sábado, 27 de junio de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 13º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (28-6-2020)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,37-42


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».”


MISIÓN Y HOSPITALIDAD

“Un día pasaba Eliseo por Sunem y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y siempre que pasaba por allí iba a comer a su casa” (2Re 4,8). Así comienza la primera lectura que se proclama en este domingo decimotercero del tiempo ordinario. El texto continúa con la referencia a dos datos importantes.

• En primer lugar esta mujer de Sunem sugiere a su marido preparar en la casa una habitación, para que el profeta Eliseo pueda hospedarse allí cuando pase de camino.

• En segundo lugar, Eliseo recompensa aquel gesto de hospitalidad con una solemne promesa: “El año que viene, por estas mismas fechas abrazarás un hijo”.

La mujer practica la hospitalidad con un profeta y él profetiza que el premio será el don de la vida. Con razón podemos “cantar eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88).

El cristiano sabe que su fidelidad al Señor no quedará sin recompensa: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8). A la hora del premio, Jesucristo no puede ser menos generoso que el profeta Eliseo.


UNA FAMILIA UNIVERSAL

En el evangelio que hoy se proclama continúa el llamado “Discurso del envío” (Mt 10,37-42). Jesús no desprecia la familia humana. Pero, con un lenguaje interpelante establece una jerarquía de valores que incluye la radicalidad de la llamada.

La importancia de los lazos familiares pone de relieve esa mayor generosidad que exige el seguir al Maestro. Sin embargo, Jesús ofrece a sus discípulos la hospitalidad de una nueva familia universal que ni siquiera conocen todavía.

• “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”. He ahí una promesa que abre un espléndido horizonte a quien ofrece hospedaje al misionero, identificado con Jesús y con su Padre celestial.

• “El que recibe a un profeta… tendrá recompensa de profeta, y el que recibe a un justo tendrá recompensa de justo”. Es verdad que el amor auténtico florece en el terreno de la gratuidad. Pero Jesús no olvida pregonar la gratitud que alcanzará la hospitalidad.


LA PÉRDIDA Y EL HALLAZGO

Todo el texto evangélico juega con las paradojas y las contraposiciones. Evocar lo que se deja ayuda a subrayar el valor de lo que se encuentra. Los que tratan de seguir a Jesucristo no pueden olvidar ese contraste, esa trasmutación de los valores que proclaman sus palabras:

• “El que encuentre su vida la perderá”. Hay una avaricia que se manifiesta en abrazar con ansia todo lo que uno ha tratado de conseguir. Todo eso en lo que habitualmente se coloca la

comodidad o el prestigio. Pero a fin de cuentas se descubre que ni la codicia genera dignidad, ni la traición al ideal comporta la felicidad.

• El que pierda su vida por mí, la encontrará”. A veces hay que optar por un bien que no siempre parece razonable al observador. Si esa decisión acucia al investigador o al que entrega su vida por intentar defender a otra persona, mucho más relevante es para quien entrega su vida por Cristo y su mensaje.

- Señor Jesús, tú nos llamas a seguirte con generosa radicalidad. Bien sabemos que los bienes que dejamos no dejan de ser bienes. Pero tú nos ayudas a comprender el bien incomparable de vivir tu vida y de entregar la nuestra por ti. Bendito seas, Señor.

José-Román Flecha Andrés

viernes, 19 de junio de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 12º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (21-6-2020

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,26-33


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.

Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».



LA VIDA Y SU SENTIDO


“Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos” (Jer 20,13). Así termina la primera lectura que se proclama en este domingo duodécimo del tiempo ordinario. Antes hemos oído que Jeremías escuchaba los comentarios amenazadores de sus vecinos. Trataban de delatarlo, de atraparlo y de vengarse de él.

Esa situación no es exclusiva de Jeremías, La experiencia repetía en su pueblo que nadie es profeta en su tierra. También fuera de ella, quien anuncia la verdad y denuncia la mentira será acusado de no respetar el orden establecido. En algunos lugares el mensajero de la justicia es directamente asesinado. En otros, se comienza por declararlo “persona non grata”.

Muy oportunamente, en el salmo responsorial se nos invita a repetir una súplica cargada de confianza: “Que me escuche tu gran bondad, Señor” (Sal 68). Que nos alcance la gracia que Dios nos otorga por Jesucristo, como nos dice san Pablo (Rom 5,12-15).


