miércoles, 30 de marzo de 2016

NUESTRA ESTACIÓN PENITENCIAL EN LOS MEDIOS EN ESTE 2016

DIARIO DE JEREZ

"Nos vamos a la collación de San Pedro, en pleno corazón de la Albarizuela ¿Qué podemos decir de la Hermandad de Loreto? Loreto es el contrapunto ascético, el contraste silencioso del día: dejó magníficas sensaciones de hermandad clásica que inspira recogimiento y que regala sensaciones de buen gusto y de un estilo que va consolidando a pasos agigantados. La rectitud de un cortejo morado, que deseamos que poco a poco vaya siendo más amplio, un paso al que se le gana el máximo y una Virgen que en su forma de vestirla y de presentarla cada Viernes Santo nos sigue proporcionando una estampa de cofradía clásica que afianza sin reparos su propio estilo. La música de capilla y la coral de San Pedro Nolasco fue el complemento perfecto para disfrutar del paso de la hermandad por las calles de su feligresía y de todo Jerez."

LA LEVANTÁ DIGITAL

"Otra estampa mágica que ofreció el Viernes Santo fue la recogida de la Hermandad de Loreto por una calle Bizcocheros en penumbra -solo iluminada por los cirios de los nazarenos y por los candelabros de guardabrisas del paso- y que con el acompañamiento musical del Coro de Capilla San Pedro Nolasco lograron crear un clima de auténtico recogimiento."

COFRADEMANÍA

"Jerez sigue sin tener el cierre a la Semana Santa, que la Semana Santa se merece. Tiene el que tiene, y con eso nos conformamos. Pero no es el cierre ideal. Todos los años lo repetimos, y todos los años nos reafirmamos. El cierre a la Semana Santa que empieza el mismo Viernes Santo, es maravilloso, festero, cofradiero.. pero no es el que debiera tener el día del luto.

¿Por qué? Pues basicamente, porque no es de recibo que en una Semana Mayor en la que ya contamos con 45 cofradías de penitencia, sólo la Hermandad de Loreto saque a la calle los mimbres propios de lo fúnebre, el día en el que toman todo el protagonismo las corbatas negras. Sólo una cofradía -preciosa en su contemplación, eso sí, por cualquier rincón por donde pase- ya que las otras cuatro que procesionan en la jornada, lo hacen envueltas en otro tipos de aires menos serios."

JEREZ PENITENTE

"De distinto modo, Loreto estableció el contrapunto, la acogedora finura de una Hermandad que abrazó la melancolía de una madre desconsolada al pie de la Cruz.

Presenciar al paso de esta corporación por la calle Bizcocheros fue, otra vez, uno de los momentos de la jornada. Se conjugaron todos los detalles: la oscuridad rota por el reguero morado de los cirios al cuadril, la melodía sacra de San Pedro Nolasco y la escena, que se nos advino para que barruntáramos la delicada aflicción lauretana."


martes, 29 de marzo de 2016

NUESTRA SALIDA Y RECOGIDA EN ESTE 2016 POR GENTILEZA DE ONDAS DE PASIÓN

Recuerda que para una correcta audición,deberas de pausar el Repertorio Lauretano





EMOTIVA ENTREGA AL TENIENTE GENERAL MESTRE

Emotivo acto el que nuestra Hermandad llevó a cabo este pasado sábado santo, en el cual se le hizo entrega al Tte. General Mestre de la rosa blanca, ya disecada, que el pasado año 2.014 procesionó en nuestro paso, a los pies de nuestra Madre de Loreto, en recuerdo de su esposa tristemente fallecida.

Agradecer nuevamente a D. Manuel su total entrega y disponibilidad para todo lo que nuestra corporación le solicita,que Nuestra Madre le guarde por muchos años y le colme de salud .



.

domingo, 27 de marzo de 2016

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: DOMINGO DE RESURRECCIÓN – CICLO C – (27-3-2016)

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9


“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

-«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.”

ENCONTRARNOS CON EL RESUCITADO
Según el relato de Juan, María de Magdala es la primera que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre desconsolada que está vacío. Le falta Jesús. El Maestro que la había comprendido y curado. El Profeta al que había seguido fielmente hasta el final. ¿A quién seguirá ahora? Así se lamenta ante los discípulos: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Estas palabras de María podrían expresar la experiencia que viven hoy no pocos cristianos: ¿Qué hemos hecho de Jesús resucitado? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Dónde lo hemos puesto? El Señor en quien creemos, ¿es un Cristo lleno de vida o un Cristo cuyo recuerdo se va apagando poco a poco en los corazones?

Es un error que busquemos "pruebas" para creer con más firmeza. No basta acudir al magisterio de la Iglesia. Es inútil indagar en las exposiciones de los teólogos. Para encontrarnos con el Resucitado es necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.

Juan describe, un poco más tarde, a María corriendo de una parte a otra para buscar alguna información. Y, cuando ve a Jesús, cegada por el dolor y las lágrimas, no logra reconocerlo. Piensa que es el encargado del huerto. Jesús solo le hace una pregunta: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?".

Tal vez hemos de preguntarnos también nosotros algo semejante. ¿Por qué nuestra fe es a veces tan triste? ¿Cuál es la causa última de esa falta de alegría entre nosotros? ¿Qué buscamos los cristianos de hoy? ¿Qué añoramos? ¿Andamos buscando a un Jesús al que necesitamos sentir lleno de vida en nuestras comunidades?

Según el relato, Jesús está hablando con María, pero ella no sabe que es Jesús. Es entonces cuando Jesús la llama por su nombre, con la misma ternura que ponía en su voz cuando caminaban por Galilea: "¡María!". Ella se vuelve rápida: "Rabbuní, Maestro".

