sábado, 29 de febrero de 2020

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA DE 2020


«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.

El Misterio pascual, fundamento de la conversión

La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Exhort. ap. Christus vivit, 117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cf. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.

Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.

Urgencia de conversión

Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene.

De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.

Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.

La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos

El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros. En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta «poner a Dios contra Dios», como dijo el papa Benedicto XVI (Enc. Deus caritas est, 12). En efecto, Dios ama también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48).

El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.

Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo

Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.

Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado en Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers, con el objetivo de contribuir a
diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. PÍO XI, Discurso a la FUCI, 18 diciembre 1927). También lo será el ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.

Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14).

Francisco
Roma, junto a San Juan de Letrán, 7 de octubre de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 1º DE CUARESMA – CICLO A – (1-3-2020)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 1-11

“En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.

Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo:

-«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»

Pero él le contestó, diciendo:

-«Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."»

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:

-«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."»

Jesús le dijo:

-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."»

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:

-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»

Entonces le dijo Jesús:

-«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."»

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.”



LA TENTACIÓN

“¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín? Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal” (Gén 3,1.5). Los primeros capítulos del Génesis crean muchos problemas de fe a las gentes. Bastaría fijarse en su estilo parabólico. Y ver que solo en las fábulas hablan los animales.

El discurso de la serpiente es engañoso. En él se encierran dos grandes cuestiones que inquietan a los hombres de hoy. En primer lugar se presenta a Dios como aquel que prohíbe la realización humana. Y en segundo lugar, se suscita en la persona el deseo de decidir por su cuenta la esencia del bien y del mal.

Está en juego la imagen misma de Dios. Y, en consecuencia, se plantea la cuestión de la identidad y de los poderes del hombre. Así que la tentación no es una frivolidad.

En la carta a los Romanos, san Pablo presenta a Jesucristo como el nuevo Adán (Rom 5,12-19). Si el primero refleja nuestro coqueteo con el mal, que nos lleva a creernos dioses, el segundo nos revela la grandeza del bien, que consiste en aceptar a Dios como Señor.


LAS TENTACIONES DE ISRAEL

En el evangelio de este primer domingo de cuaresma se lee todos los años el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. El texto tomado del evangelio de Mateo evoca las tentaciones del pueblo de Israel. De ellas recibimos orientación para afrontar nuestras propias tentaciones.

• Pretender que las piedras se conviertan en panes evoca el hambre que el pueblo peregrino padeció en el desierto y el don del maná y las codornices (cf. Ex 16). Pero Jesús sabe que el hombre no vive solo de pan.

• Proponer a Jesús que se arroje desde el alero del templo, recuerda que el pueblo sediento tentó a Dios, al pensar que Dios estaba contra él (cf. Ex 17, 1-7). Pero Jesús advierte que nunca se debe tentar a Dios.

• Ofrecer a Jesús los tesoros de todos los reinos del mundo, nos muestra de nuevo el espectáculo del pueblo que decidió adorar a un becerro de oro (cf. Ex 32). Pero Jesús proclama que solo a Dios se debe adorar.


LA PALABRA Y SUS VALORES

En el relato de las tentaciones de Jesús se contraponen constantemente la humanidad y la debilidad de Jesús, que siente hambre; y la imagen y la majestad de Dios, a quien es preciso escuchar. Por eso se repite hasta tres veces la solemne apelación a la palabra divina.

• “Está escrito”. Así responde Jesús. No basta el pan de cada día, por necesario que sea. Hace falta alimentarse de la Palabra de Dios.

• “Está escrito”. Dios es nuestro Padre, compasivo y misericordioso. Pero tienta a Dios quien se expone al peligro y lo convierte a él en un fácil salvavidas

• “Está escrito”. Los tesoros y la magnificencia de todos los reinos nos fascinan. Pero a nada y a nadie debemos la adoración que solo Dios merece.

- Señor Jesús, es verdad que tú resumes el camino de tu pueblo. Pero sabemos y creemos que has asumido también nuestra propia suerte. Ayúdanos a mantenernos fieles a la palabra de Dios. Y a luchar para que nuestro mundo se fundamente en los valores que nos han sido revelados. Amén.

