“En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino». Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.”
Los misterios celebrados y vividos en el tiempo de Navidad, han concluido con la fiesta del Bautismo de Jesús que celebramos el Domingo pasado y ahora, en el tiempo ordinario, asistimos al comienzo de su vida pública, y por lo tanto, al comienzo de su predicación y de su actividad pastoral. El Evangelio de San Juan nos ha presentado un pasaje conocido, la Boda de Caná donde Jesús comienza sus signos, comienza a manifestarse como el Mesías esperado. En este relato utilizando el símil del vino, se nos presenta lo nuevo frente lo antiguo, el vino nuevo es el mensaje de Jesús frente a las tradiciones de los judíos que es lo antiguo. Con la presencia de Jesús se inicia una nueva época, la época de la presencia salvadora de Dios como entrega de si mismo y como amor personificado del Padre; Dios ya no está lejos, sino que se hace realidad en Él. A partir de ahora, este Dios presente en Jesús es el que nos vamos a encontrar en sus dichos y hechos. Lo antiguo ha pasado, el judaísmo queda atrás, se abre una nueva etapa, una nueva época en la que Jesús es protagonista. Para comprender esa época tendremos que comprender y aceptar a Jesús. Este cambio no es aceptado por todos, muchos siguen prefiriendo el vino viejo, frente al nuevo, son aquellos que no aceptan la novedad de Jesús y se quedan con las viejas tradiciones y los viejos ritos.
Siguiendo con el ejemplo de la boda, la primera lectura nos presenta la relación de Dios con su pueblo. Es tan grande su amor hacia nosotros, que no tiene reparos en desposarse con nosotros: “Ya no te llamarán abandonada, a ti te llamaran mi favorita, porque el Señor te prefiere a ti. La alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo”. Esto acabamos de escuchar en la lectura del profeta. ¿Podremos entonces predicar una imagen de Dios que no sea la del amor total y gratuito, intenso hacia nosotros?, ¿Cómo pensar que nuestro Dios nos puede guardar rencor?, sólo tiene una explicación, porque nosotros trasladamos a Dios, nuestros propios sentimientos y nuestra propia manera de actuar y de ser, pero nuestro Dios nos es así. Es verdad que esa relación con Dios, exige que nosotros le devolvamos el amor que él nos tiene siendo fieles a nuestro compromiso, y esto es lo que de verdad tendría que preocuparnos. Yo tengo que responder a ese amor de Dios, amándolo a Él, y amando a las personas en las que él se manifiesta que son las que más cerca tengo de mí.
La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, nos introduce en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que comienza el día 18 y termina el día 25 con la fiesta de la Conversión de San Pablo. Es esta una celebración que pasa muy desapercibida entre nosotros, pero de una gran importancia para la vida de la Iglesia. A lo largo de la historia, los seguidores de Jesús, han hecho cosas que no están bien, hemos hecho cosas de las que hay que saber arrepentirse, hemos hechos cosas que nos responden a lo que Jesús hizo, y sobre todo a lo que Jesús nos dijo que teníamos que hacer. Uno de sus discursos que despedida que recoge el evangelista San Juan, pedía a los suyos que estuvieran unidos “Que todos sean uno”. Este testamento de Jesús no hemos sabido llevarlo a la práctica. Los que en la actualidad creemos en Jesús católicos, protestantes, anglicanos, ortodoxos no estamos unidos, somos muchos los que lo seguimos, pero lo hacemos desde Credos y confesiones distintos. Todos somos cristianos, todos tenemos como centro de nuestras vidas a Jesús, pero lo hacemos desunidos, no aceptando todos lo mismo en lo que dice relación con las verdades de fe. Por eso en esta semana se pedirá en todo el orbe cristiano para que poco a poco se vaya superando lo que nos separa y se consigan dar pasos por la unidad de todos, esto sólo se podrá lograr dejando de lado posiciones intransigentes.
Le pedimos al Señor, por todas estas cosas, para que el señor nos siga dando fuerzas a la hora de la construcción de un mundo mejor, más humano y solidario, pedimos los unos por los otros, especialmente por aquel que más lo necesite, pedimos por todos los que sufren, por los pobres, por los que están solos, sin nadie que los ayude en su soledad, pedimos por todos los que a nuestro lado nos necesitan y nosotros les damos de lado.
D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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