María se encuentra con el Resucitado cuando se siente llamada personalmente por él. Es así. Jesús se nos muestra lleno de vida, cuando nos sentimos llamados por nuestro propio nombre, y escuchamos la invitación que nos hace a cada uno. Es entonces cuando nuestra fe crece.

No reavivaremos nuestra fe en Cristo resucitado alimentándola solo desde fuera. No nos encontraremos con él, si no buscamos el contacto vivo con su persona. Probablemente, es el

amor a Jesús conocido por los evangelios y buscado personalmente en el fondo de nuestro corazón, el que mejor puede conducirnos al encuentro con el Resucitado.

José Antonio Pagola
.

sábado, 26 de marzo de 2016

SÁBADO SANTO (VIGILIA PASCUAL) - CICLO C – (26-3-2016)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 1-12


“El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:

- ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: «El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».

Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a los demás. María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.

Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.”



NO ESTÁ ENTRE LOS MUERTOS
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado». Según Lucas, éste es el mensaje que escuchan las mujeres en el sepulcro de Jesús. Sin duda, el mensaje que hemos de escuchar también hoy sus seguidores. ¿Por qué buscamos a Jesús en el mundo de la muerte? ¿Por qué cometemos siempre el mismo error?

¿Por qué buscamos a Jesús en tradiciones muertas, en fórmulas anacrónicas o en citas gastadas? ¿Cómo nos encontraremos con él, si no alimentamos el contacto vivo con su persona, si no captamos bien su intención de fondo y nos identificamos con su proyecto de una vida más digna y justa para todos?

¿Cómo nos encontraremos con «el que vive», ahogando entre nosotros la vida, apagando la creatividad, alimentando el pasado, autocensurando nuestra fuerza evangelizadora, suprimiendo la alegría entre los seguidores de Jesús?

¿Cómo vamos a acoger su saludo de «Paz a vosotros», si vivimos descalificándonos unos a otros? ¿Cómo vamos a sentir la alegría del resucitado, si estamos introduciendo miedo en la Iglesia? Y, ¿cómo nos vamos a liberar de tantos miedos, si nuestro miedo principal es encontrarnos con el Jesús vivo y concreto que nos transmiten los evangelios?

¿Cómo contagiaremos fe en Jesús vivo, si no sentimos nunca «arder nuestro corazón», como los discípulos de Emaús? ¿Cómo le seguiremos de cerca, si hemos olvidado la experiencia de reconocerlo vivo en medio de nosotros, cuando nos reunimos en su nombre?

¿Dónde lo vamos a encontrar hoy, en este mundo injusto e insensible al sufrimiento ajeno, si no lo queremos ver en los pequeños, los humillados y crucificados? ¿Dónde vamos a escuchar su llamada, si nos tapamos los oídos para no oír los gritos de los que sufren cerca o lejos de nosotros?

Cuando María Magdalena y sus compañeras contaron a los apóstoles el mensaje que habían escuchado en el sepulcro, ellos «no las creyeron». Éste es también hoy nuestro riesgo: no escuchar a quienes siguen a un Jesús vivo.

José Antonio Pagola

.

viernes, 25 de marzo de 2016

VIERNES SANTO – CICLO C – (25-3-2016)

La liturgia del Viernes santo tiene su origen en Jerusalén. En el Diario de viaje de una cristiana llamada Egeria se cuenta cómo se desarrollaba esta jornada a finales del siglo V. Tras una noche de vela en el Monte de los Olivos, muy de mañana, se bajaba a Getsemaní para leer el relato del prendimiento de Jesús. De allí se iba al Gólgota. Después de la lectura de los textos sobre la comparecencia de Jesús ante Pilato, cada uno se iba a su casa para descansar un rato, pero no sin antes pasar por el monte Sión para venerar la columna de la flagelación. Hacia el mediodía, de nuevo cita en el Gólgota para venerar el madero de la cruz: lectura durante tres horas de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, alternando con salmos y oraciones. La jornada acababa finalmente en la iglesia de la Resurrección, donde se leía el evangelio de la colocación de Jesús en el sepulcro.

Los primeros testimonios de la liturgia del Viernes santo en Roma datan del siglo VII. El papa se dirigía a la basílica de la Santa Cruz, donde se leía el evangelio de la Pasión según san Juan, seguido de una letanía de intenciones universales. En las iglesias situadas fuera de la ciudad y asistidas por sacerdotes tenía lugar una celebración más popular: exposición de la cruz sobre el altar; liturgia de la palabra como en la Santa Cruz; después el padrenuestro, adoración de la cruz y comunión del pan y del vino consagrados el día anterior, En el siglo VIII se introdujo en la liturgia papal la adoración de la cruz, pero sin comunión. En el siglo X se unieron ambos modos de proceder. En el siglo XIII se decidió que sólo comulgara el celebrante y, en el siglo XVI, que la celebración tuviese lugar por la mañana. Pero no por ello dejó de «santificarse» el resto del día: en la mayoría de las iglesias la gente se reunía, a menudo en mayor número que por la mañana, para el vía crucis y el «sermón de la Pasión». Así se hizo hasta 1955; a partir de esta fecha la Iglesia romana celebra la liturgia de la pasión en la tarde del Viernes santo.

La celebración comienza con un momento de oración silenciosa y una «oración» pronunciada por el celebrante. Y tiene tres partes: la liturgia de la palabra, con la oración universal, la adoración de la cruz y la liturgia de la comunión.