José-Román Flecha Andrés

martes, 25 de febrero de 2020

MIÉRCOLES DE CENIZA – CICLO A – (26-2-2020)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,1-6.16-18


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará."



Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección.

La liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.

El profeta insiste en la conversión interior: «Volved a mí de todo corazón». Regresar al Señor “con todo el corazón” significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.

Aquel “volved a mí de todo corazón” no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocatoria dirigida a todos: «¡reunid al pueblo, convocad a la asamblea, congregad a los ancianos, reunid a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!».

El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.

Justamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces): «Tened cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos… cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas… Cuando ores, no lo hagas como los hipócritas… a ellos les gusta orar de pie… para ser vistos… Cuando ayunes, no pongas cara triste, como hacen los hipócritas».

Cuando se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para obtener una satisfacción. Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto».

Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: «les suplicamos en nombre de Cristo: dejaos reconciliar con Dios». Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. De hecho, el Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros cuando sobre la cruz cargó con nuestros pecados, y así nos rescató y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el «momento favorable».

Con esta conciencia, iniciamos confiados y gozosos el itinerario cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la victoria en la Pascua de Resurrección.

José-Román Flecha Andrés.
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sábado, 22 de febrero de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 7º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (23-2-2020)

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-48

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».”


PERFECTOS COMO EL PADRE

“No odiarás de corazón a tu hermano…No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estas normas forman parte de una amplia lista de prescripciones morales y cultuales. El libro del Levítico les otorga la máxima autoridad al presentarlas como un mensaje de Dios a Moisés (Lev 19,17-18).

Así pues, el texto contiene dos prohibiciones y una exhortación. Ya son importantes esas limitaciones al odio y a la venganza. Con ellas podrían funcionar bastante bien una familia y una aldea, una ciudad y un país. ¿Y por qué no la comunidad internacional?

Pero el mensaje divino va más allá. Dios pide a los miembros de su pueblo que amen a los demás como a sí mismos. Eso significa que hay que aprender a amarse a sí mismo. Y hay que ver al otro como una proyección de uno mismo. No es fácil. Pero habrá que tratar de ensayar ambas propuestas.

El salmo 102 sugiere un buen motivo para actuar de esa forma. El Señor es compasivo y misericordioso. Y eso basta. Tratar de imitar el modo de ser de Dios no debería sonar como un peso o una carga, sino como el más grande de los honores.

DEL ODIO AL AMOR

El evangelio que hoy se proclama forma parte del Sermón de la Montaña (Mt 5, 38-48). Poco antes, Jesús nos revela el sentido positivo de tres preceptos aparentemente negativos: No matar, no adulterar y no jurar. Hoy se añaden otros dos preceptos.

• “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo diente por diente”. Esa famosa norma del talión no era un permiso para la venganza. Era una restricción de la venganza salvaje que reivindicaba Lamec, descendiente de Caín. Pero Jesús aconseja romper la espiral de violencia y ser generoso en el servicio a los demás.

• “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. El amor estaba ya prescrito en el libro del Levítico. Aborrecer al enemigo era la regla y el estilo de algunas comunidades tan fanáticas como radicales. Pero Jesús aconseja terminar con los enemigos por el sencillo expediente de amarlos.


NI PECADORES NI PAGANOS

¿Qué razones pueden movernos a pasar de la indiferencia a la cercanía y del odio al amor? No podemos darnos por satisfechos con un premio terreno por nuestro buen comportamiento. Jesús enuncia dos motivos importantes.

• Es preciso superar los criterios y las actitudes de los paganos, y los pecadores. Estos aman a los que comparten su suerte y sus ideales. Pero el seguidor de Jesús ha de tratar de superar ese nivel de comportamiento. Ha de amar aun a los enemigos.

• Es preciso ir más allá de lo socialmente admitido, de lo políticamente correcto. Hay que aprender a remar contra corriente. Y eso no para esperar un premio terreno. Sino porque así es como se comporta Dios. ¿Hay algún motivo más alto?

- Señor Jesús, para exhortarnos amar a nuestro prójimo, aunque nos haya hecho mal, tú pones ante nuestros ojos la imagen del Padre celestial. Él hace salir su sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos. Que tu Espíritu nos ayude a imitar la bondad y el amor del Padre. Amén.

