sábado, 9 de julio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 15º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (10-7-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,25-37


“En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

- Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

Él le dijo:

- ¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?

El letrado contestó:

- Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.

Él le dijo:

- Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.

Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:

- ¿Y quién es mi prójimo?

Jesús dijo:

- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:

- Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

El letrado contestó:

- El que practicó la misericordia con él.

Díjole Jesús:

- Anda, haz tú lo mismo.”


PRECEPTOS Y VALORES

“El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable...El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”. El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés estas palabras que hoy se proclaman en la celebración de la Eucaristía (Dt. 30,10-14).

Sin duda estas observaciones eran útiles para los hebreos que sentían la tentación de pensar que los mandamientos eran imposibles de cumplir. El texto les decía que no estaban en las nubes, sino en su propio corazón. Pero esa reflexión no pertenece solo al pasado. Alcanza en nuestro tiempo una evidente actualidad.

Adorar a Dios, honrar a los padres, defender la vida humana, promover una limpieza integral, luchar por la justicia y mantenerse fieles a la verdad. Esos valores, tutelados por los mandamientos, responden a los anhelos más profundos de nuestro corazón. Esos ideales éticos nos hacen personas y contribuyen a crear una cultura humana y humanizadora.


EL DOBLE AMOR

Esos valores pueden ser descubiertos por la razón. Por eso son comunes a todos los pueblos. Ahora bien, lo específico de los cristianos es que los hemos visto reflejados en Jesús de Nazaret. La carta a los Colosenses nos presenta hoy a Cristo Jesús como imagen del Dios invisible y como principio y prototipo del ser humano (Col 1, 15-20).

En el evangelio que se proclama en este domingo reaparece la pregunta por los mandamientos (Lc 10, 25-37). Un letrado pregunta a Jesús cuál de ellos es el más importante. Tal vez era una pregunta teórica. Entre los letrados se discutía cuál de los mandamientos era el más importante. El gancho del que podía colgar toda la Ley.

También en nuestro tiempo es importante esa pregunta. El Papa Francisco nos dice que la evangelización ha de centrarse en el núcleo central de la fe, que es el amor misericordioso de Dios. Pero nosotros solemos hablar de todo menos de Dios.

De todas formas, Jesús devuelve la pregunta al letrado. Así podemos descubrir que él mismo había ya descubierto la importancia de los dos mandamientos principales: el amor incondicional a Dios y el amor desinteresado al prójimo.


EL PRÓJIMO

Es verdad que en aquel tiempo muchos se preguntaban quién es el prójimo al que hay que amar. Algunos se negaban a reconocer como prójimos a los que no pertenecían a su pueblo, a su religión y a su cultura. Otros, rechazaban a los vecinos que no cumplían la ley.

• Esa cuestión permanece en nuestro tiempo. De hecho, excluimos del amor a pobres e inmigrantes, a niños no nacidos o a enfermos incurables. Tenemos nuestros propios criterios, que a veces llamamos “carismas”. No reconocemos como prójimo al que Dios nos presenta.

• El criterio para reconocer al otro como prójimo es muy discutible. Rechazamos al que no simpatiza con nuestro equipo deportivo. O al que no da su voto a los políticos de mi partido. ¿Por qué es tan difícil firmar alianzas para el bien de todos? ¿Quién nos ha dado el derecho de excluir a los demás?

- Señor Jesús, con la parábola del Buen Samaritano te has reflejado a ti mismo. Nos has enseñado a descubrir a nuestro prójimo. Y nos has enfrentado con nuestra última verdad. Bendito seas, Señor. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 1 de julio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 14º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (3-7-2022)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-12. 17-20


“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

- “La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa», y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario.

No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el Reino de Dios».

Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios».

Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.”

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron:

- “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.”

Él les contestó:

- “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.””


ELECCIÓN Y MISIÓN

“Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto...” Con esta exultante invitación a la alegría se abre el texto, tomado del libro de Isaías, que hoy se proclama en la primera lectura (Is 66,10).

Ha pasado el exilio del pueblo hebreo en Babilonia. Hay que olvidar el pasado y soñar en el futuro. Hay que soñarlo con esperanza, diseñarlo con alegría y construirlo con paciencia. La alegría es como el eslabón que une a la esperanza y a su hermana la paciencia. O tal vez es el fruto de la colaboración entre ambas hermanas.

Claro que no podemos pensar que todo ese proceso se debe a nuestras propias fuerzas. En el final de la carta a los Gálatas, san Pablo nos recuerda que es preciso cultivar una cuarta virtud: la humildad: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 5,14).


COMUNIÓN Y FRATERNIDAD

Pues bien, ese abanico de actitudes se refleja también, y con creces, en el evangelio que hoy se proclama (Lc 10,1-12.17-20). En él se nos recuerda que, además de contar con sus apóstoles más cercanos, Jesús eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares, adonde pensaba ir él.

A propósito de este texto evangélico, el Papa Francisco ha anotado que Jesús no es un misionero aislado. No quiere realizar a solas su misión. Decide contar con la colaboración de sus discípulos para anunciar el Reino de Dios. El gesto es muy significativo. Jesús quiere difundir el amor de Dios ya con el mismo estilo de la comunión y la fraternidad.

El relato subraya las cualidades que se requieren del discípulo. Ligereza para anunciar la llegada del Reino de Dios. Pobreza para no confiar tan solo en sus instrumentos, sino sobre todo en el mismo mensaje que anuncia. Generosidad para llevar la palabra y los gestos de la paz a todas partes. Sencillez para aceptar la hospitalidad. Y libertad para dejar los lugares en los que no se acoja su palabra.


SALIDA EN HUMILDAD

Finalmente, el texto deja constancia de la alegría con la que los discípulos volvieron dando cuenta de sus éxitos al Maestro que los había enviado. Jesús se congratula con ellos y les asegura el poder que les ha confiado. Pero eleva sus miradas hacia otros horizontes:

• “No estéis alegres porque se os someten los espíritus”. Es cierto que el anuncio del Evangelio produce frutos asombrosos, aun en una sociedad laical. Con demasiada frecuencia, medimos nuestros esfuerzos con los criterios habituales en nuestro ambiente. Nos tienta la mundanidad. O el ansia de protagonismo.

