sábado, 11 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN EVANGÉLICA DE LA FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DE LORETO

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Ofrecemos hoy a los hermanos que no hayan podido asistir, la reflexión evangélica de la Festividad de la Virgen de Loreto.

La predicación de este día está basada en el relato evangélico correspondiente a Jn 2, 1-11, de las bodas de Caná.

El predicador, en primer lugar nos indica que hoy celebramos la fiesta de la Casa de la Virgen, actualmente en la ciudad italiana de Loreto; y nos recuerda cómo en las reflexiones del Triduo hemos visto que la casa de la Virgen:
1º es su propio cuerpo, donde Dios pone su morada,
2º es su familia, donde Jesús vivió y se educó, y
3º es la casa del apóstol Juan, que la recibió tras la muerte de Jesús, y a quien la Virgen enseña a vivir la fe, a rezar y a celebrar la eucaristía.

Hoy damos un paso más y vemos que la Casa de la Virgen también es ésta, nosotros, que somos los continuadores de la primera comunidad cristiana. Nosotros estamos haciendo lo mismo que esa primera comunidad cristiana: estamos reunidos con la Virgen, rezando, escuchando la Palabra, y celebrando la eucaristía. Esto es lo que todos debemos descubrir, que la Iglesia es la Casa de la Virgen.

Analizando la Iglesia, vemos que el gran desafío de hoy es que los jóvenes entren en ella. En la sociedad actual está de moda decir “yo creo en Dios pero no en la Iglesia”, o también “yo creo en Dios pero no en los curas”. “Pues yo tampoco creo en los curas”, nos dice nuestro predicador, porque nunca se ha tenido que creer en los curas sino en la Iglesia. Somos cristianos porque creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu, y en la Iglesia.

Por lo tanto debemos sentirnos Iglesia, precisamente ahora que hay tanto rechazo a la misma.

Rechazo que, si existe puede ser porque algo hemos hecho mal los cristianos. O bien porque se rechaza simplemente por su aspecto externo: la Iglesia es una sociedad humana con fallos de las personas que la forman. De esto último tenemos muchas veces la culpa las cofradías por la imagen de la Iglesia que damos. Un ejemplo son los enfrentamientos entre miembros de una hermandad, o las típicas disputas entre el capataz y el hermano mayor, que encima pueden verse agravados por los periodistas. Ésta es la imagen de Iglesia que estamos dando. Por eso, es muy importante que no olvidemos nunca que los cofrades actuamos en nombre de la Iglesia.

También se rechaza el aspecto externo de la Iglesia cuando las personas se fijan en los pecados de los pastores, como los últimos casos denunciados de pederastia; o porque aparece como una institución machista gobernada por hombres, donde se supone que las mujeres lo que hacen es “limpiar el altar” (como vimos en las misas del Papa en su reciente visita a España). Asimismo se rechaza la historia de la Iglesia, el Tribunal de la Inquisición, sobre todo por parte de los que se dicen progresistas. Sin embargo nos podemos preguntar a nosotros y a los demás: “¿pero es que soy yo el culpable de la Inquisición?”.

Todo esto ocurre porque se desconoce lo que pasa en el interior de la Iglesia, lo que pasa aquí esta noche, lo que sentimos interiormente, es decir, que aquí está el Señor entre nosotros, y, por último y de forma intencionada, se desconoce la santidad.

En la Iglesia tenemos meteduras de pata, sacerdotes indignos, católicos cuya actitud no es modélica..., pero, al fin y al cabo somos la única institución en el mundo que pide perdón públicamente, como ha hecho el Papa en múltiples ocasiones. Todavía no conocemos ningún presidente de Naciones Unidas que haya pedido perdón por algunos de sus muchos errores, por ejemplo.

Sí, es cierto que reconocemos nuestros pecados, pero ¿dónde está todo lo bueno de la Iglesia?

Veamos varios casos. En Granada, salió de la cárcel un hombre con sida, lo pusieron en la puerta y le dijeron que se buscara la vida. ¿Quién lo recibió? Una Hija de la Caridad.

En Mozambique, varias religiosas denunciaron que estaban matando a niños para traficar con sus órganos, y esas religiosas fueron asesinadas. Sólo lo publicó el periódico El Mundo.

En Costa de Marfil, ante la peligrosa situación que se vive, la embajada llamó a unos misioneros para preguntarles si querían volver a España. Ellos respondieron que no dejan a esas personas solas, ahora que es cuando más los necesitan.

