jueves, 26 de febrero de 2015

FOTOS DE LA SALIDA PROCESIONAL DE 1979

Agradecer a nuestro hermano Fco. José Merino Sánchez la cesión de estas fotos de nuestra Madre fechadas a finales de los 70 y principios de los 80.

En esta ocasión vamos a publicar unas curiosas instantáneas creemos del año 1979,año en que se estrenaron parte de los respiraderos,por las fotos parece sólo el delantero,aún sin estar totalmente terminados.

Para aquel año,nos acompañó el Viernes Santo por primera vez la banda de cornetas y tambores de Santa Marta y se estrenaron un par de dalmáticas para ser incluidas en el cortejo litúrgico.

Las fotos parecen estar tomadas en calle Bizcocheros a su desembocadura en calle Larga,ya de recogida,hay que recordar que mientras nuestra Cofradía residió en el Convento de Santo Domingo,por ruina de nuestra sede de San Pedro,en su itinerario de vuelta se seguía tomando por la Arcos y Morenos.

En la foto última podemos ver claramente al capataz D. José Orellana "Sandrini",que tuvo el honor ese año y el siguiente de comandar el único paso procesional de la Cofradía.

La Virgen porta su manto morado de terciopelo de Lyón donado en 1957 por el Hermano Mayor de aquella época, D. Jesús Grandes Pérez.
La diadema de camarín propiedad de la Virgen jerezana de Confortación,que gentilmente la cedió varios años,algunos inclusive aun ya residiendo nosotros nuevamente en la Parroquia de San Pedro.
Porta aquella saya blanca que estrenara en 1974 con bordados pasados de un antiguo conjunto isabelino a este soporte blanco y que luciera para la calle hasta el año 1993.

En definitiva estas fotos,como otras que poseemos en nuestro corto archivo,son tesoros gráficos y como tales creemos deben ser tratadas y difundidas;ni que decir tiene que si algún lector posee alguna, con un cierto valor histórico,agradaríamos nos las hiciera llegar enviándolas al correo del blog,donde serían publicadas para disfrute de todos nuestros seguidores.








EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 2º DE CUARESMA (1-3-2015)

El texto evangélico es de Mc 9, 2-10 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: Este es ni Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado, y discutían que querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”.


* Una de las claves de nuestro camino cuaresmal es la oración. Pero a veces encontramos muchas dificultades para orar: falta de tiempo, pensar que Dios no nos escucha, distracciones... Podemos rezar siempre, pero hemos de saber buscar momentos y lugares en que nos sea más fácil.

La oración requiere un trabajo de nuestra parte, pero Dios siempre nos sorprende con mucho más. La oración no consiste en salir de nuestra vida sino en ver los acontecimientos de nuestra existencia a la luz de Dios, encontrar la fuerza para vivir mejor según el plan de Dios.


* Jesús sube a la montaña a orar, necesita el retiro, la soledad, el recogimiento para entrar en intimidad con Dios. ¿He descubierto el poder de la oración?, el acercamiento a Dios puede transformarnos, volvernos “blancos y brillantes”.

En el monte Tabor, los apóstoles no se duermen como en Getsemaní, donde Pedro y sus compañeros se caían de sueño: ¿estamos en vela y orando, preparados para cuando venga Jesús a nuestro encuentro?

¡Qué hermoso es estar con Jesús!, pero no sólo estar con Jesús en las alegrías y viéndolo glorioso (en la transfiguración del monte Tabor), sino también en el sufrimiento, en el peligro, en las penas (en la agonía de Getsemaní).


* El relato de la transfiguración puede desconcertarnos. Esta escena sigue el modelo de los relatos de apariciones del Antiguo Testamento: la voz, la nube, el esplendor, los representantes de la Ley y los profetas... Hay que ver en él su significado espiritual o teológico: Jesús va camino de la cruz, pero ésta no tendrá la última palabra, será el camino de la resurrección; el Mesías pasará por el sufrimiento y la muerte para entrar luego en su gloria. Y como adelanto, sirva este instante divino de luz, dialogando con el Antiguo Testamento, representado en Moisés y Elías, y dejándose bendecir por la presencia de Dios, simbolizada en una nube.