• “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. La alegría distingue a los creyentes y a los que anuncian el evangelio. Pero la alegría no se identifica con las satisfacciones inmediatas. San Pablo recuerda la presencia de la cruz. Y Jesús nos invita a mirar al cielo. Es decir, a reflexionar sobre el proyecto de Dios y la meta a la que tendemos.

- Señor Jesús, te agradecemos que hayas querido contar con nosotros para anunciar el mensaje del Reino de Dios. Ayúdanos a salir sin demora, sin ascos y sin miedos, con esperanza y alegría, con generosidad y humildad, para que tú seas conocido y acogido en todo el mundo. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

viernes, 24 de junio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 13º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (26-6-2022)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,51-62


“Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:

- Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno:

- Te seguiré adonde vayas.

Jesús le respondió:

- Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

A otro le dijo:

- Sígueme.

Él respondió:

- Déjame primero ir a enterrar a mi padre.

Le contestó:

- Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.

Otro le dijo:

- Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.

Jesús le contestó:

- El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”


LLAMADA Y SEGUIMIENTO

“Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.” Con esas palabras responde Eliseo a la llamada que le dirige el profeta Elías. Efectivamente, Elías le concede ese permiso, Eliseo ofrece un convite a su gente y vuelve para seguir al maestro que lo ha llamado. Así se nos cuenta en el texto que se lee en la primera lectura de este domingo (1 Re 19,16b.19-21).

El profeta Elías había sido llamado por Dios para defender la fe de su pueblo. Una fe que se veía amenazada por el culto a Baal, que había introducido la reina Jezabel. Después de un tiempo pasado en el silencio, a orillas del torrente, aquel profeta, tan austero como celoso, había cumplido con fidelidad la misión que le había sido encomendada.

Pero ahora llegaba la hora de su partida. Y el Señor que lo había llamado, le ordenaba que ungiera a Eliseo como profeta y sucesor suyo. El mensaje había de sobrevivir al mensajero. Si Elías había defendido la majestad de Dios, Eliseo había de manifestar su misericordia. Ambos profetas obedecían al impulso del Espíritu de Dios.


ACOGIDA Y SEGUIMIENTO

Al Espíritu se refiere también san Pablo cuando exhorta a los Gálatas a no dejarse guiar por los deseos y los instintos inmediatos: “Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne… Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley” (Gál 5,13-18).

El instinto de la ira domina aún en Santiago y Juan. Desearían castigar a las gentes de aquel poblado de Samaría que se negó a acoger a Jesús y a sus discípulos cuando se dirigían a

Jerusalén. Las diferencias culturales y religiosas, los recelos y los prejuicios no permitían a los unos la hospitalidad mientras que sugerían a los otros el desquite (Lc 9,51-62).

Pero el evangelio de hoy no se refiere solamente a estos dos discípulos que todavía no han asimilado el espíritu de su Maestro. El texto presenta a otros tres que podrían haber seguido el camino del discipulado. Al primero, Jesús le revela su propia pobreza. No tiene donde reclinar la cabeza. Al segundo le recuerda la primacía del anuncio del reino de Dios.


SEGUIMIENTO Y GENEROSIDAD

El relato evangélico que hoy se proclama trata de presentar algunas formas de vocación que debieron de repetirse una y otra vez en las primitivas comunidades cristianas. De hecho, se concluye con el diálogo entre un tercer candidato y el mismo Jesús:

• “Te seguiré Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”. Con esta frase el texto evangélico nos recuerda el gesto filial de Eliseo. En la comunidad de Israel era muy importante el respeto a los padres y la vinculación con la familia de origen. Este candidato quiere seguir a Jesús, pero no quiere ignorar a su gente.

• “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. La respuesta de Jesús se diferencia de la respuesta del profeta Elías. Jesús no condena las atenciones de una persona a su familia. Pero ayuda al candidato a comprender la radicalidad de la vocación al seguimiento del Mesías.

- Señor Jesús, te damos gracias por habernos llamado a seguirte en la misión que te ha sido confiada. Tus gestos y tus palabras llenan nuestro corazón y nos seducen. Ayúdanos a comprender que el seguimiento exige una disponibilidad generosa.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 17 de junio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO – CICLO C – (19-6-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,11b-17


“En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.

Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:

- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.

Él les contestó:

- Dadles vosotros de comer.

Ellos replicaron:

- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.

Porque eran unos cinco mil hombres.

Jesús dijo a sus discípulos:

- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.

Lo hicieron así, y todos se echaron.

Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.”


EL PAN Y EL VINO

“Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y bendijo a Abrán” (Gén 14,18). Es misterioso este rey sacerdote. Nada se dice de sus orígenes. Pero se manifiesta como representante de un culto natural y cósmico. Sus ofrendas no incluyen la sangre de animales sacrificados. En sus manos, los frutos de la tierra son ofrenda que se presenta a Dios y prenda de la bendición que viene de Dios

El pan y el vino aparecen también en el relato de Pablo (1 Cor 11,23-26). Retomando la tradición que ha recibido, el Apóstol recuerda que Jesús ofreció a sus discípulos un pan y un cáliz. Era la noche misma en la que había de ser entregado. Al pasarles el pan y el cáliz, Jesús expresaba que se entregaba por ellos.

Es más, Jesús anunciaba que se entregaría siempre. Y que sus discípulos habrían de hacer presente aquella memoria en todo tiempo y lugar. No se trataba solo de repetir el rito, es decir, el significante. Se trataba de hacer vivo el significado, es decir, la entrega a los demás.


PERFECCIÓN Y SERVICIO

El relato de la multiplicación o distribución de los panes y los peces se repite en los cuatro evangelios. Este año, lo tomamos del evangelio de Lucas (Lc 9,11-17). Como en tantas ocasiones, el texto nos invita en primer lugar a contemplar la acción de Jesús y después a continuar sus gestos en la historia humana.

• Pues bien, vemos que Jesús toma los productos de que disponen aquellos que le siguen. Solemos decir que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona. Lo que nosotros podemos ofrecer al Señor nunca se pierde. En sus manos adquiere una dimensión más amplia y más universal.

• Es evidente que todos disponemos de algunos bienes y de algunas cualidades. En ellas buscamos unas veces alimento y otras veces una satisfacción personal. Jesús no las desprecia.