Muchos más ejemplos como éstos se podrían enumerar. Y siempre encontraríamos la misma tónica: la Iglesia no presume de lo que hace. Sin ir más lejos, en Cáritas de esta parroquia se atienden a 60 familias, en la parroquia del Perpetuo Socorro (la del predicador) a 80 familias. El día que Cáritas se cierre hay un grave problema de orden público; pero esto no está de moda decirlo.

Sin embargo, el momento en el que mejor queda patente la verdad y el misterio de la Iglesia es en la Eucaristía, el signo por excelencia de los cristianos, como nos dicen las lecturas de hoy.

En la primera lectura, el profeta Isaías nos anuncia que Dios nos va a dar una señal. Actualmente, esa señal, el signo más evidente de la santidad de la Iglesia es la eucaristía. La eucaristía es lo que hace que la Iglesia exista, es el mejor testimonio que como católicos podemos dar a la sociedad.

Ya en el Evangelio, en el pasaje de las bodas de Caná tenemos otro signo evidente de la santidad de la Iglesia y del plan de Dios para nosotros: Jesús convierte el agua en vino. ¿Cómo puede suceder esto? El evangelista San Juan, con este signo, pretende poner el acento en lo esencial de la fe cristiana. Reflexionemos un poco en esto: si nosotros abrimos el grifo, esperamos que salga agua, no que salga vino. Y si sale vino nos llevamos un susto. Dios ha creado las cosas de forma estable: el agua tiene que ser agua, y el vino tiene que ser vino. En el fondo, nos gustaría que al abrir un grifo saliera vino pero eso nos haría estar con la incertidumbre de no saber lo que va a salir del grifo cuando lo abramos. Y las cosas son como son, y así las ha creado Dios. No podemos hacer que salga vino del grifo cuando nos convenga porque no somos dioses. Esto no significa que Dios nos haya hecho mal, sino que no somos divinos. Somos seres humanos, y, por lo tanto, limitados. Pero aunque Dios no nos hizo dioses, hay que aceptar que merece la pena todo lo que Él hizo. Cuando lo aceptamos así descubrimos los signos que Dios nos da.

Así pues en Caná de Galilea no hay milagro sino signo. Veamos: había seis tinajas vacías de 100 litros cada una, que pesarían una barbaridad aún estando vacías. Jesús dice a sus amigos que las llenen de agua. Pero no se podían sacar afuera en un momento para llenarlas, sino que había que llenarlas llevando poco a poco el agua entre todos. En esto consiste el signo que Jesús quería hacerles ver, que si todos se implicaban llenándolas, Él pondría lo que faltaba, es decir las convertiría en vino; pero era necesaria la colaboración de todos. La conversión del agua en vino solo fue posible porque todos ayudaron y se implicaron con la necesidad de los novios.

María dice en Caná “haced lo que Él os diga”, y eso era lo que ella había hecho  toda su vida. Éste es el desafío de la Iglesia; cada vez que celebramos la eucaristía estamos haciendo lo que Él dice, estamos colaborando con Él, nos está dando fuerzas y siempre sabiendo que Dios no nos pide lo que no podemos.

Ante esto ¿cuál es la misión de los cofrades? Colaborar para que sea realidad la belleza de la Iglesia, para que la Iglesia sea la esposa adorada de Jesús. Todos empezamos, por ejemplo, limpiando la plata, sin olvidar que es necesario frotar mucho para que brille la Iglesia, y terminamos siendo miembros comprometidos de la Iglesia. Si no cuidamos la eucaristía y amamos a la Iglesia ¿qué cofrades seremos?.

El cardenal Ratzinger, antes de ser Papa, escribió un libro titulado “Por qué permanezco en la Iglesia”, y en respuesta a ese interrogante daba tres razones:
1.- porque sin Iglesia Jesús no tendría sentido,
2.- porque ser cristiano por libre es muy difícil, y
3.- porque sólo se transforma aquello que se ama y yo la amo.

En conclusión, debemos sentirnos en la Iglesia como en la casa de la Virgen.
Embellezcamos la Iglesia de Jerez cuando salgamos a la calle el Viernes Santo, y siempre demos testimonio de nuestra fe, anunciemos la palabra y hagamos brillar la Iglesia Universal.


El Equipo de Formación.


1 comentario:

Macol dijo...

Felicito al grupo de formación por lo bien organizado que ha estado el Triduo en todos los sentidos: liturgia, cantos, participación. Gracias al buen trabajo de nuestra "redactora de reflexiones" y al "administrador" de esta maravillosa página, muchos hermanos han podido disfrutar de los mensajes que el Padre Francisco nos ha regalado.