Esta es la segunda manifestación de Jesús como Hijo de Dios, la primera fue en el bautismo.


* La voz de Dios hoy también nos dice a nosotros “escuchad a mi Hijo”. ¿Dónde le escuchamos? Donde nunca ha dejado de hablarnos: ¡en su Evangelio! Confrontemos toda nuestra vida con la Palabra.


* Aquí se nos representan las dos partes que integran el seguimiento del Señor por parte del cristiano. Por un lado la contemplación, la subida al monte para encontrarse con Jesús. Y por

otra parte el servicio; tras la experiencia personal con Jesús tomamos fuerza para bajar del monte y ponernos en marcha para transformar el mundo.


* La transfiguración es un anticipo de la gloria de la Pascua, de la resurrección de Jesús, y del proyecto que tiene para nosotros: el gozo de la vida eterna.

Pero también es una señal de que Jesús va a estar con nosotros a lo largo de todo el camino. Es la nube luminosa que nos guía para que no caminemos a tientas en la oscuridad; y su presencia, animándonos a nuestro lado, nos lleva a un deseo de mayor conversión.


*Todos estamos destinados a vivir esa "transfiguración" con Cristo, que hemos de iniciar ya mientras caminamos como peregrinos. Podemos decir que necesitamos cuatro transfiguraciones urgentes: primera, transfigurar nuestra mente formándola con los valores del reino y los criterios del evangelio; segunda, transfigurar nuestra conciencia para que nos despierte de nuestro letargo y sea verdadero indicador del bien y del mal; tercera, transfigurar nuestro corazón, desterrando egoísmos y viviendo el amor y la generosidad; cuarta, transfigurar nuestras acciones convirtiéndolas en testimonio eficaz para que seamos testigos de la resurrección del Señor.


* Dios de mi esperanza, sé que mi camino está lleno de dificultades. No permitas que jamás pierda la perspectiva de la resurrección, de la vida en abundancia que viene de Ti.

María, ayúdame a estar al lado de Jesús en todos los momentos.


*Oración para esta Cuaresma:
Padre nuestro, que estás en el Cielo.

Durante esta época de arrepentimiento,

ten misericordia de nosotros.

Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,

transforma nuestro egoísmo en generosidad.

Abre nuestros corazones a tu Palabra,

sana nuestras heridas del pecado,

ayúdanos a hacer el bien en este mundo.

Que transformemos la oscuridad

y el dolor en vida y alegría. Amén.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 
 
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HORARIO E ITINERARIO PARA ESTE VIERNES SANTO

Tras el pleno de toma de hora del día de ayer, la Unión de Hermandades hizo público los horarios e itinerarios de la Semana Santa 2015.

Os mostramos a continuación el perteneciente a nuestra Cofradía:




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miércoles, 25 de febrero de 2015

ESTE DOMINGO NUESTRA MADRE NOS ESPERA EN SU ANUAL BESAMANOS

Durante todo este próximo domingo, 1 de marzo, se expondrá en ceremonia de besamanos nuestra Madre, comenzando el acto tras la Santa Misa de 11:00 y culminándose con el ejercicio de Vísperas a las 20:30 horas.

Ni que decir tiene que sería un bello gesto el que acudiéramos a este emotivo y sentido acto como prueba del amor y cariño que le profesamos, como hijos suyos que somos, a la que es Madre de Cristo y Madre nuestra.

NO FALTES A BESAR SUS VIRGINALES MANOS,ELLA NOS ESPERA,COMO SIEMPRE,EN LA PARROQUIA DE SAN PEDRO ESTE DOMINGO.

¿DE VERDAD NO DISPONES DE UN RATITO TAN SÓLO PARA ELLA?



¿Qué decir de un besamanos?

¿Es una exposición de enseres? ¿Es una ocasión para el deleite estético? ¿Es un día para estrenar una corbata? ¿Es una ocasión para saludar a mucha gente? ¿Es una oportunidad de presumir de que somos unos "manitas" montando cortinas o poniendo flores?