Al contrario, las valora. Jesús nos invita a superar nuestro individualismo y a poner esos bienes que consideramos “nuestros” al servicio de todos nuestros hermanos.


INVITADOS A LA MESA

El relato evangélico incluye, además, una lección “magisterial”. Contrapone la actitud de los discípulos con la exhortación del Maestro. En él se nos revela cómo somos y pensamos, y cómo debemos ser y actuar.

• “Despide a la gente… que vayan a buscar alojamiento y comida”. Pensando bien, esta frase de los discípulos puede reflejar su preocupación por las gentes y su confianza en las decisiones del Maestro. Pero puede también revelar esa “indiferencia” ante los demás, que el papa Francisco denuncia una y otra vez.

• “Dadles vosotros de comer”. Jesús conoce bien las posibilidades de sus discípulos y de todos los que le siguen. Sabe que han de aprender a compartir sus bienes con los demás. La irresponsabilidad es el nuevo nombre del pecado. Dar de comer al hambriento es la primera de las obras de misericordia.

- Señor Jesús, tú eres el pan que da la vida. Agradecemos tu entrega por nosotros. Veneramos el misterio de la eucaristía. Y, puesto que tú nos invitas a tu mesa, nos comprometemos a invitar a nuestra mesa a los pobres de este mundo. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 10 de junio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD – CICLO C – (12-6-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15.


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.

Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.

Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”


MISERICORDIA Y SABIDURÍA

“El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas” (Prov 8,22). Esas palabras del libro bíblico de los Proverbios se refieren a la Sabiduría de Dios. Personificada, ella canta sus orígenes y proclama su papel en la creación de los mundos.

En este himno estupendo, la Sabiduría va evocando las obras admirables que salen de las manos de Dios. Todo ha sido creado con una sabiduría que, en realidad, se identifica con el amor, la providencia y la misericordia de Dios.

En este poema hay una idea que nos llama especialmente la atención. No es la Sabiduría la que dirige a Dios. Ella ha sido también formada por Dios. Es más, ella asiste al comienzo de los mundos no como una maestra. Estaba junto a Dios “como aprendiz”. Y, al mismo tiempo, “gozaba con los hijos de los hombres”. La Sabiduría es puente que nos une a Dios.


ENTREGA Y DONACIÓN

La carta de San Pablo a los Romanos nos lleva a pensar que ese puente es Jesucristo. Por él estamos unidos a Dios. Y por medio de él hemos recibido la fe y la esperanza, Pero aún hay algo más, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5).

He ahí que, de pronto, se abre ante nuestros ojos el misterio de la Trinidad de Dios. El Padre es Dios. El Hijo es Dios. El Espíritu Santo es Dios. No son tres dioses. Es la maravilla de la comunidad de Dios. El Dios de la paz, nos hace justos por medio de Jesucristo y derrama sobre nosotros el amor por medio del Espíritu. La Trinidad es dinamismo, actividad y entrega.

El evangelio que se proclama en esta fiesta de la Santísima Trinidad (Jn 16,12-15) nos lleva una vez más al contexto de la última cena. El mensaje de Jesús nos remite a su origen: “Todo lo que tiene el Padre es mío”. El Espíritu tomará de lo que pertenece a ambos y se lo comunicará a los discípulos. La Trinidad se hace donación y enseñanza, verdad y vida.


LA ÚLTIMA LECCIÓN

Como buen Maestro, Jesús dice a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora. Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena”. ¿Qué nos dicen estas palabras?

• En primer lugar, nos enseñan que aceptar el mensaje de Jesús requiere una preparación por parte del oyente. El Señor ha previsto una pedagogía especial para que pueda ser escuchado, aceptado y vivido.

• En segundo lugar, se nos presenta el Espíritu de la Verdad. Con eso aprendemos que nuestras verdades no siempre son fáciles de creer, de proclamar y de vivir. La fe es un don, pero ese don supone una preparación y exige una respuesta.

• En tercer lugar, se nos anuncia la posibilidad y la alegría de llegar a la verdad plena. Así descubrimos que nuestra vida ha de estar marcada por la esperanza. Vamos haciendo camino, guiados por la luz del Espíritu que nos descubre la sabiduría y la misericordia de Dios.

- Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y por la eternidad de gloria que nos ha sido prometida. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 3 de junio de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS – CICLO C – (5-6-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23


“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

- Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”


EL VENDAVAL DEL ESPÍRITU

“Cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hech 2, 11). Esa es la exclamación que recorre las calles de Jerusalén cuando los discípulos salen del salón donde han sido sorprendido por el vendaval del Espíritu de Dios.

Antes eran tímidos y ahora son valientes. Antes estaban dominados por el miedo a los jefes de los judíos, pero ahora exponen con energía la obra y la palabra de Jesús de Nazaret. Antes estaban acobardados por la muerte ignominiosa de su Maestro. Ahora dan un convencido testimonio de la resurrección de su Señor.

La ciudad está llena de peregrinos llegados de todas las naciones del mundo conocido. Y todos entienden el mensaje. Babel había marcado el desastre de la confusión de las lenguas. Jerusalén inicia el milagro de la comprensión universal. Babel era el orgullo, la altanería el endiosamiento. Pentecostés es el paso del Espíritu, la obediencia de la fe y la era del amor.


TRES DONES

“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra (Sal 103). Con razón el salmo expresa el anhelo más profundo del corazón humano. El anhelo de la vida. El orante de la primera alianza busca y espera recibir el don más precioso e inefable del Espíritu de Dios. Ese Espíritu que el orante de la nueva alianza confiesa como “Señor y dador de vida”.

Junto al don de la vida, los cristianos valoramos y pedimos otro don igualmente precioso: el de la unidad. En la nueva comunidad, todos nos reconocemos como miembros de un mismo cuerpo. Todos somos útiles y necesarios. Todos somos iguales en dignidad. “Todos hemos bebido de un solo Espíritu”, como nos recuerda san Pablo (1 Cor 12, 13).

Todavía hay un tercer don que agradecemos y tratamos de recordar cada día: el don del envío. El Señor resucitado abre ante nuestros ojos un horizonte universal. “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. (Jn 20, 21)


TRES NOTAS

El Evangelio de Juan que se proclama en esta fiesta de Pentecostés (Jn 29, 19-23) nos recuerda tres notas importantes de este don del envío del Señor:

• “Recibid el Espíritu Santo”. No podríamos recorrer los caminos del mundo si no fuéramos movidos por su vendaval. No acertaríamos a transmitir las palabras del Señor. No llegaríamos a hacer visible su presencia sin la gracia del Espíritu.