EL MIEDO Y LA LIBERTAD

La persecución aparece también en el evangelio que hoy se proclama (Mt 10,26-33). El texto forma parte del llamado “Discurso de envío”. Los discípulos de Jesús han de saber que la misión no va a ser fácil. En las exhortaciones de Jesús hay una advertencia y un aviso

• Jesús advierte a sus discípulos que no han de tener miedo a los hombres, porque lo oculto y escondido llegará a saberse un día. Así que han de estar dispuestos a pregonar a la luz del día lo que Jesús les ha ido enseñando en privado.

• Jesús avisa a sus discípulos de que no han de temer a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Así que han de saber valorar el tesoro de su libertad. La vida es importante, pero no deben ponerse en el peligro de perder el sentido último de la vida.

Las palabras de Jesús son una invitación a anunciar el mensaje con decisión y libertad. El mensajero podrá perder la vida en la misión, pero nadie puede arrebatarle el gozo de haber sido elegido para llevarla a cabo.


LA CONFIANZA Y LA FIDELIDAD

De todas formas, habrá ocasiones en las que los discípulos de Jesús se preguntarán si merece la pena arriesgar tanto por la misión que les ha sido encomendada. Jesús parece intuir ese titubeo y responde con una parábola y una promesa.

• Todos conocen el precio de los gorriones que se venden en la plaza por una moneda insignificante. Pero de todos ellos se cuida el Padre. Con más razón se cuidará de los que han

sido elegidos por Jesús. Hasta de sus cabellos lleva cuenta Dios. Así que han de caminar y vivir alimentando la confianza.

• A lo largo de la misión, los enviados tendrán ocasiones de dar testimonio de su Maestro y ocasiones para renegar de él. Tendrán que aprender a optar. Y recordar que un día el Señor los reconocerá o los ignorará según su comportamiento. Así que han de caminar y vivir manteniendo la fidelidad a la llamada.

- Señor Jesús, te agradecemos que nos hayas elegido para continuar tu misión en la tierra. Nos has recordado la atención que nos presta “nuestro Padre” y nos anuncias el premio que “tu Padre” concederá a nuestra lealtad. Ayúdanos a descubrir el sentido de la vida y a entregarla por ti si es preciso.

José-Román Flecha Andrés

viernes, 12 de junio de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – CICLO A – (14-6-2020)

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

“En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

- «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Disputaban los judíos entre sí:

- «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo:

- «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».”



EL DON DE LA EUCARISTÍA

“Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer esos cuarenta años por el desierto… Él te afligió haciéndote pasar hambre y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no solo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios” (Dt 8,2-3).

En los discursos del Deuteronomio se invita a Israel a la fidelidad al Dios de la liberación. En este caso se le recuerda el maná que sostuvo su dura peregrinación por el desierto. Aquel alimento había de ser una prueba del amor y de la providencia de Dios hacia su pueblo. Aún así, lo invitaba a reconocer el valor de la palabra de Dios.

Ante la indiferencia de algunos cristianos de Corinto hacia las necesidades de sus hermanos, san Pablo les recuerda que el cuerpo y la sangre de Cristo son fuente y estímulo de unión: “El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1Cor 10,17).


ALIMENTO Y CAMBIO

El evangelio que se proclama en esta fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo recoge una parte del discurso que, después del reparto de los panes y los peces, Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm (Jn 6, 51-58). En él sobresalen dos temas importantes.

• A la Samaritana, Jesús se revelaba como el que puede dar el agua de la vida. Ahora se revela como el pan vivo que da la vida. Sólo él puede calmar nuestra sed y saciar nuestra hambre. La carne y la sangre del Hijo del Hombre resumen su persona, su vida y su enseñanza. Son verdadera comida y verdadera bebida. Ahí está la verdadera vida y la promesa de la resurrección.

• Jesús revela que su Padre vive y él vive por el Padre. Del mismo modo, quien se alimenta de Cristo, vive de Cristo, por él y en él. Como escribió Benedicto XVI, “no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; nos atrae hacia sí” (Sacramentum caritatis, 70).