Creo que no. Un besamanos es (o debe ser) otra cosa.

Un besamanos es un acto simbólico en el que queremos mostrar nuestra devoción a la Santísima Virgen representada en una determinada imagen sacra. Mediante el besamanos simbolizamos plásticamente que Ella reina en nuestras vidas porque es nuestro referente, nuestra guía, imagen modélica de todo discípulo de Cristo por su fidelidad y su confianza, y que estamos dispuestos a imitarla a pesar de nuestros múltiples fallos.

Acudamos a nuestro besamanos con ese espíritu dejando a un lado otras cuestiones secundarias. Que sea un día dedicado a nuestra Virgen, en el que sepamos encontrar momentos de recogimiento para entrar en oración con Dios por mediación suya. Que saquemos el compromiso de imitarla en el seguimiento de Jesús.

Y no olvidemos que nuestra Virgen además de una bellísima representación de la Madre de Dios es también un símbolo de nosotros mismos, de nuestra Hermandad. Ella es nuestro mejor estandarte. En Ella hay prendidas oraciones de muchas personas que nos antecedieron. Sobre sus manos aun podemos encontrar calientes besos que dieron un día hermanos que ya gozan de la gloria eterna. A Ella hemos encomendado a personitas que aun no han nacido. A Ella rezarán otros que vendrán detrás y que no conoceremos... pero todos fueron, somos y serán COFRADES LAURETANOS por la Gracia de Dios.

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jueves, 19 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 1º DE CUARESMA (22-2-2015)

El texto evangélico es de Mc 1, 12-15 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”.



* Tras el bautismo en el Jordán y ser ungido por el Espíritu Santo, Jesús es empujado al desierto donde es tentado.

El Espíritu es el que nos lleva a la conversión, pero no hay conversión sin soledad, sin experiencia de “desierto”, como tuvo Jesús. El desierto es el lugar de la prueba y la purificación, en donde al ser humano sólo le queda encararse consigo mismo y con Dios, donde mejor se da la oración, el diálogo con Dios.

Necesitamos olvidarnos de todo y entrar en la soledad con Jesús. Un buen momento para ello es la Cuaresma, que acabamos de empezar.


* Si el demonio tienta a Cristo es porque no está seguro de que sea Dios. Por eso Marcos, en su escueta narración de las tentaciones, nos señala que “los ángeles le servían”, indicando con ello la verdadera naturaleza divina de Cristo.

De muchas maneras viene a nosotros esas tentaciones del Maligno. No en vano, cada día pedimos a Dios que no permita que caigamos en la tentación. Ésta se desliza por todas las facetas de nuestra vida y aparece cuando menos lo esperamos y siempre bajo forma de bien: aquello a lo que pensamos tener derecho, aquello que nos produciría una satisfacción, el mal obrar del que se seguirían tantos bienes, el deseo de que se realice nuestra justicia...


* Ante todas estas situaciones concretas, resulta fácil tambalearse y ceder. Ante estas innumerables tentaciones que nos presenta el mundo: ¿cómo ser un buen padre de familia?, ¿cómo ser un profesional cristiano?, ¿cómo tomar decisiones en la vida pública o política?, ¿hasta dónde arriesgar y hasta dónde ceder?, ¿vale todo?, ¿el fin justifica los medios?...

La lista de tentaciones es muy larga y muy fácil caer en ellas. Debemos rechazar las tentaciones, porque con el mal no se puede jugar; a veces hemos de soportarlo, pero siempre hay que apartarse de él cuando nos invita a ser sus cómplices.

Debemos evitar las tentaciones, pero cuando aparecen hemos de ser conscientes de que, con la ayuda de la gracia siempre podemos vencerlas. El mal se vence con abundancia de bien. Dios nunca nos deja solos. Y como nos recuerda San Agustín: "Dios nunca nos tienta por encima de nuestras fuerzas". Frente al mal, tenemos a nuestra disposición la gracia que Dios nos concede. Cristo accedió a ser tentado para mostrarnos que en Él lo podemos todo.