La liturgia de la palabra forma como una especie de tríptico. La hoja de la izquierda presenta el rostro de un personaje misterioso, un justo sometido a los peores sufrimientos y víctima de las más odiosas persecuciones, despreciado por los hombres, abandonado aparentemente por el mismo Dios. En realidad, se ofrece en sacrificio de expiación por el pecado de los hombres, y el Señor lo hará jefe de un pueblo innumerable de justificados. Cualquiera que sea la identidad del «siervo de Dios» en el libro de Isaías (52,13—53,12), hace pensar, sobre todo el Viernes santo, en Cristo, el justo ultrajado, cuya muerte ha salvado a todos los hombres del pecado y a quien Dios ha exaltado en la gloria del cielo.

En la hoja de la derecha puede verse a Jesús, el Cristo, entronizado junto a Dios como «sumo sacerdote grande» que, por su obediencia, «se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna» (Hb 4,14-16; 5,7-9).

Estas dos hojas, pintadas a distancia de varios siglos, introducen admirablemente a la comprensión de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, que ocupa el centro del tríptico (Jn 18,1—19,42). El evangelista Juan ha querido ofrecer el sentido profundo de los acontecimientos de los que ha sido testigo. Paradójicamente, es en la cruz donde Jesús se manifiesta como el Viviente que da vida abundante a todos los que lo «miran».

Surge espontánea, entonces, de la asamblea la plegaria universal para que la Pasión del Señor produzca sus frutos para todos, hasta los confines de la tierra.

Viene seguidamente la adoración de la cruz, que tiene claros acentos pascuales, porque nunca pueden disociarse la muerte y la resurrección de Cristo.

La comunión de todos con el pan consagrado el día anterior cierra esta celebración a la vez austera y vibrante de esperanza.

Todos se retiran en silencio, no para llorar la muerte de Cristo, sino para meditar en su misterio y prepararse, en el recogimiento, a la alegría del «aleluya» que resonará en la Vigilia pascual.


PRIMERA LECTURA

Después del monólogo en el que el Siervo hablaba de sí mismo (Domingo de Ramos), viene una meditación sobre sus sufrimientos, su misión y su destino. Los hombres lo han despreciado porque no han caído en la cuenta de que ha cargado con el peso de sus pecados. Dios, en cambio, ha reconocido su justicia y ha aceptado su sacrificio de expiación. Y ha hecho de él el jefe de una multitud de rescatados. Pero ¿quién es este Siervo? ¿De quién es figura? Se piensa aquí en una liturgia del «Día de las expiaciones» (el Yóm kippur), en un justo que recapitula en sí el destino de todos los que han sido reconocidos como «justos de Israel» por haber aceptado heroicamente, a lo largo de los siglos y también en nuestro tiempo, su parte en los sufrimientos y persecuciones infligidos al pueblo. En la línea de esta interpretación, la tradición cristiana ha visto en este justo la imagen profética de Cristo, salvador del mundo por sus sufrimientos y su muerte, del crucificado que sufre con todos los justos perseguidos, del Hijo del hombre por quien y con quien el sufrimiento y la muerte cambian de sentido, adquieren valor redentor y se convierten en promesa de resurrección.


Él fue traspasado por nuestras rebeliones.


Lectura del libro de Isaías 52,13-53,12


“Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.”



SALMO


Todo hombre probado y humillado puede hacer suya la oración de Cristo en la cruz.


Salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc 23, 46)


R: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.


A ti, Señor, me acojo:

no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:

tú, el Dios leal, me librarás. R



Soy la burla de todos mis enemigos,

la irrisión de mis vecinos,

el espanto de mis conocidos;

me ven por la calle, y escapan de mí.

Me han olvidado como a un muerto,

me han desechado como a un cacharro inútil. R



Pero yo confío en ti, Señor,

te digo: «Tú eres mi Dios.»

En tu mano están mis azares;

líbrame de los enemigos que me persiguen. R



Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,

sálvame por tu misericordia.

Sed fuertes y valientes de corazón,

los que esperáis en el Señor. R




SEGUNDA LECTURA


Este pasaje de la carta a los Hebreos no es un comentario del oráculo del libro de Isaías que acaba de leerse, pero ambos textos, colocados uno frente al otro, iluminan el misterio de Cristo y de su Pasión celebrado el Viernes santo. Jesús, el Hijo de Dios, ha pasado por la prueba, como nosotros, no porque fuera pecador, sino con el fin de obtenemos a nosotros el perdón, la gracia de Dios. Al aceptar libremente la misión de redentor que el Padre le había confiado, «se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna». Al traspasar el velo de la muerte, ha entrado de una vez para siempre en el santuario del cielo. El es «el sumo sacerdote grande», no en virtud de su pertenencia a una estirpe sacerdotal o como consecuencia de una ordenación recibida por manos de hombres, sino porque en su persona Dios y el hombre están indisolublemente unidos. Además, ha ofrecido a Dios el sacrificio perfecto de su obediencia. Desde entonces podemos acercarnos «con seguridad al trono de la gracia», con la certeza de ser escuchados cuando oramos al Padre «por Jesucristo nuestro Señor».


Aprendió a obedecer y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación.


Lectura de la carta de San Pablo a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9


“Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.”

VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO FIp 2, 8-9



Cristo, por nosotros,

se sometió incluso a la muerte,

y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».


EVANGELIO


Al final de su libro, el autor del cuarto evangelio dice: Entre los innumerables «signos» realizados por Jesús, estos se han escrito «para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31). Por otra parte, en lo que se conoce como el «prólogo» el evangelista ve en la encarnación del Ho de Dios el comienzo del combate definitivo entre las tinieblas y la luz. La Pasión de Jesús es el último acto de este enfrentamiento decisivo, el signo al que remiten todos los demás.

