Hoy sábado 30 de noviembre, la Misa de siete de la parroquia será aplicada por nuestros hermanos difuntos y fallecidos del Ejército del Aire, en especial por nuestros hermanos Dolores Simonet Álvarez y Antonio Berro Flores, fallecidos en el presente año.
REFLEXIÓN: El culto a los muertos se practica en todas las civilizaciones y en todas las religiones. La muerte, con su trágica realidad, no puede romper los lazos de sangre, de amor, de cariño y de amistad que se han ido entretejiendo entre los miembros de una misma familia o grupo. La oración por los muertos se apoya en un texto del libro segundo de los Macabeos (cap. 12), que relata la lucha de los judíos contra Antioco Epifanio, uno de los sucesores de Alejandro Magno. Unos soldados habían muerto en una batalla y bajo su túnica encontraron objetos consagrados a los ídolos, realizándose un sacrificio expiatorio por este pecado de idolatría, dado que Judas, su jefe, creía en la resurrección de los muertos, de lo contrario hubiera sido inútil rezar por ellos. Los cristianos católicos (y por consiguiente también las Cofradías) hemos recibido esta herencia, con la mirada puesta en una realidad nueva: la vida de los que han muerto en Dios. Nuestra fe afirma que Cristo murió y resucitó. Su vuelta del lugar de los muertos no pertenece al terreno de la imaginación. Ha resucitado y no es un fantasma, es el mismo que antes de su muerte. A los que creen en Él, Cristo les da una vida nueva: "Os aseguro que quien cree tiene vida eterna" nos dice a través del Evangelio de Juan (cap. 6). Esta vida eterna comienza a partir de ahora mismo y alcanzará su plenitud cerca de Dios. ¿En qué momento preciso?. El día y la hora son un secreto de Dios en el que no podemos penetrar. Todo lo que se debe hacer es velar y estar preparado, como nos recuerda el Evangelio del próximo domingo. Así pues la resurrección del Señor es prenda y signo de la resurrección a la que todos los que creemos en Él estamos llamados De esta manera, pensamos que todos los que creen en Jesucristo son solidarios entre sí: los que permanecen en la tierra con los que ya están en el cielo y con los que esperan su total purificación. Por eso la Iglesia practica la oración en favor de los muertos como signo de solidaridad, de respeto y de esperanza. Siguiendo nuestra fe, los vivos oramos para que los fallecidos se purifiquen en contacto con Dios. Y los muertos presentan a Dios las preocupaciones y deseos de los vivos. No se trata de entrar en comunicación con los muertos, como dicen que sucede en las sesiones espiritistas, sino de creer que en Dios la vida no termina: sólo se transforma. La Iglesia recuerda esta seguridad de diferentes maneras, siendo la principal la celebración de la Misa. En ella la muerte de los creyentes se asocia a la de Cristo y por tanto también a su resurrección. Con la certeza de que nuestros hermanos y familiares fallecidos gozan ya de la presencia eterna de Dios, acudamos a la Eucaristía que por el eterno descanso de sus almas celebrará nuestra Hermandad hoy.
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