Os traemos,en el día de hoy,un extracto del III Pregón de la Juventud Cofrade de la jerezana Hermandad de la Sagrada Mortaja pronunciado, el año pasado, por nuestro hermano Selu Montes Letrán en donde se hace bella referencia a nuestra Madre :
"Todos tenemos un rincón del corazón dedicado a lo que más se quiere. El sudario de nuestras penas y alegrías,nuestros tinos y desaciertos, el sudario de nuestro carácter, nuestra esencia…, el “Sudario de lo nuestro”. Algo así es lo que me pasa con el sudario de Loreto. El enésimo sudario de Jerez, el sudario de San Pedro, el sudario de la Albarizuela, el sudario de la calle Morenos, mi otra Mortaja. El sudario de mis horas, mis desvelos, el sudario de toda una espera, el sudario de mi devoción, el sudario de mis otras dos niñas, mis otras dos flores: Loreto y Estrella, dos luceros tales que no acierto a describir adecuadamente lo que signican en mi vida…¿Qué os digo, mis dulces Reinas, que no os haya dicho ya? ¿Qué te digo a ti, Loreto, Reina y Madre de bondad,de tu casa de San Pedro, que subida en tu altar, entre tanta soledad, no aciertes a adivinar?
Loreto. Mística Rosa,
Azucena. El cielo abría
a su Madre Dolorosa,
San Pedro, al ver que ascendía
en actitud tan gozosa
causando nuestra Alegría.
Regresa al Trono, gloriosa,
la Soledad de María.
Su mano porta el Rosario,
pendiendo las Letanías
de su bordado santuario.
Descansa, en paz y armonía,
sobre la cruz, un sudario,
tras soportar su agonía.
Vence al dolor del Calvario
la Soledad de María.
De espaldas a una tortura,
firme y sin fuerzas se erguía
un madero de amarguras
que de tristeza crujía
al matar a un alma pura.
Aguarda su Madre pía.
Contempla su estampa oscura
la Soledad de María
Rosa, aromática flor,
que incluso al nacer tardía
su perfume, con fervor,
obsequia en grata cuantía,
mostrando su entrega amor
en señal de cortesía,
agradeciendo su olor
la Soledad de María.
Y Loreto revira, poco a poco, izquierda a’lante, derecha atrás, hasta encarar la puerta principal de su Parroquia de San Pedro, que es su Santa Casa en nuestra ciudad, con la cruz bajada por completo, aún cimbreante al son que la mecía le va mar-cando. Su mirada gacha, sus manos divinas que, entre sus dedos, sostienen una corona de espinas, símbolo de soberanía y martirio,en una Semana que agoniza expirando en los últimos compases del Viernes Santo, agonizando como agoniza mi pregón."
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