viernes, 29 de abril de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 3º DE PASCUA - CICLO C – (1-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19


“En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

- Me voy a pescar.

Ellos contestan:

- Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

- Muchachos, ¿tenéis pescado?

Ellos contestaron:

- No.

Él les dice:

- Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:

- Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice:

- Traed de los peces que acabáis de coger.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

- Vamos, almorzad.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Él le contestó:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Él le contesta:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice:

- Pastorea mis ovejas.

Por tercera vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si le quería y le contestó:

- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis ovejas.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió:

- Sígueme.”


VOLVIENDO AL PRINCIPIO

La primera lectura que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Hech 5, 27-41) resume en muy pocas frases algunas convicciones que mueven a los evangelizadores que anuncian el mensaje de Jesús en todo tiempo y lugar.

• “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Muy poco significan las prohibiciones humanas cuando se está dispuesto a dar la vida por el mensaje de Cristo.

• “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús”. La fe en la resurrección de Cristo es la fuente de la que brota el coraje para anunciar el evangelio.

• “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen” El testimonio comunitario de los creyentes es animado por la fuerza del Espíritu.

• “Los apóstoles salieron…contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. La alegría y la fuerza de los mártires será siempre un desafío.

Contra toda apariencia y contra toda persecución, los testigos de Cristo podrán cantar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29).


LOS MISMOS GESTOS

El evangelio que hoy se proclama nos invita a recuperar el ideal primero. De hecho, nos lleva a las orillas del lago de Galilea. Allí había encontrado Jesús a sus discípulos primeros. Y allí vuelve el Resucitado para reunir a los dispersos y desalentados.

• De nuevo los discípulos pasan por la experiencia de una noche de pesca infructuosa. Y por la gozosa experiencia de una amanecida en la que la obediencia al Señor llena sus redes con una enorme cantidad de peces.

• De nuevo, el Señor toma el pan y el pescado y se lo da. De nuevo se repiten los gestos venerables que significan y hacen visible su misericordia. Y, sobre todo, su entrega personal a sus discípulos.

• De nuevo Jesús, se dirige a Simón con una palabra ya sabida: “Sígueme”. Se repite la misma invitación de aquella vez, cuando lo encontró realizando sus tareas de pescador en aquella ribera.


Y EL MISMO ENCARGO

Pedro había prometido fidelidad a Jesús, una inquebrantable fidelidad y lo había negado tres veces. El Resucitado no reprende su traición. Viene a confiarle una misión.

• “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. En la triple pregunta de Jesús hay una cierta gradación. Es como si el Maestro fuera bajando el tono para ajustar sus deseos a las posibilidades y la fragilidad de su apóstol.

“Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Y así es. Jesús conoce los sentimientos de Simón. Conoce sus ímpetus y sus caídas. Pero sabe que sólo amamos a aquellos de los que todavía esperamos algo. Y él espera al menos ese afecto de su discípulo.

• “Apacienta mis corderos y mis ovejas”. En otro tiempo le aseguró una tarea de pescador de hombres. Ahora le confía una responsabilidad de pastor de su propio rebaño. Ese rebaño por el que el Pastor bueno ha entregado la vida. Tal es su confianza.

- Señor Jesús, Tú sabes que también nosotros te queremos. Perdona nuestras traiciones y ayúdanos a seguirte con fidelidad y a ser testigos de tu misericordia. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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