José-Román Flecha Andrés.
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sábado, 15 de febrero de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 6º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (16-2-2020)

Lectura del santo evangelio según San Mateo 5, 17-37

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.

Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.” Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir “si” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.”



LA VERDADERA JUSTICIA

“Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad”. Así comienza el texto del libro del Eclesiástico que hoy se proclama en la primera lectura de la misa (Eclo 15,16). Esas palabras fueron escritas para ser leídas en una comunidad judía que estaba en contacto con la cultura griega o helenista.

En aquella cultura aparentemente tan libre las gentes se consideraban dirigidas por el destino. Así que era necesario recordar el valor de la voluntad y de la libertad humana. El texto continúa de forma más concreta: “Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras. Delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”.

Con razón el papa Juan Pablo II subrayó estas palabras en su encíclica “El esplendor de la verdad”. En nuestra sociedad se insiste tanto en los condicionantes de la persona que se niega su libertad y su responsabilidad. Siempre que la persona no sea la víctima de la irresponsabilidad de los demás. Porque entonces, claro que se supone la libertad del que falló.


MANDATOS Y VALORES

Para el mensaje bíblico, lo que importa es ajustar nuestra voluntad a la voluntad del Señor, como canta el salmo 118. Eso nos hará realmente libres. Y esa convicción no ha sido negada por Jesús.

Al contrario. Jesús no vino a abolir los mandamientos de la Ley, sino a ayudarnos a descubrir su sentido más profundo (Mt 5,17-37). El evangelio de este domingo ofrece tres ejemplos, en los que los mandatos desvelan la importancia de los valores humanos:

• No basta con “no matar”. Hay que descubrir el valor de la vida. Es preciso respetar la vida de los demás, pero también su honor. Eso nos exige estar dispuestos a perdonar al hermano y a fomentar la fraternidad.

• No basta con “no cometer adulterio”. Hay que fomentar el valor de la fidelidad, Para eso hemos de vivir unas relaciones interpersonales que reflejen la limpieza del corazón y promuevan el respeto mutuo.

• No basta con “no jurar en falso”. Hay que amar el valor de la verdad. Y vivir de forma tan coherente y diáfana que baste con decir “sí” y “no” para ser creídos por los demás y para promover una cultura que admita la seriedad de la palabra dada.


IMPORTANCIA Y GRANDEZA

Este texto se sitúa en el marco del Sermón de la Montaña, que se abre con las bienaventuranzas de Jesús. Aquellos ideales de vida no se oponen a estos valores éticos. Al contrario. Ambas proclamas indican el verdadero camino de la felicidad.

• “El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos”. La importancia verdadera no la dan el tener, el poder, el placer o la impostura. Conviene no equivocarse.

• “Quien cumpla estos preceptos y los enseñe será grande en el reino de los cielos”. La verdadera grandeza se consigue por el aprecio y la promoción de esos grandes valores humanos que son tutelados por los mandamientos. Conviene estar bien orientados.

- Señor Jesús, Tú has querido enseñarnos el camino de la verdadera justicia. Es decir, el modo de “ajustarnos” a la voluntad de un Dios que nos ha creado para esa felicidad, que es el resultado de la fidelidad. Gracias por tu orientación y por tu luz. Amén.

José-Román Flecha Andrés.
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jueves, 13 de febrero de 2020

I JORNADA FORMATIVA CURSO 2019/20

Convocatoria de la delegación de cultos para este Sábado 15 de Febrero


CURSO DE INICIACIÓN AL DORADO Y ESTOFADO

El próximo 29 de Febrero a las 10:30 realizaremos en nuestra casa hermandad un curso de iniciación a dorado y estofado impartido por Dña. Isabel Santiago

Si estás interesado contacta con el tlf 665906494 o por nuestras rrss, teniendo el curso un coste de 30€


IGUALÁ 2020

Recuerda, este sábado a las 20:30 horas.

Nuestra Hermandad agradece nuevamente la total entrega,predisposición y esfuerzo de Ezequiel Simancas y su equipo para con nuestra corporación lauretana.


sábado, 8 de febrero de 2020

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 5º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (9-2-2020

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-16


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del candelero, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».”



