jueves, 18 de marzo de 2010

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 5º DE CUARESMA


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En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta  mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos  manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”. Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y loes dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo  uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha acusado?”. Ella contestó: “Ninguno, Señor”. Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.

* La actitud de Jesús contrasta con la de aquellos que se decían defensores de la ley divina y de las buenas costumbres. Jesús humaniza toda relación desde la misericordia y el perdón. El texto es de Jn 8,1-11 y dice lo siguiente:
Jesús no viene a condenar sino a salvar incluso lo insalvable.

* En la mujer adúltera podemos vernos reflejados nosotros, mujeres y hombres impuros, que nos movemos por intereses egoístas. O también podemos sentirnos revestidos de la hipocresía de quien juzga y condena al prójimo.
Lo verdaderamente cristiano es el amor misericordioso, y el perdón que invita a la conversión, a una nueva vida en espíritu y verdad.

* Jesús compasivo y misericordioso, que defiende a los débiles y salva a los pecadores. Me siento abatido por el peso de mi pecado, de mis tibiezas, de mi falta de caridad fraterna. Aleja de mi corazón todo juicio y condenación. Sé que no soy digno de acercarme a Ti, pero mi alma te necesita. Déjame estar en Ti.
María, ábreme el oído a las palabras de tu Hijo: Anda, y en adelante no peques más.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.


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