lunes, 4 de abril de 2011

REFLEXIÓN 5º DÍA DEL QUINARIO (02/04/2011)

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María sola ante la cruz

Ya el anciano Simeón anunció el dolor que padecería su corazón de madre, aquélla niña sencilla de Nazaret, que acogió en su vientre y en su vida la redención, aceptando en ella la voluntad de Dios.

María sola ante la cruz. Es una patética figura de silencio. De silencio sonoro y transfigurado. Vestido de adoración. Nunca el silencio fue tan elocuente. Nunca el silencio significó tanto como en aquella noche, como en esta noche. Es silencio de amor. Es abandono, despojo, disponibilidad, entrega hasta el extremo. Es fortaleza en la debilidad mayor. Es fidelidad. Es plenitud. Es fecundidad: nunca fue María tan madre como entonces.
Es serenidad dolorida. Es paz, es amor en soledad, dolorosa y plena. Nunca una criatura vivió un momento con tanta intensidad existencial como María en aquella tarde de dolores sin fin en el Calvario. Allí mantuvo el “fiat” de la Anunciación, en tono sostenido y agudo. Nunca fue su sí tan pobre ni tan rico, tan doloroso ni tan fecundo. Aunque se le hiciera un nudo la garganta. Aunque su corazón se secara. Aunque fuera un mar de lágrimas su rostro claro, límpido y sereno. Porque allí, en el Calvario, María volvió a decir “sí”. El “fiat” se avala y se confirma con el. El “sí” es más “sí” estando, permaneciendo al pie de la cruz.

Tras la muerte del Hijo se encuentra ante el dolor profundo de la pérdida injusta y cruel del fruto de sus entrañas, no estaría físicamente sola, pero si mentalmente. Sola ante el reciente suplicio, recordando la infancia de ese hijo recién bajado del suplicio. Siente en sus propias carnes los martillazos de los clavos. Siente como propio el último grito y el estertor final. Es la única que ha sostenido en sus brazos todo el peso de un Dios vivo y todo el peso de un Dios muerto (que era su Hijo).

Rota como cualquier madre que no acepta a comprender los caminos de Dios. Conocedora de la Escritura, pensaría sobre aquella frase del profeta Isaías que dice “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos, vuestros caminos”. Cuántas veces en nuestras vidas nos hemos encontrado con esta idea, proyectos y perspectivas que se quedan en la nada.
Ella sabia de la misión redentora de Cristo, de su amor profundo al Dios de sus antepasados, al que el llamaba cariñosamente “papá”.

Pensaría en aquel día en que la mujer del pueblo alabó su vientre por llevarlo y sus pechos por alimentarlo y como su Hijo vio más importante hacer la voluntad de Dios. No podía haberle dirigido Jesús mejor piropo, mejor alabanza pues ella había asumido y cumplido la voluntad de Dios de manera total y profunda. Pero María intenta comprender los designios de Dios, intenta recopilar todas las palabras del Hijo, recomponiendo esa vida de amor y entrega a los demás

Pero ni la fe, ni la confianza, ni el amor de María se vinieron abajo ante esa nueva manifestación incomprensible de la voluntad de Dios. Creyendo, confiando y amando, Ella supo esperar la mayor alegría de su vida: recuperar a su Jesús para siempre tras la resurrección.

Que esta sea, hermanos, nuestra meditación ferviente de esta noche, de mañana y de siempre. Que este sea el compás del paso que acompañe nuestro caminar esta noche. Que esta sea nuestra mirada a la Virgen en su Soledad para acompañarla, para amarla y para aprender de Ella en la escuela del Calvario y en la cátedra abierta, en el libro abierto de su corazón roto y lleno de amor. Y luego, hermanos, volved a caminar. Transformados. Alentados. Transfigurados. Como Ella.

Dios habla en el silencio y en la soledad de María. Dios no es el que siempre calla. Nos está pidiendo a través de Ella un “sí”, ahora en el Calvario, ahora el pie de la cruz. Y ojala que como María, Reina de Soledades, nuestra respuesta sea: “He aquí, la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra”.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi agradecimiento al equipo de formación, que una vez más ha hecho llegar a los hermanos ausentes las predicaciones del quinario. Excelente labor evangelizadora de una Hermandad que vela con empeño de la formación de sus componentes. Muchísimas gracias.