* El núcleo de toda tentación es alejarnos de Dios, no escuchar su voz, no realizar sus proyectos, no recorrer sus caminos. El tentador nos dirá siempre: "deja a tu Dios y elige otros caminos para ser feliz. Dios no te hará feliz, sino que será un obstáculo para tu felicidad".

Tres tentaciones específicas rondan en nuestro tiempo el corazón de los creyentes cristianos: primera, la descristianización, dejar de ser discípulo de Jesús, abandonar sus filas; segunda, el desánimo, el tirar la toalla por cansancio, porque no podemos más, porque no tenemos fuerza; tercera, la desconfianza, en todo y en todos, porque nadie puede solucionar nada y todo falla.

Ante esto nos dice el Señor "convertíos", girad vuestras vidas hacia mi; ésta es la invitación a reformar nuestra vida, invitación amable que va directa al corazón.


*Es ante esta tentación donde podemos vivir con mayor plenitud nuestra libertad, pues en toda tentación se nos ofrece una elección difícil: nos parece que el querer de Dios es contrario al bien que en ese momento se nos presenta como apetecible; o bien nos parece que el camino de la santidad podría ser más suave y no pasar por el misterio de la cruz.

Pero ahí es donde verdaderamente manifestamos si elegimos a Dios, o mejor, si nos dejamos elegir por Él y por la gracia que nos ofrece. Es donde demostramos si de verdad nos convertimos para hacer realidad su Reino entre nosotros.


* Señor, me siento tan sacudido por las tentaciones, tan frágil y miserable, tan abandonado a las circunstancias de la vida, que sólo Tú, Señor, puedes sustentar mi aliento.

María, ayúdame a confiar en Dios, a convertirme y a creer en el Evangelio que tu Hijo cada día me ofrece.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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lunes, 16 de febrero de 2015

ESTE MIERCOLES,BESAMANOS AL SANTO ECCE-HOMO

Siguiendo la tradición ,este próximo miércoles,Miércoles de Ceniza, estará a la pública veneración de los fieles en devoto Besamanos la sagrada Imagen del Ecce Homo de la Parroquia.Precisamente en este 2015 se cumplen los 21 años de ese primer solemne acto, que como idea surgida de los hermanos Jesús Tamayo,Lorenzo Calderón y Jose M. Prados,con el beneplácito del recordado Rvdo. D. Fernando Rueda, se pudo llevar a cabo.

Fué la primera Imagen que en este señalado día se expuso de esta manera,después se sumarían otras tales como el Santo Crucifijo de la Salud,Señor de la Vía Crucis,etcra.

Tenemos por tanto una visita obligada cuyo horario de mañana y tarde nos ayudará a poder así hacerlo.Tendremos igualmente en la Parroquia misa de imposición de la ceniza a las siete de la tarde,clausurando el Besamanos más tarde.

MIÉRCOLES DE CENIZA (18-2-2015)

El texto evangélico es de Mt 6, 1-6. 16-18 y dice lo siguiente:


"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.



* Comienza el tiempo de Cuaresma, nuestro itinerario hacia la Pascua. La Cuaresma no es meta, es camino que nos lleva a la resurrección. La Cuaresma es tiempo de salvación que conlleva una transformación; tiempo de silencio interior, de examen de conciencia, para detectar nuestras sombras e iluminarlas con el perdón, con la misericordia, con la confesión, con la conversión a Dios.

La Cuaresma nos invita a mirar lo que está mal dentro de nosotros mismos y a pedir con humildad que Dios nos ayude a renovarnos. Y esta es la receta para conseguirlo, las tres actitudes básicas a seguir durante este tiempo y que deben ir unidas: limosna, oración y ayuno.

Limosna que me ayuda a no ambicionar riquezas, a solidarizarme, a poner al servicio de los demás no sólo mi dinero, sino mi tiempo, mi cultura, mi compañía, mis cualidades, mi vida..., a reconocer que yo también soy mendigo de la misericordia. La auténtica caridad no se limita a "dar" limosna, sino que nos exige "darnos" a nosotros mismos.