• “A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. El Señor es el rostro de la misericordia de Dios. Pero ha querido confiar a sus apóstoles el tesoro de su perdón. Que el espíritu nos haga testigos del amor y la ternura de Dios.

• “A quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Más asombrosa que la autoridad de perdonar es la responsabilidad de retener el perdón cuando los corazones se endurecen. Que el Espíritu nos conceda la gracia del discernimiento y del buen consejo.

- “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo… Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 27 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR – CICLO C – (29-5-2022)

 Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24,46-53

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto."

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”


MIRAR AL CIELO Y A LA TIERRA

“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse” (Hech 1, 11). Los dos varones con vestiduras resplandecientes que hablan así a los discípulos nos recuerdan a los que aparecieron junto al sepulcro vacío.

En su boca resuena la voz celestial. Antes nos descubría el misterio de la vida del resucitado. Ahora nos anuncia su retorno. En ambos casos, es una voz que viene del cielo la que nos ayuda a recuperar la esperanza después de la muerte de Jesús y después de su aparente ausencia de esta tierra.

El cielo es la metáfora de la gloria de Dios y del Dios de la gloria. Claro que seguiremos mirando al Cielo, pero sin olvidar la realidad de este suelo. No podemos desentendernos de nuestra historia. Esperamos que en esta tierra se manifieste un día esa gloria de Dios que hace nuevas todas las cosas y hace más humano nuestro mundo.


LA ESPERANZA

La esperanza es el signo de esta fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos. Directamente aparece en el texto de la carta a los Hebreos, que hoy se nos presenta como texto alternativo para la segunda lectura de la misa: “Mantengámonos firmes en la esperanza, porque es fiel quien hizo la promesa” (Heb 10,23).

Hoy se nos revela la gloria de Jesús y al mismo tiempo queda velada ante nuestros ojos. “La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios, de donde ha de volver, aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de los hombres”. Así nos lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 665).

Mirar al cielo puede ser una tentación. Una fácil evasión de las tareas que nos esperan en la tierra. Pero puede ser una profesión de fe en la divinidad de Jesús. Un gesto de esperanza en su venida gloriosa. Y una petición del amor que necesitamos para difundirlo como servicio a nuestros hermanos más necesitados.


LA PACIENCIA

El Evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 24 52-53) nos recuerda tres notas importantes de este misterio de la ascensión del Señor:

• “Mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. Jesús bendice a sus discípulos. Y en ellos nos bendice a todos los que creemos en él. Su bendición nos acompaña y nos sostiene en los caminos de la misión.

• “Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría”. No se puede vivir de la nostalgia. Ni se debe encerrar el alma en la tristeza. El Señor nos ha dejado la responsabilidad de dar testimonio de él allí donde ha sido condenado y donde es olvidado o despreciado.

• “Estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. Los bendecidos por el Señor bendicen a Dios con su oración y su testimonio. La esperanza genera la paciencia. Lentamente irán descubriendo que el Señor los envía a todos los caminos del mundo.

- Señor Jesús, que tu ascensión a los cielos nos ayude a descubrir la misión que tú nos confías para anunciar tu presencia y esperar tu venida. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 20 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 6º DOMINGO PASCUA – CICLO C – (22-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29.


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”


LA NUEVA COMUNIDAD

“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensables” (Hech 15, 28). Los apóstoles y los dirigentes de la comunidad de Jerusalén tienen que tomar una decisión. Hay quien pretende que se imponga la circuncisión a los nuevos discípulos del Señor, llegados del mundo pagano.

Parece una cuestión de ritos. En realidad, planteaba un problema fundamental. Significaba que para ser seguidores de Jesús era necesario acomodarse a la ley de Moisés. Había que abrazar el judaísmo. En ese caso cabía preguntarse qué aportaba el Evangelio y qué podía significar la nueva vida.

Pero tan importante como la pregunta es la respuesta. No hubiera sido posible encontrar la solución acertada sin la inspiración del Espíritu Santo, que guía a la nueva comunidad de los creyentes. Es el Espíritu quien la conduce, le descubre lo esencial de la fe y la lleva a no imponer preceptos innecesarios.


LA PALABRA

Durante los domingos del tiempo pascual hemos venido leyendo algunos pasajes del libro del Apocalipsis. En el texto que hoy se proclama aparece de nuevo por tres veces el Cordero. Es el Señor. Él es la luz que ilumina a la nueva ciudad de los discípulos (Ap 21,23).

• También por tres veces el evangelio de hoy se refiere a la “palabra” del Señor (Jn 14, 23-29). En primer lugar, se dice que quien le ama guardará su palabra. Una vez más se ofrece el criterio del amor verdadero. No es tan solo un sentimiento. Es una escucha activa y un cumplimiento de todo lo que comporta y exige la palabra del Señor.

• Junto al retrato del creyente, el evangelio ofrece en un segundo momento el retrato del no creyente. Este se caracteriza porque no ama a su Señor. Y, en consecuencia, no se preocupa por escuchar y guardar sus palabras.

• En tercer lugar, Jesús explica que la palabra que escuchan sus discípulos no es tan solo la de su Maestro. Es la misma palabra del Padre que lo ha enviado. Así que la fidelidad del discípulo a la palabra de Jesús es un eco de la fidelidad de Jesús a la palabra del Padre.


EL PADRE

Con todo, en el texto evangélico que hoy se proclama es más llamativa aún la frecuencia con la que se evoca al Padre. Su identidad y su obra podrían resumirse, al menos, en estas seis afirmaciones de Jesús:

• El Padre ama a los que guardan la palabra de Jesús y la cumplen.

• Junto con Jesús, el Padre hace morada en los fieles que aman y escuchan su palabra.

• El Padre se da a conocer por medio de la palabra que comunica a Jesús.

• En nombre de Jesús, el Padre enviará a los discípulos el Defensor, el Espíritu Santo.

• El Padre que envió a Jesús es el destino final de su vida.

• Porque el Padre es más que Jesús.

