viernes, 28 de diciembre de 2018

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA – CICLO C – (30-12-2018)

LUCAS 2, 41-52.

“En aquel tiempo, los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.”


El domingo siguiente a la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Hay muchas imágenes de la familia de Nazaret, quizá demasiadas, que no reflejan fielmente la realidad de la misma, lo que es cierto es que su realidad no fue lo que se puede considerar como idílica, o carente de dificultades o de problemas. Sigamos las sagradas escrituras.

En la genealogías de Jesús, donde se relacionan sus antepasados, hay algunos que no son nada convencionales, las cuatro mujeres que aparecen Tamar, Rut, Rajab y Betsabé la mujer de Urias el soldado traicionado por David de la que nació Salomón, todas ellas se encontraron en algún momento fuera de lo que era la estructura de la familia normal, y sin embargo Jesús es también hijo de ellas lo mismo que es de Abraham o de Jacob los grandes patriarcas del Antiguo Testamento.

Sigamos con su concepción. Según la costumbre judía María y José estaban unidos en matrimonio legalmente ratificado. Antes de llegar a vivir juntos sucedió que María se quedó embarazada. José sabía que no podía ser su padre. Su embarazo parecía el resultado de un comportamiento adúltero. Siendo él un hombre justo, recto, observante de la ley, se encontraba en un dilema. Según la ley su mujer tenía que ser lapidada hasta morir. Ante esto ya sabemos la decisión que tomó el santo José.

Después llega su nacimiento. José tiene que dejar su casa junto a María en estado avanzado de embarazo. Tienen que cumplir con el decreto del emperador César Augusto para que todo el mundo se censara en la ciudad de sus antepasados. Lejos de casa, sin habitación para ellos en las posadas, se refugian en una gruta o establo donde nace su hijo y lo tienen colocar en un pesebre, porque no había sitio para ellos en el albergue.

Al poco tiempo de nuevo viven otra experiencia de desplazamiento. Acosados por Herodes deben huir a Egipto. De donde regresan después de la muerte de éste y se instalan en la región de Galilea en la ciudad de Nazaret.

El evangelio de hoy, Lucas nos presenta a Jesús en el Templo con doce años. Después de la fiesta de Pascua el niño se queda atrás discutiendo con los expertos en las Sagradas Escrituras, haciendo caso omiso de los temores de sus padres. Después de buscarlos de forma angustiosa durante tres días, le hacen la pregunta con cierto reproche y la respuesta de Jesús no parece tener demasiada compasión.

Sin embargo si hay un relato fantástico donde aparecen trazos de su vida en común. Es la escena anterior al relato del texto de hoy. El ella Lucas nos cuenta como los padres llevaron al niño a Jerusalén, como ellos ofrecieron sacrificios dos tórtolas o dos pichones, porque al ser el primogénito según la ley de Moisés debe ser presentado al Señor. Como se encuentran con el venerable Simeón y escuchan desconcertados lo que este hombre decía del niño, y después de acabar con lo que les dijo, Simeón los bendijo. La joven pareja arropada por la bendición de este sabio noble anciano, recibiendo su oración y siendo recordados ante Dios los dos juntos. No es María sola la que aquí es bendecida, son María y José, los dos preparados para el cuidado de su hijo.

Jesús creció en el seno de esta familia Galilea y recibiría de ellos, durante los años decisivos de su desarrollo el conocimiento de un Dios compasivo y liberador según aparece en las escrituras hebreas.

He querido describir, con lo pocos datos que tenemos, como fue la vida de lo que nosotros llamamos Sagrada Familia. Lo mismo que ella tuvo problemas y dificultades, de todo tipo, las familias cristianas o no de hoy también los tienen, diferentes pero también los tienen y eso lo sabemos todos, más los que tenéis familia. Ellos supieron mantener firme y transmitir a su hijo la fe en ese Dios, que nos quiere, que quiere que seamos felices, que nos estimula al trabajo constante, y que quiere que seamos solidarios los unos con los otros, sobre todo con los que lo pasan peor.

Recordamos hoy de forma especial a todas las familias, las nuestras, y a las que peor lo pasan, las rotas por el desamor y la violencia, para que la Iglesia siempre sea una madre que acoge y perdona.


D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.

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