma rara. Una de estas pueden ser las que nos trae el evangelio de hoy, y son las que acabamos de escuchar: “No he venido a traer paz al mundo, sino división. En adelante una familia estará dividida… el padre contra el hijo y el hijo contra el padre”. Estas palabras, puesto que es un mensaje difícil, y aparentemente contradictorio con otras palabras suyas, están dichas, para facilitar que sus discípulos las recuerden fácilmente, y sepan en qué momento y cómo las dijo el Señor. A veces, cuando queremos transmitir algo que no pase desapercibido utilizamos formas extraordinarias, como para llamar la atención. En estas situaciones, como el evangelio de hoy, aparece un Jesús polémico que nos indica que los principios que él propone no tienen nada que ver con los nuestros.

Jesús, llamaba a la cosas por su nombre siempre, nos se andaba con medias palabras o medias verdades, como por ejemplo: haz esto, pero si no te apetece déjalo, o haz esto otro, si ves que esto otro te va a llevar mucho esfuerzo, no te preocupes si lo colocas en un segundo plano. Esta no era la manera de hablar del Maestro, este no era el modo de transmisión de su Buena Noticia. Por eso incomodó mucho, y a muchos, sobre todo a los que estaban demasiado seguros en las sociedad de su tiempo, a los codiciosos, a los que se consideraban perfectos, o se tenían por buenos. Por eso su menaje le acarreó tantos problemas y dificultades. Si echamos una ojeada al santoral, o sea a la vida de aquellos que lo siguieron de una forma especial, todo él está lleno de casos de personas que por su fidelidad a Jesús, su modo de vivir, les produjo más de una preocupación y más de un sufrimiento. O sea, que el mensaje de Jesús cuando se vive de una forma auténtica, con convencimiento pleno de lo que se hace, suele traer consigo problemas y dificultades para aquellos que lo cumplen con fidelidad. Y por aquí va el mensaje de Jesús en este domingo de agosto.

La división anunciada por Jesús, la confrontación por él prevista, se producirá porque su mensaje, su Buena Noticia, nos pone a cada uno, a cada uno de nosotros, ante la opción de elegir entre lo que Él nos dice y lo que nosotros desearíamos hacer. Este es el enfrentamiento y la división que el anuncia y no otro. El mensaje de Jesús me coloca en esta tesitura, tengo que elegir entre lo que él me pide, y lo que a mí me gusta. El tener que optar por una u otra cosa, no cabe duda, que me producirá más de un quebradero de cabeza, me producirá más de una división en mi interior. Y si además me encuentro o vivo con personas a las cuales este mensaje no les dice nada, ni les va ni les viene esa división y ese choque puede ser mucho mayor, cuando yo intento ser fiel.

El evangelio pretende ponernos en alerta a cada uno de los que queramos oírlo, ante la rutina y la poca importancia que damos la mayoría de las veces a lo que creemos, pretende ponernos en alerta ante la poca resonancia que tiene nuestra fe en lo que hacemos, cumplimos unas cuantas cosas, pero en otras muchas nuestra fe no es tenida en cuenta para nada.

Este es el mensaje de Jesús en este domingo, mensaje que nos anima a pensar y a reflexionar en nuestro interior, sobre nuestra dimensión de hombres y mujeres creyentes en este mundo nuestro, mensaje que no es que nos invite a ser héroes, pero sí a tomarnos más en serio lo que creemos y que empecemos reconociendo las cosas que no hacemos. Le pedimos al Señor que nos ayude a poco a poco ser cada día más fieles a lo que él nos pide a cada uno.

Se lo pedimos al Señor, y lo hacemos al tiempo que recordamos a todos los que están solos, enfermos, a los que no pueden tener tiempo de vacaciones por distintas razones, a los que necesitan de nosotros y nosotros seguimos sin hacerles caso y les damos de lado.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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