- Padre nuestro que estás en el cielo, te pedimos para nuestra comunidad el don del Espíritu Santo, para que nos ayude a escuchar y guardar las palabras de tu Hijo y nos entregue el don de la paz que él nos prometió. Bendito seas por siempre. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 13 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 5º DOMINGO PASCUA – CICLO C – (15-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 13,31-33a. 34-35


“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

- Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.”


TRIBULACIÓN Y AMOR

“Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hech 14, 22). Esa podría ser una de esas frases que nos envían con frecuencia los amigos. Llegan superpuestas a una hermosa foto de un lago o de la cumbre nevada de un monte. A primera vista nos impresionan. Después las olvidamos, atraídos por la belleza del paisaje.

En la ciudad de Listra, colonia romana y patria de Timoteo, los apóstoles Pablo y Bernabé habían curado a un hombre tullido. Al ver el portento, las gentes quisieron adorarlos como a dioses, Pero ellos pregonaron a gritos que eran hombres y nada más. El texto nos da cuenta de la persecución que sufrieron en las ciudades de Licaonia.

“Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”. Esa frase no es un lema inocente para encabezar la predicación de un retiro espiritual. No es una pura teoría. Es la conclusión de una experiencia de persecución sufrida por los apóstoles. Sólo después de haber sufrido, podían animar a los hermanos con esta exhortación.


LA HORA

El evangelio que se proclama en este quinto domingo de Pascua (Jn 13, 31-35) se sitúa en el escenario de la última cena de Jesús con sus discípulos. Exactamente, después de que Judas salió del Cenáculo para internarse en la noche. Para él había llegado la hora de entregar a su maestro en manos de los sacerdotes del templo de Jerusalén.

• “Ahora es glorificado el hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. Para Jesús, aquella salida del discípulo traidor marcaba la llegada de su glorificación. Jesús había previsto este momento. Es más, lo había anunciado a sus seguidores. Pero ellos nunca hubieran sospechado que la glorificación iba a coincidir con la crucifixión.

• “Hijitos, me queda poco de estar con vosotros”. Nos sorprende la ternura con que Jesús se dirige a sus discípulos. Solamente en esta ocasión aparece la palabra hijitos en los evangelios. Nos sorprende también la claridad con la que Jesús ha previsto su suerte y su muerte. El tiempo de su misión terrestre toda a su fin. Y él lo sabe.


Y EL MANDATO

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús había recogido la regla de oro de todas las culturas (Mc 12,31), según el texto que se leía en el libro del Levítico (Lev 19,18). Pero en la hora de su despedida modificaba sustancialmente aquel precepto:

• “Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Lo habitual era que el mismo sujeto se tomara a sí mismo como la medida del amor. Desde ahora, la medida del amor sólo puede ser Jesús.

• “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. Los grupos humanos tratan de distinguirse por sus hábitos o la etiqueta que pegan a sus vestidos. Los discípulos de Jesús habrán de distinguirse por el amor mutuo.

- Señor Jesús. Si tú has llamado hijos a tus discípulos, eso significa que todos son hermanos. Que somos hermanos. Y que solo el amor puede ser la señal para reconocernos y hacernos reconocer. Danos tu luz para que comprendamos el signo y el significado de esa entrega personal. Enséñanos a amar como tú nos has amado. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 6 de mayo de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 4º DE PASCUA – CICLO C – (8-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 10,27-30


“En aquel tiempo, dijo Jesús:

- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.

Yo y el Padre somos uno.”


EL CORDERO Y LAS OVEJAS

“Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor”. (Hech 13, 46). Son impresionantes esas palabras de Pablo y Bernabé, al constatar el rechazo de sus oyentes a la palabra que predican.

El discurso de Pablo a los judíos en Antioquía de Pisidia es paralelo al que dirigirá a los griegos en Atenas. Son dos formas de anunciar el mensaje de Jesucristo a las dos culturas antagónicas del momento. El Apóstol es un hombre bicultural y las conoce bien. Sabe y proclama que el evangelio de Jesús es salvación para unos y para otros.

Pero su experiencia es dura. Los judíos esperan un mesías poderoso. Los gentiles del mundo helénico solo buscan una nueva sabiduría. Así que ambos rechazan a Cristo. Como dirá Pablo a los Corintios, el Cristo crucificado es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles. Mas para los llamados es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor, 1-23-24).


EL CORDERO

El Apocalipsis ha sido escrito en una hora de persecución a los que han aceptado a Cristo como su Señor. Por eso resultan molestos a los poderes del imperio. Ante los ojos del autor de este libro pasa la muchedumbre inmensa de los que “vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero” (Ap 7,14).

Por tres veces se menciona al Cordero en la segunda lectura de este domingo. Aunque suene a paradoja, la Sangre del Cordero ha blanqueado los mantos de los mártires. Es más, el Cordero les libra del hambre y de la sed, del sol y del bochorno, como anunciaba el libro de Isaías a los que retornaban del destierro (Is 49,10). Además, el Cordero será su pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

La imagen del Pastor es la señal característica de este domingo 4º de Pascua. Todos los años proclamamos en este día el capítulo 10 del evangelio de Juan. Cada año nos sorprende un detalle que ya creíamos aprendido y asimilado. Este año vemos que Jesús se identifica con el Pastor generoso que guía y protege a las ovejas recibidas del Padre celeste (Jn 10, 27-30).


Y EL PASTOR

El breve texto del evangelio de hoy se articula en tres contraposiciones que hablan de la misericordia del Pastor y de sus dones, pero también de la suerte de las ovejas:

• “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. El primer don es la escucha. Escuchar la voz del Señor en medio de la algarabía de este mundo es signo de fidelidad.

• “Mis ovejas me siguen y yo les doy la vida eterna”. El segundo don es el seguimiento del Señor. Seguirle exige renunciar a nuestro capricho y aceptar su plan.

• “Mis ovejas no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano” El tercer don es la pertenencia. Ser de Cristo da a los creyentes una seguridad que nadie puede imaginar.

- Señor Jesús, Tú eres el Cordero que se entrega por nosotros y el Pastor sabio y generoso que nos guía y nos defiende. Queremos permanecer a la escucha fiel de tu palabra. Bien sabemos que en ella radica nuestra paz y nuestra confianza. Danos tu luz y tu fuerza para anunciar esta gracia que nos concedes y esta responsabilidad que nos pides cada día. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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viernes, 29 de abril de 2022

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 3º DE PASCUA - CICLO C – (1-5-2022)

 Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19


“En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:

- Me voy a pescar.