LUZ DEL MUNDO

“Entonces romperá tu luz como la aurora…, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”. Esas promesas, que encontramos en el texto del libro de Isaías que hoy se proclama (Is 58,7-10). Son la respuesta de Dios a todos los que se lamentan de haber ayunado sin ser escuchados por el Señor.

El oráculo dice que el ayuno verdadero consiste en partir el pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrar el corazón a los que son nuestros hermanos. Es decir, el auténtico ayuno no consiste tanto en no comer como en practicar las obras de misericordia.

Por eso el salmo responsorial se hace eco de aquella profecía, proclamando: “Quien es justo, clemente y compasivo, brilla como una luz en las tinieblas”.

Para nada vale nuestra autosuficiencia. Con razón escribe san Pablo que “nuestra fe no se apoya en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1Cor 2,5).


LA CIUDAD Y LA LÁMPARA

En el evangelio según san Mateo, el capítulo 5 comenzaba proclamando las bienaventuranzas de Jesús. En ellas se dice cómo es Dios y cuál es la identidad del Cristo. Pero también se expone la misión de la Iglesia y se revela la honda verdad del ser humano. A continuación, Jesús se refiere a sus discípulos con una proclamación y dos imágenes complementarias:

• “Vosotros sois la luz del mundo”. No es un mandato. Antes de ser una obligación moral, es una revelación. Aquel que es la Luz hace que sus seguidores sean luminosos para un mundo que con frecuencia parece caminar en las tinieblas.

• “No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte”. Para favorecer la defensa, muchas ciudades antiguas se elevaban sobre una colina. Eso facilitaba también a los peregrinos encontrar el camino para guarecerse en ellas.

• “Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa”. Esta otra imagen, tan casera y familiar, invita a los discípulos a ser testigos de la luz recibida del Señor.


DON Y TAREA

De todas formas, el texto evangélico continúa con una exhortación, tan apremiante como sugerente, tan tradicional como actual:

• “Alumbre así vuestra luz a los hombres”. Nadie recibe el don de la gracia solo para su propio beneficio. La luz que hemos recibido es un don gratuito, pero es también una tarea y una responsabilidad. Ha de llegar a todos los hombres.

• “Para que vean vuestras buenas obras”. El bien ha de ser bien hecho. Y las buenas obras no pueden quedar ocultas. No se puede hacer el bien para ser alabados, pero no es razonable ocultarlo siempre a los ojos de los demás.

• “Para que den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. Esa es la clave. Esa es la motivación de toda la exhortación. La difusión del bien no puede convertirse en un motivo para la gloria personal. Promover la gloria del Padre es el camino de la felicidad.

- Señor Jesús, te reconocemos y te proclamamos como la luz verdadera que ha venido a este mundo. Que nuestras palabras y obras difundan tu resplandor, nos ayuden a encontrar la verdad y a orientar a otros por el camino del bien. Amén.

José-Román Flecha Andrés

sábado, 1 de febrero de 2020

IGUALÁ 2020

Si nuestras alas se quiebran,
al final de nuestro vuelo,
antes de llegar al suelo,
tus brazos con amor se abran,
Salve, Madre, Salve, Reina del Cielo.

Con este fragmento de la Salve Aviadora compuesta en 1977 por el capitán Benito de las Cuevas López queremos anunciaros el igualo de costaleros,con la intención de preparar la cuadrilla para portar a Nuestra Señora del Loreto en su Soledad. Es un año más especial aún si cabe, ya que se cumplen cien años desde que el Papa Benedicto XV eligiera a la Virgen de Loreto como patrona de los aeronautas.

Este año al igual que los anteriores no podrá faltar el buen gusto por un exquisito trabajo costalero, las ganas y sobre todo la unión que nos caracteriza para pasear como se merece la Virgen.

Mientras acortamos la espera… AQUÍ Y AHORA.

Atentamente,

Ezequiel Simancas.


EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 4º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A – (2-2-2020)

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40


"Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: 'Todo primogénito varón será consagrado al Señor', y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: 'un par de tórtolas o dos pichones'. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto en la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 'Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar las naciones y gloria de tu pueblo Israel'. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: 'Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma'. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba".

En el evento evangélico que se celebra hoy destacan tres elementos fundamentales: el misterio de la venida, la realidad del encuentro y la proclamación de la profecía.