El cuarto evangelio fue redactado a finales del siglo I, cuando ya se había producido el divorcio entre las comunidades judía y cristiana. Esta situación explica la redacción del relato de la Pasión según san Juan. Jesús es condenado «porque se ha declarado Hijo de Dios». La causa de la condena lleva oyéndose desde hace mucho tiempo. Es inútil, pues, proceder a una larga instrucción. El interrogatorio en presencia de Anás es una pura formalidad, y el evangelista ni siquiera habla de la comparecencia ante el sumo sacerdote Caifás y el sanedrín. Todo esto es pasado, sobre el que no vale la pena volver Por el contrario, el autor concede mucho espacio al proceso ante Pilato, porque, en cierto modo, perdura todavía, ya que desde entonces es en el tribunal del mundo donde se juzga a Jesús. Por un lado, está siempre la muchedumbre de los que se niegan a escuchar al «testigo de la verdad» y ponen su esperanza en este mundo que pasa. Gritan: «Fuera, fuera; crucifícalo!». Por Otro lado, están los que reconocen en él al Cordero pascual, el Hijo de Dios que ha cargado con su cruz y ha «cumplido» todo lo que el Padre le había encomendado. «Miran» al Crucificado con el corazón atravesado. En la sangre y el agua que han brotado de esta herida ven, con la tradición cristiana, los signos del Espíritu y de los sacramentos, promesas de vida eterna para los creyentes.


(Para la lectura dialogada: + Jesús; C Cronista; D Discípulos y amigos; M = Muchedumbre; O Otros personajes.)


Pasión de nuestro Señor Jesucristo.


Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19,42



(Prendieron a Jesús y lo ataron.)

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Le contestaron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Les dijo Jesús:

+ -«Yo soy.»

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles:«Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Ellos dijeron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Jesús contestó:

+ -«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ -«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»


(Llevaron a Jesús primero a Anás)

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo. »

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. -«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»

C. Él dijo:

S. -«No lo soy.»

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:

+ -«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. -«¿Así contestas al sumo sacerdote?»

C. Jesús respondió:

+ -«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.


(Negación de Pedro)

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. -«¿No eres tú también de sus discípulos?»

C. Él lo negó, diciendo:

S. -«No lo soy.»

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. -«¿No te he visto yo con él en el huerto?»

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.


(Mi reino no es de este mundo.)

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. -«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»

C. Le contestaron:

S. -«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»

C. Los judíos le dijeron:

S. -«No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Jesús le contestó:

+ -«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

C. Pilato replicó:

S. -«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Conque, ¿tú eres rey?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Y, ¿qué es la verdad?»

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. -«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Volvieron a gritar:

S. -«A ése no, a Barrabás.»

C. El tal Barrabás era un bandido.


(¡Salve, rey de los judíos!)

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. -«¡Salve, rey de los judíos!»

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. -«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. -«Aquí lo tenéis.»

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. -«¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»

C. Los judíos le contestaron:

S. -«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. -«¿De dónde eres tú?»

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. -«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»

C. Jesús le contestó:

+ -«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»


(¡Fuera, fuera; crucifícalo!)

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. -«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. -«Aquí tenéis a vuestro rey.»

C. Ellos gritaron:

S. -«¡Fuera, fuera; crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«¿A vuestro rey voy a crucificar?»

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. -«No tenemos más rey que al César.»

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.


(Lo crucificaron, y con él a otros dos.)

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. -«No escribas:"El rey de los judíos", sino:"Este ha dicho: Soy el rey de los judíos".»

C. Pilato les contestó:

S. -«Lo escrito, escrito está.»



(Se repartieron sus ropas)

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. -«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.


(Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre.)

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ -«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

C. Luego, dijo al discípulo:

+ -«Ahí tienes a tu madre.»

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.



(Está cumplido.)

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ -«Tengo sed.»

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ -«Está cumplido.»

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.


Todos se arrodillan, y se hace una pausa.


(Y al punto salió sangre y agua.)

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»



(Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas)

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura dé mirra y áloe.”

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

.

miércoles, 23 de marzo de 2016

EL HÁBITO NAZARENO,POR D. MANUEL JESÚS BARRERA RODRÍGUEZ,PBRO

Aprovechando mi guardia de Hospital en este Martes Santo, quiero compartir con mis hermanos Lauretanos, lo que significa, para este pobre cura pecador, vestir el hábito de nazareno, y digo hábito, no túnica porque para un verdadero cofrade debe ser un hábito.

EL HÁBITO NAZARENO, es una de las cosas que mejor define a nuestras Cofradías y que es como un compendio de todos los sentimientos religiosos, pródigos en profundos misterios y bellos simbolismos. El hábito nazareno, la túnica de que se reviste el penitente para acompañar al Señor de la Bondad, en su estación de penitencia. Aunque la túnica nazarena o el hábito penitencial no goza del carácter de verdadero ornamento litúrgico, sin embargo para el cofrade todo lo que dice relación con el culto externo debe adquirir un simbolismo singular y hondo significado religioso, y de tan alta elevación y espiritualidad, que debe estar en su apreciación al borde mismo de lo sagrado.

El hermano penitente se debe considerar como parte importante y principal de la liturgia procesional; como el elemento personal y necesario de un acto religioso y de culto tan extraordinario y solemne como es la procesión; procesión que de un lado representa una exaltación y glorificación, y de otro significa la aceptación y apropiación de esos méritos por el hombre, por el pecador, que, para hacerlos suyos, quiere vivir total e íntegramente la propia vida del Señor, seguir sus pasos, padecer y sufrir como El en su propia carne sus dolores y renunciamientos, y hasta crucificar sus vicios y pasiones en la cruz invisible de su penitencia pública.

