jueves, 25 de marzo de 2010

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: DOMINGO DE RAMOS

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Levantándose todos a una, lo condujeron ante Pilato. Y empezaron la acusación: ---Hemos encontrado a éste agitando a nuestra nación, oponiéndose a que paguen tributo al césar y declarándose Mesías rey. Pilato le preguntó: ---¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le respondió: ---Tú lo dices. Pero Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: ---No encuentro culpa alguna en este hombre. Ellos insistían: Está agitando a todo el pueblo enseñando por toda Judea; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí. Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo; y, al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba por entonces en Jerusalén. Herodes se alegró mucho de ver a Jesús. Hacía tiempo que tenía ganas de verlo, por lo que oía de él, y esperaba verlo haciendo algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero él no le respondió. Los sumos sacerdotes y los letrados estaban allí, insistiendo en sus acusaciones. Herodes con sus soldados lo trataron con desprecio y burlas, y echándole encima un manto espléndido, lo remitió a Pilato. Aquel día Herodes y Pilato que hasta entonces habían estado enemistados, establecieron buenas relaciones. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: ---Me habéis traído a este hombre alegando que agita al pueblo. Mirad, yo lo he examinado en vuestra presencia y no encuentro en este hombre ninguna culpa de las que lo acusáis. Tampoco Herodes, pues me lo ha remitido y resulta que no ha cometido nada que merezca la muerte. Le impondré un castigo y lo dejaré libre. Por la fiesta tenía que soltarles a un preso. Pero ellos gritaron a una: ---¡Afuera con él! Déjanos libre a Barrabás. Barrabás estaba preso por un motín en la ciudad y un homicidio. Pilato se dirigió de nuevo a ellos, intentando dejar libre a Jesús; pero ellos gritaban: ---¡Crucifícalo, crucifícalo! P or tercera vez les habló: ---Pero, ¿qué delito ha cometido? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Le impondré un castigo y lo dejaré libre. Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificara; y redoblaban los gritos. Entonces Pilato decretó que se hiciera lo que el pueblo pedía. Dejó libre al que pedían, que estaba preso por motín y homicidio, y entregó a Jesús al capricho de ellos. Cuando lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él. Jesús se volvió y les dijo: ---Vecinas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegará un día en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, los vientres que no parieron, los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a las colinas: Sepultadnos. Porque si así tratan al árbol lozano, ¿qué no harán con el seco? Conducían con él a otros dos malhechores para ejecutarlos. Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús dijo: ---Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Después se repartieron su ropa echándola a suerte. El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: ---Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: ---Si eres el rey de los judíos, sálvate. Encima de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ---¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. Pero el otro lo reprendió diciendo: ---¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; éste, en cambio, no ha cometido ningún crimen. Y añadió: ---Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: ---Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Era mediodía; se ocultó el sol y todo el territorio quedó en tinieblas hasta media tarde. El velo del santuario se rasgó por el medio. Jesús gritó con voz fuerte: ---Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Dicho esto, expiró. Al ver lo que sucedía, el centurión glorificó a Dios diciendo: ---Realmente este hombre era inocente. Toda la multitud que se había congregado para el espectáculo, al ver lo sucedido, se volvía dándose golpes de pecho. Sus conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo.

* Hoy reflexionamos sobre la pasión de Jesús. Pasión que es amor y que es padecimiento de quien ama y por ello se enfrenta a cualquier poder injusto. Contemplar la pasión en nuestros pasos de Semana Santa, contemplar esas escenas evangélicas cargadas de dramatismo, es asomarse a un misterio que nos desborda . Contemplémoslas sintiéndolas, haciéndolas nuestras.

*Jesús, hoy unos te aclaman como Rey y Señor a tu entrada en Jerusalén, y otros traman tu muerte y le pedirán el viernes a Pilato que te crucifique. Yo quiero permanecer siempre en tu amor y tu alabanza. Tu eres mi Dios y mi Rey, aunque tu trono sea la cruz.

* María, quiero iniciar contigo este camino que llevará a tu Hijo a la Pascua. Sé tú mi guía y modelo en este caminar.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.



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