EL MISTERIO DE LA VENIDA.

Las lecturas bíblicas, que hemos escuchado, subrayan el carácter extraordinario de esta venida de Dios: lo anuncia con entusiasmo y alegría el profeta Malaquías, lo canta el Salmo responsorial, lo describe el texto del evangelio según san Lucas.

Entra en el templo de Jerusalén el esperado durante siglos, aquel que es el cumplimiento de las promesas de la antigua alianza: el Mesías anunciado. El salmista lo llama «Rey de la gloria». Sólo más tarde se aclarará que su reino no es de este mundo (Jn 18, 36), y que cuantos pertenecen a este mundo están preparando para él, no una corona real, sino una corona de espinas.

Sin embargo, la liturgia mira más allá. Ve en ese niño de cuarenta días la «luz» destinada a iluminar a las naciones, y lo presenta como la «gloria» del pueblo de Israel (Lc 2, 32). Él es quien deberá vencer la muerte, como anuncia la carta a los Hebreos, explicando el misterio de la Encarnación y de la Redención: «Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús» (Hb 2, 14), habiendo asumido la naturaleza humana.

Después de haber descrito el misterio de la Encarnación, el autor de la carta a los Hebreos presenta el de la Redención: «Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella» (Hb 2, 17-18). Se trata de una profunda y conmovedora presentación del misterio de Cristo. Ese

pasaje de la carta a los Hebreos nos ayuda a comprender mejor por qué esta ida a Jerusalén del recién nacido hijo de María es un evento decisivo para la historia de la salvación. El templo, desde su construcción, esperaba de una manera completamente singular a aquel que había sido prometido. Su presentación reviste, por tanto, un significado sacerdotal: el sumo Sacerdote verdadero y eterno entra en el templo.


LA REALIDAD DEL ENCUENTRO.

Aunque nadie está esperando la llegada de José y María con el niño Jesús, que acuden entre la gente, en el templo de Jerusalén sucede algo muy singular. Allí se encuentran algunas personas guiadas por el Espíritu Santo: el anciano Simeón, de quien san Lucas escribe: «Hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor» (Lc 2, 25-26), y la profetisa Ana, que «de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones» (Lc 2, 36-37). El evangelista prosigue: «Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén» (Lc 2, 38).

Simeón y Ana: un hombre y una mujer, representantes de la antigua alianza que, en cierto sentido, habían vivido toda su vida con vistas al momento en que el Mesías esperado visitaría el templo de Jerusalén. Simeón y Ana comprenden que finalmente ha llegado el momento y, confortados por ese encuentro, pueden afrontar con paz en el corazón la última parte de su vida: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2, 29-30).

En este encuentro discreto las palabras y los gestos expresan eficazmente la realidad del acontecimiento que se está realizando. La llegada del Mesías no ha pasado desapercibida. Ha sido reconocida por la mirada penetrante de la fe, que el anciano Simeón manifiesta en sus conmovedoras palabras.


LA PROCLAMACIÓN DE LA PROFECÍA.

Hoy resuenan palabras verdaderamente proféticas. La liturgia de las Horas concluye cada día la jornada con el cántico inspirado de Simeón: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador (…), luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2, 29-32).

El anciano Simeón, dirigiéndose a María, añade: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; signo de contradicción, para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 34-35). Así pues, mientras todavía nos encontramos al comienzo de la vida de Jesús, ya estamos orientados hacia el Calvario. En la cruz Jesús se confirmará de modo definitivo como signo de contradicción, y allí el corazón de su Madre será traspasado por la espada del dolor. Se nos dice todo esto ya desde el inicio, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, en la fiesta de la presentación de Jesús en el templo, tan importante en la liturgia de la Iglesia.

Como el anciano Simeón y la profetisa Ana, salgamos al encuentro del Señor en su templo. Acojamos la luz de su revelación, esforzándonos por difundirla entre nuestros hermanos. Que nos acompañe la Virgen santísima, Madre de la esperanza y de la alegría, y obtenga a todos los creyentes la gracia de ser testigos de la salvación, que Dios ha preparado para todos los pueblos en su Hijo encarnado, Jesucristo, luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel. Amén.

José-Román Flecha Andrés.
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