El cofrade nazareno, el penitente, va a esta penitencia pública voluntariamente, sin ninguna coacción externa y con espíritu de total entrega a Dios, para abrazarse con la Cruz, y seguir al Señor en su Pasión, cumpliendo en sí las palabras del Maestro por medio de San Mateo: “Si alguno quiere venir en pos de Mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y me siga”.

PRIMER REQUISITO: La voluntariedad, dice el Evangelista, “Si alguno quiere”, porque Cristo no desea que nos abracemos a la cruz ni con animadversión, ni siquiera con resignada aceptación, sino que la cruz, aunque es condición universal de la vida humana, y nadie puede sustraerse a ella, es libre, podemos abrazarla o no; pero si lo hacemos, debemos tomarla como amigos y no como esclavos de Cristo, como discípulos voluntarios del Señor, y no como cautivos o impelidos por la fuerza; con voluntad y alegría, y hasta con gozo, como Cristo se abrazó a la Cruz Redentora tan pronto como la vio en el Pretorio.

SEGUNDO REQUISITO: La negación de sí mismo, ¿a qué debemos renunciar? ¿Cómo hemos de negarnos a nosotros mismos? Como Cristo nuestro ejemplar y modelo; como Él, que siendo Dios y poseyendo la mayor dignidad de los cielos y de la tierra, toma el hábito y naturaleza humana, revestida de dolores, humillaciones y sufrimientos; como Él, que renuncia visiblemente a todas las consideraciones, a todos los consuelos, y a todos los honores que le son debidos; como El que sacrifica todos los bienes y hasta la misma vida, siendo Él es autor de la vida. Y eso es lo que debe practicar el penitente nazareno antes de empezar el seguimiento de Cristo, que es la procesión. Se niega a sí mismo; deja a un lado su nombre, su oficio, su profesión, sus títulos y honores, renuncia a su propio juicio, a su voluntad, a sus deseos, a sus afecciones e inclinaciones, aunque sean justas; mortifica sus ojos, sus oídos, su palabra, su lengua y todo su cuerpo, para no ver, ni oír, ni gustar, ni hablar, ni hacer otra cosa que la voluntad de Dios, manifestada por los responsables de la procesión y ordenada por la Junta de Gobierno de la Hermandad. Renuncia a todo para convertirse en el anonimato de un número, con una sola aspiración, hacer por nuestro bien lo que Cristo hizo tan sólo por nuestro amor, para que cuantos le vean en el cortejo penitencial y sacrificado de Cristo, le llamen con el mismo apelativo del Señor “nazarenos”.

Pero para que el ejemplar y modelo de Cristo sea más perfecto, el cofrade, después de acceder voluntariamente a la invitación de Cristo, y de renunciar a todo, y de negarse a sí mismo, siguiendo las palabras y el consejo de San Pablo a los Romanos, se viste de Cristo, “Revestíos del Señor Jesucristo”

El cofrade ha querido seguir a Cristo en todo, y por eso para acompañar debidamente a Jesús en su Pasión, en su dolores y en su Muerte, ha hecho suyas las palabras de San Pablo a los Romanos, “Vestíos del Señor Jesucristo”, y así como todo lujo, honor y fantasía le ha parecido poco para la túnica del Señor, escogió la túnica penitencial del cofrade nazareno, que, sin renunciar al decoro y magnificencia de quien sirve con ella una función sagrada, llevara el sello y cuño de Cristo.

Por ello la túnica del cofrade nazareno debía reflejar la humildad.

Cristo para servir al Decreto del Padre, siendo Dios, vistió humildemente la naturaleza humana. Se vistió de hombre, con sus sacrificios, con sus penalidades, con sus sufrimientos, con sus dolores y hasta con la muerte. El cofrade nazareno en cambio, humildemente se despoja, por el contrario, de todo lo que es humano, sus pasiones, sus dignidades, sus nombres, sus títulos, de todo, para convertirse en hombre de Cristo, en hermano del Señor, en cofrade penitente.

Por todo ello la túnica que viste es la misma túnica del Señor, la túnica de la gracia, la túnica tejida por las benditas manos de la Virgen de Loreto, la que llevó Él por los duros caminos de su Pasión, por las vías de Jerusalén, y por la calle de la Amargura, aquella de la que fue afrentosamente despojado en el Calvario, para que pudiera ser recogida por nosotros sus hermanos Lauretanos; aquélla, sobre la que echaron suerte los soldados romanos, porque no querían dividirla ni partirla; aquélla que todo cristiano tiene que recoger al pie de la cruz en que está Cristo desnudo, con desnudez humillante, expuesto a las miradas insolentes de todo un pueblo deicida.

Esta es la túnica de gracia que nos dejó el Señor, enriquecida con los méritos infinitos de su pasión. Esta en la túnica que representa la gracia de Cristo, que nos permite vestirnos de Cristo y adornarnos con El como con una vestidura preciosa, porque ya dijo San Pablo “los que estáis bautizados, estáis vestidos de Cristo” Esta la túnica de la gracia que un día recogimos en el Bautismo. Esta es la túnica, que llevamos con santo y noble orgullo por las calles de Jerez el Viernes Santo, aquellos que acompañan la Virgen de Loreto. y dejándonos acompañar por ella. El hábito nazareno es la túnica que un día nos dejó Cristo, como la más rica herencia al pie de la Cruz en el calvario. Esta es la túnica que el cofrade debe recoger y guardar con profundo cariño y como la más rica joya en lo más sagrado de su casa. Esta el túnica con la que ansiamos ir investidos el día, que despojado de todo y hasta de la vida, iniciemos la última procesión, que partiendo de la tierra, tiene proyección de eternidad.

Este es el verdadero ornamento sagrado, de que se reviste el cofrade nazareno penitente, para convertirse en ministro y casi sacerdote de este extraño rito y singular acto de culto, que es la procesión de penitencia.