Ellos contestan:

- Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:

- Muchachos, ¿tenéis pescado?

Ellos contestaron:

- No.

Él les dice:

- Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:

- Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice:

- Traed de los peces que acabáis de coger.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:

- Vamos, almorzad.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Él le contestó:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Él le contesta:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Él le dice:

- Pastorea mis ovejas.

Por tercera vez le pregunta:

- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si le quería y le contestó:

- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dice:

- Apacienta mis ovejas.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió:

- Sígueme.”


VOLVIENDO AL PRINCIPIO

La primera lectura que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Hech 5, 27-41) resume en muy pocas frases algunas convicciones que mueven a los evangelizadores que anuncian el mensaje de Jesús en todo tiempo y lugar.

• “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Muy poco significan las prohibiciones humanas cuando se está dispuesto a dar la vida por el mensaje de Cristo.

• “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús”. La fe en la resurrección de Cristo es la fuente de la que brota el coraje para anunciar el evangelio.

• “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen” El testimonio comunitario de los creyentes es animado por la fuerza del Espíritu.

• “Los apóstoles salieron…contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. La alegría y la fuerza de los mártires será siempre un desafío.

Contra toda apariencia y contra toda persecución, los testigos de Cristo podrán cantar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29).


LOS MISMOS GESTOS

El evangelio que hoy se proclama nos invita a recuperar el ideal primero. De hecho, nos lleva a las orillas del lago de Galilea. Allí había encontrado Jesús a sus discípulos primeros. Y allí vuelve el Resucitado para reunir a los dispersos y desalentados.

• De nuevo los discípulos pasan por la experiencia de una noche de pesca infructuosa. Y por la gozosa experiencia de una amanecida en la que la obediencia al Señor llena sus redes con una enorme cantidad de peces.

• De nuevo, el Señor toma el pan y el pescado y se lo da. De nuevo se repiten los gestos venerables que significan y hacen visible su misericordia. Y, sobre todo, su entrega personal a sus discípulos.

• De nuevo Jesús, se dirige a Simón con una palabra ya sabida: “Sígueme”. Se repite la misma invitación de aquella vez, cuando lo encontró realizando sus tareas de pescador en aquella ribera.


Y EL MISMO ENCARGO

Pedro había prometido fidelidad a Jesús, una inquebrantable fidelidad y lo había negado tres veces. El Resucitado no reprende su traición. Viene a confiarle una misión.

• “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. En la triple pregunta de Jesús hay una cierta gradación. Es como si el Maestro fuera bajando el tono para ajustar sus deseos a las posibilidades y la fragilidad de su apóstol.

“Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Y así es. Jesús conoce los sentimientos de Simón. Conoce sus ímpetus y sus caídas. Pero sabe que sólo amamos a aquellos de los que todavía esperamos algo. Y él espera al menos ese afecto de su discípulo.

• “Apacienta mis corderos y mis ovejas”. En otro tiempo le aseguró una tarea de pescador de hombres. Ahora le confía una responsabilidad de pastor de su propio rebaño. Ese rebaño por el que el Pastor bueno ha entregado la vida. Tal es su confianza.

- Señor Jesús, Tú sabes que también nosotros te queremos. Perdona nuestras traiciones y ayúdanos a seguirte con fidelidad y a ser testigos de tu misericordia. Amén.

José-Román Flecha Andrés.

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domingo, 17 de abril de 2022

HOY ES DOMINGO DE RESURRECCIÓN – CICLO C – (17-4-2022)

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9


“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

-«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.


EL FUTURO ABIERTO

“Del sepulcro se han llevado a mi Señor

y no acierto a saber dónde está puesto”.

Tal fue el grito de alarma en la mañana

que rompía los descansos rituales

y urgía a repensar los proyectos imposibles

en futuros de orfandad y desaliento.

Fue la voz de la sorpresa

que atenaza y agarrota

las fuerzas que nacieron junto al lago

y se fueron forjando entre sueños de poder

y asombros impensables.

El sepulcro está vacío en la mañana

y la muerte languidece,

vencida para siempre por la vida.

Pero hay algo que serpea en el asombro:

el Señor se ha liberado por sí mismo

de las vendas funerales y el sudario inmaculado

empapado en aromas de urgencia y de temblores.

Aún no sabemos los caminos

que ha podido tomar el que es Camino,

pero sabemos que su Vida

ha de ser ya para siempre

un germen de Verdad y de esperanza.

La tumba está vacía

y el futuro queda abierto

a la tarea que aguarda cada día

a todos los que crean y confiesen

la aventura del Señor Resucitado.


RESURRECCIÓN Y ESPERANZA

En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre la acción misteriosa del Resucitado. Ese es uno de los motivos que nos impulsan a la evangelización en este preciso momento de la historia. El pesimismo puede generar en nosotros la apatía. Pero la fe nos insta a superar la comodidad y la flojera. La tristeza de la insatisfacción nos destruye porque nadie puede vivir sin esperanza. El Papa nos ofrece, al menos, siete puntos de reflexión para el tiempo de Pascua.

1. “Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive. De otro modo, «si Cristo no resucitó, nuestra predicación está vacía» (1 Co 15,14).

2. La fe nos invita a descubrir a Jesucristo vivo y a vivir con él. “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda”.

3. Nuestra tradición puede llevarnos a pensar que tanto la muerte como la resurrección de Cristo son tan solo un recuerdo. Pero no es así. “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable”.

4. Siempre nos acecha la tentación de pensar que el mal es invencible. Sin embargo, es posible la esperanza. “Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo”.

5. A veces el desaliento brota de la experiencia de nuestros propios fracasos. Pero la fe nos levanta de nuestra postración. “La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14)”.

6. En medio de la mala hierba, crece también la buena semilla. “La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva!”

7. No siempre vemos esos brotes. Pero la fe nos ofrece la certeza de una fecundidad impensable. “Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo... Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa”.

José Román Flecha Andrés.

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viernes, 15 de abril de 2022

HOY ES VIERNES SANTO – CICLO C – (15-4-2022)

 Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19,42


Para la lectura dialogada: +: Jesús; C: Cronista; S: Otros personajes.