Oración que me ayuda a poner en Dios mi vida y mi esperanza, a reforzar mi relación con Dios mi Padre, a pedirle su gracia que me es necesaria para poder cambiar pues sólo no puedo.

Ayuno que me hace ser consciente de que no hay nada en este mundo que pueda saciarme plenamente; sólo Dios puede llenar mi corazón. Ayuno, austeridad, que me ayuda a compartir, a mirarme a mí mismo, a revisar mi salud espiritual, a eliminar los obstáculos que me impiden ser mejor, a descubrir que muchas cosas que me parecen necesarias son superfluas, a saber elegir lo importante antes que lo urgente, a aprender a usar mejor los bienes sin abusar de ellos, a demostrar que no sólo de pan vive el hombre sino que para vivir también necesita de la Palabra que cada día me ofrece Jesús en el evangelio.


* La Cuaresma es tiempo de volver a empezar, de arrepentimiento, de cambiar algo en nosotros para ser mejores, para quitar de nuestra vida algún aspecto que afea nuestra relación con Jesús.

Pero hacer por hacer, hacer para que me vean, incluso hacer para sentirme bien no vale a los ojos de Dios; lo escondido, lo que no se ve y busca agradar sólo a Dios es lo que de verdad cuenta, es la expresión de una fe adulta.


* Bajo la ceniza que trata de recordarme mi fragilidad y necesidad de reconciliación, acudo a ti, Dios Padre, para que me guíes y me transformes. Que esta Cuaresma sea un caminar con Jesús hasta la Pascua, que esté siempre a mi lado para que no flaqueen mis fuerzas. Que en esta Cuaresma deje que Dios actúe en mí.


* El Papa Francisco, en su exhortación sobre la alegría del evangelio, nos deja esta bella oración como una buena forma de iniciar la Cuaresma: "Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo. Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores".


* La Cuaresma me pide conversión. Debo entrar en mi interior, proponerme un pequeño y concreto objetivo para mejorar, no grandes ni vagas pretensiones, y pedirle ayuda a María para lograr su consecución. Esa será mi transformación que presentaré al Señor en la noche de Pascua.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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EL MIÉRCOLES DE CENIZA

El Miércoles de Ceniza es un día privilegiado litúrgicamente hablando, ya que en la tabla de los días litúrgicos según la precedencia aparece en el segundo grupo, al mismo nivel que los domingos de Adviento o la octava de Pascua por ejemplo. En ese día comienza uno de los llamados “tiempos fuertes”: la Cuaresma. Es día de ayuno y abstinencia (como el Viernes Santo) y la Liturgia nos presenta presenta el rito, característico, de la imposición de la ceniza.

En la Misa de ese día se bendice y se impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente. Se omite el acto penitencial, que se sustituye por la imposición de la ceniza, después de la homilía. Tras una oración impone en la cabeza o la frente la ceniza a los presentes con cualquiera de las dos fórmulas que propone el Misal: “Convertios y creed en el Evangelio” o bien “Acuérdate de que polvo eres y al polvo volverás”. Es conveniente que el sacerdote presidente también se la imponga o le sea impuesta por algún fiel. Debe ser el primero en dar ejemplo de que se suma también a ese camino de conversión.
Después sigue la Oración de los fieles y comienza normalmente la Liturgia eucarística. No se dice el Credo.

También existe la posibilidad de imponer la ceniza fuera de la misa. En este caso debe ir acompañado el rito con una Liturgia de la Palabra.

Los días posteriores a este miércoles, hasta el primer domingo de Cuaresma, se llaman jueves, viernes y sábado después de Ceniza. El color morado de las vestiduras sagradas es el propio de este tiempo.Haciendo un poco de historia de este rito al principio se limitaba a los penitentes públicos, o sea, al grupo de pecadores que recibirían la reconciliación el Jueves santo. Desde el siglo XI comenzó a aplicarse este rito a todos los cristianos. Toda la comunidad se reconocía pecadora y se convirtió en un gesto de conversión cuaresmal.