RECUERDO Y ESPERANZA

En el discurso de Jesús hay una evocación del maná que alimentó a los hebreos. Y hay una promesa sobre la vida que comporta el alimento que Cristo es para el creyente.

• “Este es el pan que ha bajado del cielo”. Los creyentes en Jesucristo no despreciamos el pan que nos viene de la tierra y del trabajo humano. Pero recibimos y agradecemos como un don impensable el Pan que nos ha venido del cielo, es decir de la bondad divina.

• “No como el de vuestros padres que lo comieron y murieron”. Los seguidores de Jesús valoramos el camino de nuestros hermanos hebreos hacia la libertad. Pero sabemos y creemos que Cristo es el nuevo maná que alimenta nuestro camino de liberación.

• “El que come este pan vivirá para siempre”. Los cristianos estimamos los deseos de vida y de progreso integral de todos nuestros hermanos. Pero creemos que el cuerpo y la sangre de Cristo son semilla de una vida que no tiene fecha de caducidad.

- Señor Jesús, agradecemos y veneramos el don de tu Cuerpo y de tu Sangre. En ellos recordamos tu entrega, aprendemos a entregarnos por los demás y a vivir esperando tu manifestación gloriosa.

José-Román Flecha Andrés.

sábado, 6 de junio de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD – CICLO A – (7-6-2020)

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-18


“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.”



LOS DONES DE DIOS

“El Señor, el Señor: un Dios clemente y misericordioso, paciente, lleno de amor y fiel” (Ex 34,7). Así se presenta y se califica el mismo Dios en un momento especialmente dramático.

Adorando a un becerro de oro, el pueblo de Israel había quebrantado la alianza que Dios le había dispensado. Al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, Moisés lanzó contra las rocas las dos tablas de piedra en que estaban escritos los mandamientos.

Ahora Moisés vuelve a subir al monte Sinaí con las nuevas tablas de piedra, que sustituyen a las antiguas. El Señor se muestra benigno, compasivo y dispuesto a renovar la alianza. A Moisés solo le queda pedir al Señor que acompañe a su pueblo, aunque sea un pueblo obcecado.

Al final de la primera carta a los Corintios, san Pablo desea que el Dios Trinidad derrame sobre los fieles tres dones sagrados: la gracia de Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo (2Cor 13,11-13).


LA CONDENA

El evangelio que se proclama en esta fiesta de la Santísima Trinidad recoge una parte de los comentarios que el evangelista añade a las palabras que Jesús dirige a Nicodemo (Jn 3,16-18). En este breve texto llaman la atención las alusiones a la condenación.

• “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo”. Es bueno comenzar con esa afirmación. La misión de Jesús no tiene por objeto la condenación de este mundo. Bastaría saber que Jesús pasó por el mundo haciendo el bien.

• “El que cree en él no será condenado”. La fe en Jesucristo no se reduce a la afirmación de algunas verdades abstractas. Tampoco se limita a regular algunos ritos o ceremonias. Creer en Jesús es aceptarlo como Salvador. ¿Cómo va a ser condenado quien se identifica con él?

• “El que no cree en él ya está condenado”. Nadie será condenado por no haber creído en Jesucristo. El mismo rechazo del Salvador ya es en sí mismo una lamentable condenación. Lo penoso de rechazar su Luz es haber elegido vivir en la tiniebla.


Y LA SALVACIÓN

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). La primera parte del texto evangélico de hoy es un maravilloso ventanal que nos abre al horizonte de los grandes dones de Dios:

• El amor de Dios al mundo.” ¿Es que Dios puede dejar de amar al mundo que ha creado para derramar sobre él su bondad? El amor de Dios sostiene el mundo material y, más aún, el mundo social en el que nos insertamos.

• La entrega de Jesús y la fe. Si el amor de Dios se muestra en la creación y en la providencia, se revela sobre todo en el envío de su Hijo. Creer es aceptarlo como Señor y Salvador de nuestra existencia.

• La vida eterna. La vida es el primero de los dones de Dios. La vida humana ha de ser acogida con gratitud y responsabilidad. Pero saber que nuestra vida puede ser eterna en Dios es el mayor premio a esa fe, que también nos ha sido dada.

- “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”.

José-Román Flecha Andrés.
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