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Le contestaron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Les dijo Jesús:

+ -«Yo soy.»

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+ -«¿A quién buscáis?»

C. Ellos dijeron:

S. -«A Jesús, el Nazareno.»

C. Jesús contestó:

+ -«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ -«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo. »

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. -«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»

C. Él dijo:

S. -«No lo soy.»

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:

+ -«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. -«¿Así contestas al sumo sacerdote?»

C. Jesús respondió:

+ -«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. -«¿No eres tú también de sus discípulos?»

C. Él lo negó, diciendo:

S. -«No lo soy.»

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. -«¿No te he visto yo con él en el huerto?»

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. -«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»

C. Le contestaron:

S. -«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»

C. Los judíos le dijeron:

S. -«No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Jesús le contestó:

+ -«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

C. Pilato replicó:

S. -«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Conque, ¿tú eres rey?»

C. Jesús le contestó:

+ -«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

C. Pilato le dijo:

S. -«Y, ¿qué es la verdad?»

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. -«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Volvieron a gritar:

S. -«A ése no, a Barrabás.»

C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. -«¡Salve, rey de los judíos!»

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. -«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. -«Aquí lo tenéis.»

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. -«¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»

C. Los judíos le contestaron:

S. -«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. -«¿De dónde eres tú?»

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. -«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»

C. Jesús le contestó:

+ -«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. -«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. -«Aquí tenéis a vuestro rey.»

C. Ellos gritaron:

S. -«¡Fuera, fuera; crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. -«¿A vuestro rey voy a crucificar?»

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. -«No tenemos más rey que al César.»

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. -«No escribas: "El rey de los judíos", sino :"Este ha dicho: Soy el rey de los judíos".»

C. Pilato les contestó:

S. -«Lo escrito, escrito está.»

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. -«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ -«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

C. Luego, dijo al discípulo:

+ -«Ahí tienes a tu madre.»

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ -«Tengo sed.»

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ -«Está cumplido.»

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura dé mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

1. La celebración de la Pasión del Señor incluye hoy el cuarto de los cánticos del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías (Is 52,13 - 53,12). El profeta, elegido por Dios y enviado a proclamar la paz y la justicia, se nos presenta hoy como un “hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros”.

Él es el justo injustamente condenado: “Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”.

La lectura de este poema, precisamente en la tarde del Viernes Santo, prepara nuestro espíritu para la meditación de la pasión y muerte de Jesús, que hoy se proclama siguiendo el texto del evangelio de Juan.

2. En el Señor crucificado se nos revela la plenitud del amor de Dios. Según ha escrito Benedicto XVI, la cruz de Cristo es la nueva zarza ardiente, en la que se nos muestra el amor liberador de Dios.

Como dice el libro de los Números, los hebreos encontraron curación de las mordeduras de las víboras al volver sus ojos a la serpiente de bronce que Moisés levantó sobre un mástil en medio del desierto (Núm 21, 4-9). Del mismo modo, los seguidores de Jesús levantamos nuestra mirada hacia él, que pende de un madero por nuestra salvación (cf. Jn 3, 14s; 19,37).

Bien sabía Pablo de Tarso que el crucificado era escándalo para los judíos y necedad para los griegos. Pero él podía confesar que, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo crucificado es fuerza y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24).

3. En este día damos gracias a Jesús por haberse humillado y hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp 2, 8).

Dirigimos, además, una mirada compasiva a este mundo que pretende retirar la imagen del Crucificado, como si de ella viniera una maldición y no una bendición.

Ante la cruz de Jesús recordamos también a tantos hermanos nuestros que se ven obligados a cargar con las cruces más pesadas y son condenados a muerte.

Y, junto a toda la Iglesia, repetimos con serena confianza en su resurrección la oración con la que esta tarde concluye la celebración de la pasión del Señor:

“Dios todopoderoso, rico en misericordia, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo, no dejes de tu mano la obra que has comenzado en nosotros, para que nuestra vida, por la comunión en este misterio, se entregue con verdad a tu servicio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.


José-Román Flecha Andrés.

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jueves, 14 de abril de 2022

HOY ES JUEVES SANTO – CICLO C – (14-4-2022)

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó:

- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo:

- «No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó:

- «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo:

- «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo:

- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»


DÍA DEL AMOR FRATERNO

1. Este es uno de aquellos tres jueves que, según el verso popular, “relumbran más que el sol”. En la misa vespertina del jueves santo celebramos la cena del Señor.

En la primera lectura de la misa (Ex 12, 1-8.11-14), la evocación de la institución hebrea de la cena pascual nos invita a agradecer la liberación de Dios, que se ha hecho realidad definitiva en Jesús, el cordero de la nueva pascua.

En la segunda lectura San Pablo recuerda cómo Jesús entregó su propia vida en la entrega del pan y del vino (1 Cor 11, 23-26). Por eso, cada vez que comemos de ese pan y bebemos de ese cáliz, proclamamos la muerte del Señor, hasta que vuelva. Con razón, en cada eucaristía, anunciamos, su muerte, proclamamos su resurrección y manifestamos nuestro deseo de que venga a juzgar a los vivos y los muertos, completando su obra de salvación.

2. La lectura del evangelio de Juan (13,1-15) nos presenta a Jesús, lavando los pies a sus discípulos, para darnos ejemplo de humildad y de mutuo servicio en el amor. Así dice Jesús: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

El lavatorio de los pies es en el evangelio de Juan el equivalente a la institución de la Eucaristía que se recuerda en los tres evangelios sinópticos.

Ambos gestos nos revelan la entrega de Jesús. En uno se muestra como el Señor que se hace siervo, en el otro se muestra como el maestro que entrega su vida en alimento y en bebida. Como canta el prefacio de hoy, “su carne, inmolada por nosotros, es alimentos que nos fortalece; su sangre derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”.

Así pues, la institución de la eucaristía, la misión del sacerdocio ministerial y el mandato supremo del amor mutuo, a ejemplo de Jesús, centran nuestra meditación en este día sagrado. Por esos tres dones damos gracias en la adoración eucarística de esta tarde-noche.

3. Con espíritu agradecido hacemos nuestra la oración colecta de la Iglesia, reunida este día ante el misterio de la eucaristía:

“Señor Dios nuestro, nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen”.

