jueves, 27 de marzo de 2014

REFLEXIÓN EN EL SEGUNDO DÍA DEL QUINARIO (26-3-2014)

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Continuamos el quinario dedicado a la Virgen Dolorosa, a la Virgen de Loreto en su Soledad. En este quinario estamos contemplando diversos momentos de su soledad, de su compasión que, como dijimos ayer, se une a la pasión de Cristo. Y esto debe ayudarnos a pasar nuestra propia pasión, también unidos a la de Cristo, que, como la suya, debe culminar en la resurrección.

Hoy analizamos otro momento del calvario de María, que, como dijimos ayer, empieza con su "fiat", en el instante de la anunciación. Y para ello reflexionamos sobre el pasaje evangélico de la huída a Egipto (Mt 2, 13-18), que dice lo siguiente:

"Cuando se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: --Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, donde residió hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta: Llamé a mi hijo que estaba en Egipto. Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores; según el tiempo que había averiguado por los magos. Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías: Una voz se escucha en Ramá: llantos y sollozos copiosos, es Raquel que llora a sus hijos y rehúsa el consuelo porque ya no viven".

Decía un filósofo que la vida humana es una navecilla que surca las olas en un mar que no siempre está en calma.

Es muy duro para los navegantes poder aguantar en medio de una borrasca o de una galerna. Así es nuestra vida, y muchas veces las borrascas que se nos presentan las consideramos como una desgracia o fatalidad. Eso debe ser así para los paganos pero no para nosotros. Nosotros, en esos momentos, sólo debemos hablar de la Divina Providencia, que es la que rige nuestra vida aún en la tempestad. Para una persona de fe no existe el destino.

En este pasaje evangélico encontramos una nueva tempestad que tuvo que pasar la Virgen, y poco después de la alegría del nacimiento de su Hijo. Después de un momento de gozo viene otro de sufrimiento. Esta es también la paradoja de nuestra vida: luces y sombras, pero siempre dentro del plan amoroso de Dios.

Cuando se aparece el ángel a José, su sobresalto al igual que el de María tuvo que ser enorme; y seguidamente comienzan la huída a una tierra extranjera. Ya se hace aquí realidad la profecía de Simeón: aún tan pequeño, con escasos dos años, se convierte en motivo de persecución.

Herodes el Grande, grande sobre todo por su crueldad, quería destruir a Cristo por miedo a perder su poder. Esta historia continúa hasta nuestros días.

La Virgen, en este episodio pasó una triple pena: la humillación del destierro aunque era el Hijo de Dios, la incomodidad de tener que trasladarse a una tierra desconocida, y el miedo por si eran cogidos y mataban a su Hijo.

Podemos intentar asomarnos nosotros a este momento de su pasión:

- sufrió el destierro en una tierra extranjera, al igual que el pueblo de Israel;

- al enterarse de la matanza de los inocentes lloró por sus hijos, como Raquel en la profecía de Isaías.


Pero no es sólo éste el destierro de María, también sufre el destierro constante de su Hijo a lo largo de la historia.

Hay tantos Herodes que han querido destruir a Cristo, que han perseguido a los inocentes que dieron su vida por Cristo.

Nuestra sociedad tiene sus "Herodes":

- quiere una nación atea, con una moral que no esté basada en Dios; y cuando quitamos a Dios de en medio el pecado acampa a sus anchas;

- desprecia a la familia que necesitamos para crecer sanamente;

- quita a Cristo de los colegios, que deberían ser ejemplo de lo contrario;

- quita a Cristo del arte, de la literatura, del cine...,

y así nos encontraremos una sociedad corrupta.

Cuando ocurrió el atentado del 11-S, hicieron una entrevista a una periodista católica cuyos padres murieron en ese atentado. La pregunta que se le formuló fue: ¿usted que es creyente, cómo puede seguir creyendo en Dios después de esta tragedia?, o lo que es lo mismo: ¿dónde estaba Dios cuando ocurrió esto?. (Esta es la pregunta que se hace el hombre cuando le llega el sufrimiento). La respuesta de la periodista fue la siguiente: precisamente este hecho me ha ayudado a acrecentar mi fe, Dios no se ha ido, somos nosotros quienes le hemos echado, y esto que ha ocurrido es la consecuencia de echar a Dios de nuestra sociedad.

El odio, la venganza, el ponerme por encima de los demás..., esta es la soledad que se crea cuando no tenemos a Dios.

Cuando se echa a Cristo de la política, de la cultura, de la vida..., nuestra sociedad se convierte en la sociedad de la muerte.

Los hermanos de Loreto debemos proclamar que sí queremos tener a Cristo en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad..., y debemos decirle (como los discípulos de Emaús) "quédate con nosotros que la noche está cayendo".

Pedimos hoy a la Virgen de Loreto que no nos deje nunca apartarnos del Señor; que el Señor aumente nuestra fe y nos ayude a ver su providencia sobre todo en los momentos de dolor.

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