La ceniza nos recuerda nuestra condición débil y caduca. Además, somos pecadores.

En el Antiguo Testamento hay numerosos ejemplos del uso de la ceniza como elemento penitencial y de arrepentimiento, Baste esta cita: “Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas y oraban a Yahve” (Jos7,6).


Jesús Luengo Mena


domingo, 15 de febrero de 2015

MENSAJE COMPLETO DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2015

 «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.

Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.

Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.

Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.

La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.


En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).

Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís
FRANCISCUS PP.

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viernes, 13 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (15-2-2015)

CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE (MANOS UNIDAS)

El texto evangélico es de Mc 1, 40-45 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en descampado. Y aun así, de todas partes acudían a él”.

* El leproso, caso extremo de la marginación religiosa y social para los judíos, se acerca a Jesús. Rompe la norma de mantenerse a distancia de los sanos. Pero en su angustia lo arriesga todo, hace un profundo acto de fe, y se acerca a Jesús, reconociendo así su enfermedad a quien puede curarle. Y la súplica se la hace de rodillas, con humildad: si quieres, puedes limpiarme. Estas palabras son toda una confesión de fe en el poder de Jesús y también en su misericordia.



* Jesús sintió lástima, se conmovió, se compadeció del leproso, se inclinó hacia el necesitado.

Compadecerse, conmoverse significa sentir con el otro, sufrir con el otro, ponerse en la piel del otro.

Éste es el Reino que instaura Jesús: el de la ternura, el de la justicia, el de la compasión.

Jesús, sintiendo lástima de aquel leproso, nos quiere indicar que de esa misma manera se conmueve ante cada uno de nosotros cuando ve nuestras debilidades.

Cuando comprendemos la misericordia de Dios y experimentamos que no somos rechazados por él, aprendemos también a amar al prójimo. Quien nos da su gracia nos impulsa a no desentendernos de quienes sufren; quizás no podemos curarles, pero sí ofrecerles el consuelo de nuestra compañía.


* Jesús toca al leproso mientras le dice: quiero, queda limpio.

Este es el encuentro de todo pecador con Cristo. Jesús con su gracia nos limpia nuestra lepra, el pecado. Sólo Él puede perdonar nuestros pecados, sólo Él es el verdadero médico de nuestras almas.

Esta escena es el resumen de la obra de la salvación: Dios se abaja a salvar al hombre que, humildemente, suplica ser salvado.


*De alguna forma, todos somos leprosos, todos tenemos manchas en la piel del alma, producidas cuando el mal se instala en nuestro corazón. Participemos pues de esta escena. Como el leproso, acerquémonos siempre a Jesús, con fe ardiente, escuchando sus palabras. Como Jesús, conmovámonos ante las miserias humanas. Como cristianos, sintámonos curados, perdonados, amados.


* María, condúceme al encuentro con tu Hijo, el único que puede limpiarme con su gracia, pues solamente con mis fuerzas no puedo conseguirlo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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viernes, 6 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 5º DEL TIEMPO ORDINARIO (8-2-2015)

El texto evangélico es de Mc 1, 29-39 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo hicieron saber enseguida. Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Se le fue la fiebre y se puso a servirles. Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y endemoniados. Toda la población se agolpaba a la puerta. Él sanó a muchos enfermos de dolencias diversas y expulsó a numerosos demonios, a los que no les permitía hablar, porque lo conocían. Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando. Simón y sus compañeros lo buscaron y cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te están buscando. Él les respondió: Vámonos de aquí a las aldeas vecinas, para predicar también allí, pues a eso he venido. Y fue predicando en las sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea.”



* El sábado es el día consagrado al Señor en la religión judía. La escena que hoy contemplamos en el evangelio nos muestra cómo podemos organizar nuestros días festivos.

En primer lugar, Jesús ha asistido al culto en la sinagoga. Nosotros, el domingo, nos ponemos de una manera especial en comunión con Dios y con toda la Iglesia en la celebración de la eucaristía.