José-Román Flecha Andrés.

sábado, 9 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS - CICLO C – (10-4-2022)

 Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14_23,56

La Cena del Señor.


C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo:

+. - He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.

C. Y, tomando una copa, dio gracias y dijo:

+. - Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

C. Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

+. - Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.

C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo:

+. - Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

Quién es el más importante.

C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+. - Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

+. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.

Jesús anuncia la negación de Pedro.

C. Y añadió:

+. - Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.

C. Él le contestó:

D. - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.

C. Jesús le replicó:

+. - Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.

Se acerca la hora de la prueba.

C. Y dijo a todos:

+. - Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?

C. Contestaron:

D. - Nada.

C. Él añadió:

+. - Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: «Fue contado con los malhechores». Lo que se refiere a mí toca a su fin.

C. Ellos dijeron:

D. - Señor, aquí hay dos espadas.

C. Él les contestó:

+. - Basta.

Jesús ora en Getsemaní.

C. Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+. - Orad, para no caer en la tentación.

C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra, y, arrodillado, oraba diciendo:

+. - Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.

C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+. - ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.

Jesús es arrestado.

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.

Jesús le dijo:

+. - Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:

D. - Señor, ¿herimos con la espada?

C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.

Jesús intervino diciendo:

+. - Dejadlo, basta.

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+. - ¿Habéis salido con espadas y palos a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.

Pedro niega conocer a Jesús.

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos.

Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo:

O. - También éste estaba con él.

C. Pero él lo negó diciendo:

D. - No lo conozco, mujer.

C. Poco después lo vio otro y le dijo:

O. - Tú también eres uno de ellos.

C. Pedro replicó:

D. - Hombre, no lo soy.

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

O. - Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.

C. Pedro contestó:

D. - Hombre, no sé de qué hablas.

C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho; «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Se burlan de Jesús.

C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes.

Y, tapándole la cara, le preguntaban:

M. - Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Jesús ante la Junta Suprema.

C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su sanedrín, le dijeron:

M. - Si tú eres el Mesías, dínoslo.

C. Él les contestó:

+. - Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.

Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.

C. Dijeron todos:

M. - Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?

C. Él les contestó:

+. - Vosotros lo decís, yo lo soy.

C. Ellos dijeron:

M. - ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

Jesús ante Pilato.

C. El senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:

M. - Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.

C. Pilato preguntó a Jesús:

O. - ¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Él le contestó:

+. - Tú lo dices.

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:

O. - No encuentro ninguna culpa en este hombre.

C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:

M. - Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes.

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro.

Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco.

Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Jesús, sentenciado a muerte.

C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

O. - Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:

M. - ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.

C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

M. - ¡Crucifícalo, crucifícalo!

C. Él les dijo por tercera vez:

O. - Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.

Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Crucifixión de Jesús.

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+. - Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros», y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

+. - Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.

C. El pueblo estaba mirando.

Las autoridades le hacían muecas diciendo:

M. - A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

M. - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos».

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

O. - ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

C. Pero el otro le increpaba:

O. - ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.

C. Y decía:

O. - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

C. Jesús le respondió:

+. - Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Muerte de Jesús.

C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+. - Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

C. Y, dicho esto, expiró.

C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:

O. - Realmente, este hombre era justo.

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

Jesús es sepultado.

C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.

C. Era el día de la preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.


LA ENTRADA DEL REY

“Ofrecí la espalda a los que me golpeaban; la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos”. En la primera lectura de este Domingo de Ramos escuchamos la lectura de uno de los poemas del Siervo de Dios, que se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías (Is 50,4-7).

Jesús entra triunfante en Jerusalén, pero sabemos que entra para morir en la cruz. Como ha dicho el papa Francisco, “Es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios. Su trono regio es el madero de la cruz”.

El salmo responsorial recoge la súplica de Jesús. “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. Bien sabemos que esas palabras del salmo 21 eran el principio de una invocación que reflejaba la confianza en Dios de quien pasa por el valle del dolor.

La lectura de la pasión de Jesús según san Lucas nos recuerda que en la cruz del Señor encontramos la misericordia de Dios que lava nuestros pecados.


EL CLAMOR DE LOS PEREGRINOS

Con Jesús debieron de subir a Jerusalén algunos peregrinos procedentes de Galilea. Tal vez habían compartido con él unos días de descanso en Jericó. Y posiblemente habrían presenciado el encuentro de Jesús con el ciego Bartimeo, que imploraba su ayuda desde la vera del camino, reconociéndolo como Hijo de David.

Ese es el título con el que lo aclaman aquellos peregrinos que lo acompañan hasta la Ciudad Santa. A ese título añaden un conocido verso de los salmos (Sal 118,26). La bendición con la que la asamblea litúrgica recibía al rey que regresaba victorioso: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (Lc 19,38).

También los ramos recordaban aquel antiguo cántico de triunfo. Pero el entusiasmo de los galileos alarmó una vez más a los habitantes de la ciudad de Jerusalén. A sus preguntas sobre el que llegaba montado sobre un pollino, los peregrinos respondieron alborozados: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mt 21,10s).


EL GRITO DE LAS PIEDRAS

Aquel alboroto podría desatar la represión por parte de los romanos. Eso debían de temer los fariseos que presionaban a Jesús para que calmara el entusiasmo de sus seguidores. Pero la respuesta de Jesús suscita todavía ahora nuestra reflexión.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. También en este tiempo que nos ha tocado vivir son muchos los que pretenden amordazar a los discípulos de Jesús. No pueden soportar el mensaje del Maestro ni la voz de los mensajeros.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. Seguramente los discípulos de Jesús oyeron estas palabras. Y hemos de oírlas también ahora. No podemos guardar en silencio la palabra del Señor. La recuerda y la exige cada día el anhelo más hondo de la humanidad.

• “Si estos callan, gritarán las piedras”. Ni el temor ni la cobardía han de hacernos callar el mensaje de Jesús para este tiempo y para este escenario de la historia. Si enmudecemos, otros pregoneros vocearán esa Palabra que salva y libera al ser humano.

- Señor Jesús, también hoy llegas a la ciudad humana como mensajero de paz y de salvación. Que el miedo no nos impida acogerte como Señor y Salvador. Tú eres el Bendito que nos trae toda bendición.


José-Román Flecha Andrés.

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