El cofrade nazareno penitente es el mejor comentario sensible de la sentencia de Cristo en el Evangelio: “Si alguno quiere venir en pos de Mi,niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”



© Manuel Jesús Barrera Rodríguez Pbro.



JUEVES SANTO – CICLO C – (24-3-2016)

La Cena del Señor, la tarde del Jueves santo, es la primera celebración del triduo pascual. Según la tradición más antigua, recogida por san Pablo (1Co 11,23), «el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo», tomó primero pan y después el cáliz lleno de vino, y dijo: «Esto es mi cuerpo», «este es el cáliz de mi sangre», «haced esto en memoria mía». Por eso, cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva. La Cena del Señor se celebró en las comunidades cristianas desde los comienzos, como testimonia también el libro de los Hechos de los apóstoles (Hch 2,42).

La celebración de la Cena del Señor, que incluyó siempre el relato de lo que Jesús había hecho y dicho «cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada», seguido de la comunión en el pan y el vino, cuerpo y sangre de Cristo (2Co 11,27-28), fue evolucionando con el transcurso de los siglos. En un principio, el que presidía la «asamblea» litúrgica, tenía un amplio margen de iniciativa. Pero esto no duró mucho. Muy pronto hubo que codificar la manera de actuar. Se difundieron entonces algunos formularios que destacaban por su calidad y que sirvieron de referencia. En la Iglesia latina, a partir del siglo IV, se impuso un modelo exclusivo, el «Canon romano», hasta que el misal posterior al Vaticano II reconoció varias «plegarias eucarísticas». Se ha recuperado así cierta flexibilidad, que permite adaptarse a las diversas asambleas. Pero hoy como ayer, en Oriente y en Occidente, es siempre la misma eucaristía la que se celebra «en memoria del Señor», repitiendo, como él pidió, lo mismo que hizo «la víspera de su pasión».

La celebración de «la Cena», el Jueves santo, no difiere de la eucaristía de los demás días del año. Pero tiene un valor ejemplar. Al recordar lo que el Señor hizo en la última Cena con sus discípulos, se añade «hoy». Mañana, en efecto, será el día dedicado a la Pasión. Pero esta manera de hablar tiene un sentido absolutamente general. Cada vez que la Iglesia celebra la eucaristía y los otros sacramentos, de los que es fuente, se renueva para nosotros, hoy, por obra del Espíritu, la obra de Dios, que Cristo realizó de una vez para siempre. Lo que Jesús hizo un día es siempre actual y nuevo, aunque se repita indefinidamente. Efectivamente, en cada celebración litúrgica, y especialmente en cada eucaristía, acontece para nosotros aquí y ahora la salvación que Dios realiza desde el principio. Cristo está presente. Actúa por medio de signos eficaces y por el poder del Espíritu. La lectura del libro del Éxodo recuerda que la eucaristía hunde sus raíces en la liturgia ancestral de la Pascua judía, lo que pone claramente de manifiesto su carácter tradicional al mismo tiempo que su absoluta novedad.

El evangelio según san Juan cuenta cómo Jesús, durante la última Cena con sus discípulos, «antes de la fiesta de la Pascua», se quitó el manto y les lavó los pies. Para que Pedro aceptara que el Señor se rebajara de este modo, este tuvo que decirle: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo»; añadiendo: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Este «mandato», semejante al que el Señor da a propósito del pan y del cáliz, se refiere a la misión y al comportamiento recíproco de los discípulos. Pero el evangelista introduce el relato diciendo: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». ¿Cómo no ver en este gesto insólito del Maestro una predicación práctica del amor, ley fundamental de la comunidad cristiana, del que la Cena del Señor es fuente y exigencia?

La liturgia del Jueves santo celebra de este modo la eucaristía, memorial de la Pascua de Cristo, sacramento de su amor infinito por nosotros y del que nosotros hemos de tenemos unos a otros, y la institución del ministerio sacerdotal, que debe entenderse y ejercerse, siguiendo el ejemplo del Señor, como servicio a los hermanos de la comunidad.


PRIMERA LECTURA

Jesús cumplió regularmente las prescripciones de la ley en relación con la Pascua, memorial de la noche en la que Dios hizo salir a su pueblo de Egipto. Fue durante la última Cena pascual

celebrada con sus discípulos cuando, tomando primero el pan y luego el cáliz, dijo a los que estaban a la mesa con él: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre». Este contexto litúrgico ancestral de la Pascua es el que da el sentido de los gestos y palabras del Señor. Él, el primogénito, ha rescatado con su muerte a una multitud de hombres, dándoles acceso al nuevo Reino, por medio de su sangre derramada. El, el cordero sin defecto ofrecido una vez para siempre, ha liberado a toda la humanidad de la antigua esclavitud del pecado, y guarda «para todas las generaciones» a los que, en su vida y en la liturgia, hacen memoria de él hasta que vuelva.


Prescripciones sobre la cena pascual.


Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14


“En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

-«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.

Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto.

Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»


SALMO

Salmo 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: cf. ICo 10, 16)


R: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.


¿Cómo pagaré al Señor

todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,

invocando su nombre. R



Mucho le cuesta al Señor

la muerte de sus fieles.

Señor, yo soy tu siervo,

hijo de tu esclava;

rompiste mis cadenas. R



Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

invocando tu nombre, Señor.

Cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo. R



SEGUNDA LECTURA


Este relato de la institución eucarística, el más antiguo de los recogidos en el Nuevo Testamento, es aceptado ya en la época en que Pablo evangeliza Corinto (sin duda en el 50-51) como «tradición que procede del Señor». Se reconoce aquí, casi palabra por palabra, la forma como nosotros celebramos la eucaristía, que ero ya, por tanto, en lo esencial, idéntica a la de las primerísimas asambleas cristianas.


Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26


“Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

-«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

-«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.”




VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Jn 13,34


Os doy un mandamiento nuevo

- dice el Señor-:

que os améis unos a otros,

como yo os he amado.




EVANGELIO

Donde los otros evangelios colocan lo que se llama la «institución de la eucaristía», el evangelio según san Juan introduce la sorprendente e insólita escena de Jesús lavando los pies de sus discípulos. Fue durante la Cena celebrada con ellos «antes de la fiesta de Pascua» en la que iba a «pasar de este mundo al Padre». Es la manera de referirse normalmente a la última Cena. Pero aquí se insiste directamente en el amor infinito de Dios y en el amor fraterno, vinculados siempre a la eucaristía, y en el ministerio de los apóstoles, que han de considerarse y actuar como humildes servidores de todos. Por Otro lado, la referencia al baño purificador hace pensar en el bautismo, que es paso, con Cristo, de la muerte a la vida. La variedad de los temas abordados y de las alusiones hace de este evangelio un texto fundamental para la catequesis, no sólo de la liturgia del Jueves santo, sino del conjunto de las celebraciones del triduo pascual.


Los amó hasta el extremo.


Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15


“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

-«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó:

-«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo:

-«No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó:

-«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo:

-«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo:

-«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»”

sábado, 19 de marzo de 2016

NUESTRA MADRE EN SU PASO PROCESIONAL

Así pudimos contemplar ayer los que fuimos al rezo de la Corona Dolorosa a nuestra Madre.

Nos la encontramos ya subida en su paso procesional esperando realizar, a una semana vista, su salida por la calles jerezanas con la intención de repartir bendiciones e insuflar Esperanza y sosiego entre sus Hijos más necesitados o agobiados en estos tiempos duros en los que nos ha tocado vivir.

No nos gustaría dejar de felicitar al reducido grupo de hermanos que este año han puesto un especial empeño en que todo luzca aun más si cabe y por supuesto han trabajado duro para que todo esté a punto,que Ella os lo pague como os merecéis.









.

viernes, 18 de marzo de 2016

VIERNES DE DOLORES EN NUESTRA HERMANDAD

Hoy, Viernes de Dolores, antesala de una nueva Semana Santa, tendremos el rezo de la Corona Dolorosa en honor de Nuestra Sagrada Titular, contemplándola en el paso de su sobrecogedora soledad al pie de la Cruz.

Será un acto para recordar aquella antigua advocación de Nuestra Señora de los Dolores, con la que fue invocada la Stma. Virgen de Loreto durante tantos años anteriores a la fundación de la Hermandad.

En este día, con tantas reminiscencias históricas, desde hace unos años se tiene también un recuerdo especial por nuestros hermanos fundadores,no faltes hermano.



EL EVANGELIO DEL DOMINGO: DOMINGO DE RAMOS – CICLO C – (20-3-2016)

Para la lectura dialogada: + Jesús; C Cronista; D Discípulos y amigos; M = Muchedumbre; O Otros personajes.


Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14_23,56


(La Cena del Señor.) 

“C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:
+. - He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y, tomando una copa, dio gracias y dijo:
+. - Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
+. - Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:
+. - Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
(Quién es el más importante.)
C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+. - Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
+. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.
Jesús anuncia la negación de Pedro.
C. Y añadió:
+. - Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. Él le contestó:
D. - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
+. - Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
(Se acerca la hora de la prueba.)
C. Y dijo a todos:
+. - Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Contestaron:
D. - Nada.
C. Él añadió:
+. - Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «Fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
D. - Señor, aquí hay dos espadas.
C. Él les contestó:
+. - Basta.
(Jesús ora en Getsemaní.)
C. Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+. - Orad, para no caer en la tentación.
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra, y, arrodillado, oraba diciendo:
+. - Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+. - ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.
Jesús es arrestado.
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+. - Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
D. - Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+. - Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+. - ¿Habéis salido con espadas y palos a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.
(Pedro niega conocer a Jesús.)
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo:
O. - También éste estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
D. - No lo conozco, mujer.
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
O. - Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
D. - Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
O. - Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro contestó:
D. - Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho; «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

(Se burlan de Jesús.)
C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
M. - Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
(Jesús ante la Junta Suprema.)
C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su sanedrín, le dijeron:
M. - Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les contestó:
+. - Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.
C. Dijeron todos:
M. - Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les contestó:
+. - Vosotros lo decís, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
M. - ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
(Jesús ante Pilato.)
C. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
M. - Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
O. - ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Él le contestó:
+. - Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:
O. - No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:
M. - Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
Jesús ante Herodes.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro.
Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
(Jesús, sentenciado a muerte.)
C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
O. - Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:
M. - ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
M. - ¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Él les dijo por tercera vez:
O. - Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
(Crucifixión de Jesús.)
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+. - Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
+. - Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.
C. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas diciendo:
M. - A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
M. - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos».
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
O. - ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro le increpaba:
O. - ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
C. Y decía:
O. - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
C. Jesús le respondió:
+. - Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
(Muerte de Jesús.)
C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+. - Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y, dicho esto, expiró.
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
O. - Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
(Jesús es sepultado.)
C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
C. Era el día de la preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.”