Después, Jesús va con dos discípulos (Santiago y Juan) a visitar a otros amigos (a casa de Simón y Andrés). Juan Pablo II , en su carta “Dies Domini” dedicada al domingo, lo señalaba como un día especial para fortalecer la relación con los familiares y amigos, para los que en muchas ocasiones, no dejan tiempo las ocupaciones cotidianas.

También Juan Pablo II, nos decía que el domingo es el día de la solidaridad, que se muestra en la preocupación por el bien de los demás. Y Jesús nos da ejemplo de ello con las curaciones que realiza.

Por tanto, el domingo es un día para demostrar nuestro amor: a Dios, al prójimo más inmediato (familiares y amigos con especial atención a quien pasa necesidad), y a todos los hombres.


* Jesús cura a la suegra de Simón sin que nadie se lo haya pedido, actúa apenas recibe la información y sin ninguna palabra; simplemente toma la mano de la mujer, le presta su propia fuerza y le ayuda a levantarse, y ella al momento comienza a servirles

Jesús viene a curarnos de nuestras enfermedades, de nuestras inseguridades, de nuestras angustias. Viene a levantarnos de nuestras caídas, para emprender de nuevo el camino. Como hizo con la suegra de Pedro, en un hermoso gesto de cercanía, de familiaridad. Estar junto a Jesús es respirar salud, paz, gozo profundo.

Jesús se acerca al hombre enfermo, lo toma de la mano y así lo saca de su postración. Nos comunica así su amor y nos hace entender que nuestra vida vale para Dios, que no nos quiere abatidos. Y somos plenamente curados cuando, como la suegra de Pedro, nos incorporamos a su misión y difundimos el amor que nos ha dado.

Señor, tú conoces nuestras carencias y necesidades, y acudes a remediarlas. Haz que aceptemos tu don, que no nos creamos autosuficientes como al que parece que le sobra Dios. Que nos demos cuenta que somos débiles y busquemos la fuerza en ti. Pon tu mano sobre nuestras cabezas para que sanemos, nos levantemos y te sirvamos en nuestros hermanos.


* Al atardecer le llevaron a Jesús a los enfermos y endemoniados para que los curara.

Hay muchas clases de demonios. Los que te quitan la paz y te hacen decir lo que no quieres. Los que te llevan por el camino de las vanidades y de las justificaciones de todo. Los que te

seducen con palabras huecas y biensonantes que perjudican a los débiles. Los de la mentira encubierta...

Señor, haz que yo descubra mis demonios para que me acerque a ti a pedirte la sanación.


* Ya de madrugada, Jesús se marchó al descampado a orar. Jesús necesita la oración personal, el dialogo con su Padre que le lleva a anunciar y a hacer presente su Reino. Y nos enseña la importancia de la oración.

¿Tengo yo esa relación personal con el Padre? ¿Busco el tiempo para la oración? ¿Cómo puedo descubrir mi tarea en el mundo si no le escucho en fecunda intimidad?

Necesitamos la oración para no dejarnos abrumar por las ocupaciones de cada día y para beber de nuevo su amor.


* Jesús predica, cura y ora. Éste es un día en la vida de Jesús. Nos enseña así la manera de que no se pierda ninguna de nuestras horas ni de nuestros actos. Cada jornada cobra todo su sentido cuando comprendemos que la vivimos para Dios.


* María, mujer orante, ayúdame a imitarte para que en la oración con el Padre pueda descubrir lo que Dios quiere de mí.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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miércoles, 4 de febrero de 2015

MASIVA RESPUESTA A LA IGUALÁ

Gracias Madre porque un año más has hecho posible que la igualá de tus costaleros haya estado más que concurrida.

En concreto 55 participantes fueron los que han acudieron a la importante cita del de 2 de febrero.

Felicitar, como no, al nuevo equipo de capataces por esta fructífera convocatoria y deseamos que las próximas jornadas de entrenamientos estén igualmente repletos de jóvenes dispuestos a ofrecer su esfuerzo y dedicación por la que es Madre de Dios y Madre Nuestra
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