viernes, 1 de abril de 2011

REFLEXION 3er DÍA DEL QUINARIO (31/03/2012)

Los apóstoles

Nos extraña que en el camino hacia el calvario, no aparezcan los apóstoles. Si nos remontamos unos momentos atrás podemos entender el porqué. En el pretorio y ante la criada que lo vincula con el Maestro, Pedro niega conocerlo, tiene el miedo en el cuerpo. Desde el punto de vista humano podemos hasta comprenderlo, las circunstancias que rodean a Cristo en aquella noche dan miedo. Ultrajado por Herodes el tetrarca, acusado de terrible blasfemia por el Sanedrín, y ahora el pretor, el representante del imperio está condenándolo a la muerte mas ignominiosa para todo hombre y especialmente para un judío, muerte en el arrabal y con una ejecución de extranjeros. Pedro, días antes mostró sus ganas de seguimiento: “te seguiré a donde quieras que vayas”, lleno de fervor y amor por el Señor

Ahora igual que nosotros se desinfla, se acobarda se retrae, se esconde… Cuántas veces, después de unos días de retito o de oración, nos sentimos capaces de cambiar el mundo, nos sentimos más cristianos que nadie, capaces de seguirlo hasta la muerte…. Pero al menor contratiempo viene el temor y nos internamos otra vez en una rutina poco efervescente.

El único apóstol que parece que permanece cerca, a pesar de todo, del maestro es el Pedro, la piedra fundante de la Iglesia. Los demás seguramente escondidos. Esto lejos de verlo como una critica, debe servirnos de lección.

Primero valorar la humanidad de aquellos primeros seguidores. Es humano el temor, más aun cuando muchos de ellos aun andaban en la duda de si era el Mesías largamente esperado, algunos aún esperaban ese mesianismo liberador solo del imperio opresor.

Segundo, esto debe servirnos de ayuda cuando, como ellos también nos asaltan las dudas de fe, cuando nos encontramos inmerso en la noche oscura, por la que han pasado todos los santos y hasta el mismo Cristo (oración en el huerto).

Tercero a pesar de todo, el Espíritu en el día de Pentecostés, cambió actitudes y miedos por entrega, temor por anuncio explicito: el kerigma, proclamado desde la adhesión plena a ese Cristo desde la valentía que los llevo al martirio por la fe.

Pedro, dándose cuenta de su actitud cobarde llora. Otra vez la mirada de Cristo conmueve un corazón. Pedro llora después de esa mirada que cruza con el Señor. ¡Cómo seria esa mirada, que según la tradición, tanto lloro que se marco un surco en las mejillas!

Seguramente los otros apóstoles también llorarían su miedo y cobardía, tal vez encerrados en el cenáculo, donde unas horas antes se había producido el acto de amor más grande del ofrecimiento de su cuerpo y de su sangre.

Al apóstol Juan, me lo imagino acompañándolo medio oculto por el camino hacia el Gólgota, sin comprender qué y porqué estaba ocurriendo aquello. Un hombre bueno hacia el suplicio, un justo injustamente juzgado. Juan tal vez acompañaba a María, sintiéndola ya como Madre, tal vez iba solo inmerso en su dolor, quizás iba maquinando, desde su ardor adolescente, alguna manera de liberarlo… Pero era casi un niño, ¿qué podía hacer él? Ya estaba haciendo lo que podía, seguirlo esperando un milagro y que Dios Padre, su “Abba”, lo liberara.
Así llego hasta el monte del suplicio. Llegaría antes que Él y vería el palo de la cruz, esperándolo. Sentiría los golpes del martillo y el reparto de la tunica. También lloraría viendo a su Maestro en aquella cruel y vergonzosa situación, cada vez entendería menos lo que estaba ocurriendo. Todo era sufrimiento.

Jesús ve a Juan junto a María. Jesús la llama “mujer”, involucrando a todas las mujeres de la tierra, y le dice: “ahí tienes a tu hijo” y en el a todos los seres humanos. Juan representa a todos los creyentes, otra vez en la debilidad está la fortaleza; en ese casi niño estamos todos incluidos, a todos se nos ha dado una madre.

Identificarnos con Juan es identificarnos con el amor a Cristo, es seguirlo a pesar del dolor y del miedo, es agarrarse al palo de la cruz muriendo con El. Ya lo dice Madre Teresa de Calcuta:”Únicamente muriendo contigo, podemos resucita contigo”

Dentro de poco, “todo será consumado”. Al Padre encomendara su Espíritu. Mañana nos encontraremos con la cruz vacía.
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