ANTE EL CRUCIFICADO 

Detenido por las fuerzas de seguridad del Templo, Jesús no tiene ya duda alguna: el Padre no ha escuchado sus deseos de seguir viviendo; sus discípulos huyen buscando su propia seguridad. Está solo. Sus proyectos se desvanecen. Le espera la ejecución.
El silencio de Jesús durante sus últimas horas es sobrecogedor. Sin embargo, los evangelistas han recogido algunas palabras suyas en la cruz. Son muy breves, pero a las primeras generaciones cristianas les ayudaban a recordar con amor y agradecimiento a Jesús crucificado.
Lucas ha recogido las que dice mientras está siendo crucificado. Entre estremecimientos y gritos de dolor, logra pronunciar unas palabras que descubren lo que hay en su corazón: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Así es Jesús. Ha pedido a los suyos "amar a sus enemigos" y "rogar por sus perseguidores". Ahora es él mismo quien muere perdonando. Convierte su crucifixión en perdón.
Esta petición al Padre por los que lo están crucificando es, ante todo, un gesto sublime de compasión y de confianza en el perdón insondable de Dios. Esta es la gran herencia de Jesús a la Humanidad: No desconfiéis nunca de Dios. Su misericordia no tiene fin.
Marcos recoge un grito dramático del crucificado: "¡Dios mío. Dios mío! ¿por qué me has abandonado?". Estas palabras pronunciadas en medio de la soledad y el abandono más total, son de una sinceridad abrumadora. Jesús siente que su Padre querido lo está abandonando. ¿Por qué? Jesús se queja de su silencio. ¿Dónde está? ¿Por qué se calla?
Este grito de Jesús, identificado con todas las víctimas de la historia, pidiendo a Dios alguna explicación a tanta injusticia, abandono y sufrimiento, queda en labios del crucificado reclamando una respuesta de Dios más allá de la muerte: Dios nuestro, ¿por qué nos abandonas? ¿no vas a responder nunca a los gritos y quejidos de los inocentes?
Lucas recoge una última palabra de Jesús. A pesar de su angustia mortal, Jesús mantiene hasta el final su confianza en el Padre. Sus palabras son ahora casi un susurro: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Nada ni nadie lo ha podido separar de él. El Padre ha estado animando con su espíritu toda su vida. Terminada su misión, Jesús lo deja todo en sus manos. El Padre romperá su silencio y lo resucitará.
Esta semana santa, vamos a celebrar en nuestras comunidades cristianas la Pasión y la Muerte del Señor. También podremos meditar en silencio ante Jesús crucificado ahondando en las palabras que él mismo pronunció durante su agonía.

José Antonio Pagola 

.

miércoles, 16 de marzo de 2016

NUESTRA COFRADÍA EN EL PROGRAMA COFRADE SEMANA MAYOR

Audio del programa Semana Mayor, de la web cofrade el Pertiguero, donde fue entrevistado nuestro hermano mayor y el tallista de nuestro futuro paso,David Medina Soto.

Clicar en el play para comenzar la audición y pausar el Repertorio Lauretano.




.

HORARIO DE MISAS EN NUESTRA PARROQUIA PARA LA SEMANA SANTA


***** Pinchando en la foto se tiene la opción de verla mucho más grande *****
***********
.

HORARIO E ITINERARIO VIERNES SANTO 2016

Como dato a destacar con respecto al horario del año pasado sólo indicar que saldremos (D.M.) 10 minutos más tarde.


***** Pinchando en la foto se tiene la opción de verla mucho más grande *****

***********

sábado, 12 de marzo de 2016

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 5º DE CUARESMA – CICLO C – (13-3-2016)

Lectura del santo evangelio según san Juan 8,1-11


“En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:
- Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
- El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
- Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
- Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
- Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”


TODOS NECESITAMOS PERDÓN

Según su costumbre, Jesús ha pasado la noche a solas con su Padre querido en el Monte de los Olivos. Comienza el nuevo día, lleno del Espíritu de Dios que lo envía a "proclamar la liberación de los cautivos...y dar libertad a los oprimidos. Pronto se verá rodeado por un gentío que acude a la explanada del templo para escucharlo.
De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo a "una mujer sorprendida en adulterio". No les preocupa el destino terrible de la mujer. Nadie le interroga de nada. Está ya condenada. Los acusadores lo dejan muy claro: "La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?
La situación es dramática: los fariseos están tensos, la mujer angustiada, la gente expectante. Jesús guarda un silencio sorprendente. Tiene ante sí a aquella mujer humillada, condenada por todos. Pronto será ejecutada. ¿Es esta la última palabra de Dios sobre esta hija suya?
Jesús, que está sentado, se inclina hacia el suelo y comienza a escribir algunos trazos en tierra. Seguramente busca luz. Los acusadores le piden una respuesta en nombre de la Ley. Él les responderá desde su experiencia de la misericordia de Dios: aquella mujer y sus acusadores, todos ellos, están necesitados del perdón de Dios.
Los acusadores sólo están pensando en el pecado de la mujer y en la condena de la Ley. Jesús cambiará la perspectiva. Pondrá a los acusadores ante su propio pecado. Ante Dios, todos han de reconocerse pecadores. Todos necesitan su perdón.
Como le siguen insistiendo cada vez más, Jesús se incorpora y les dice: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". ¿Quiénes sois vosotros para condenar a muerte a esa mujer, olvidando vuestros propio pecados y vuestra necesidad del perdón y de la misericordia de Dios?
Los acusadores "se van retirando uno tras otro". Jesús apunta hacia una convivencia donde la pena de muerte no puede ser la última palabra sobre un ser humano. Más adelante, Jesús dirá solemnemente: "Yo no he venido para juzgar al mundo sino para salvarlo".
El diálogo de Jesús con la mujer arroja nueva luz sobre su actuación. Los acusadores se han retirado, pero la mujer no se ha movido. Parece que necesita escuchar una última palabra de Jesús. No se siente todavía liberada. Jesús le dice "Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante no peques más".
Le ofrece su perdón, y, al mismo tiempo, le invita a no pecar más. El perdón de Dios no anula la responsabilidad, sino que exige conversión. Jesús sabe que "Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva".

José Antonio Pagola

.