jueves, 31 de marzo de 2011

REFLEXION 2º DÍA DEL QUINARIO (30/03/2012)

La reflexión del segundo día del Quinario gira en torno a dos encuentros en el camino de Jesús al Gólgota cargando con la cruz: el encuentro con el Cirineo y con las Santas Mujeres. Podemos leerlo en Lucas 23,26-31.

SIMÓN DE CIRENE
Pasaba por allí y le obligaron, cuántos hemos podido llegar a la fe desde la obligación... Y un día nos encontramos con el rostro auténtico de Cristo. Simón no elige: recibe una orden y aún no sabe que acogiendo la orden acoge también un don.

Es característico de los pobres no poder elegir nada, ni el peso de sus propios sufrimientos. Pero es característico de los pobres ayudar a otros pobres, y allí hay uno más pobre que Simón: un inocente que está a punto de ser privado de todo incluso de su propia vida.

Ayudar sin preguntar por qué. Simón iba detrás de Cristo cargando con el madero, dice el evangelista. Es un seguimiento en definitiva, es el primero que carga con la cruz. El llevar a cuestas el patíbulo pudo conducirlo a la conversión, al cambio en su vida. En ese compañero de Jesús en su camino al Calvario, en principio, inconciente del dolor de Cristo podemos vernos nosotros mismos reflejados. En muchas ocasiones, hacemos las cosas sin ganas, venimos a los cultos, a la eucaristía por tradición y por costumbre, algunos casi a la fuerza de una sociedad, de un rito. Y también a veces, nos sorprendemos de que, aun así, algo nos conmueve y al final sentimos la alegría del seguimiento y nos hacemos participes del dolor de un Cristo sufriente que en definitiva es el sufrimiento de todo ser humano.

El cireneo venía del campo, seguramente ajeno a lo que ocurría en Jerusalén, era además extranjero. Cirene estaba en la actual y maltratada Libia, era en definitiva alguien ajeno a las costumbres judías… Pero el evangelio nos habla de dos de sus hijos: Alejandro y Rufo esto nos hace pensar que después de la muerte del Señor, hubo alguna relación y conversión al naciente cristianismo.

Simón de Cirene hace lo que el Señor pidió a sus discípulos y a nosotros: cargar con la cruz, esa cruz de la injusticia, de la burla, de la impotencia, del abandono y del desamor. Simon se encontró con el Señor a través de su cruz.

LAS SANTAS MUJERES
También en ese andar largo y triste aparecen unas mujeres que lloran y gritan por la sangre inocente que va quedando en el camino. Ese llanto es oración y suplica, es actitud solidaria; una solidaridad distinta de la del cireneo. En ellas hay com-pasión que es “padecer con”. Desde el borde del camino, aquellas mujeres se siente participes del sufrimiento de Jesús. Ellas no pueden hacer nada por el condenado, no tienen autoridad, ni siquiera palabras, solo lágrimas. Están ofreciendo lo que tienen.

Y el Señor las mira y les dice que lloren por ellas y por sus hijos, es decir, que lloren para que todos puedan llegar al arrepentimiento y a la conversión. En esos hijos estamos incluidos todos nosotros.

El pasaje evangélico termina con esa frase tan importante:”si esto se hizo en el leño verde, que no se hará en el seco”. Somos leños secos, rechazamos cargar con la cruz y no se nos abre el corazón, como a aquellas mujeres, ante el dolor de tantos inocentes y pasamos como lo haría mucha de aquella multitud que horas antes había gritado “salva a Barrabas”. Las mujeres son las únicas que elevan su grito y su lamento, ellas precisamente, las que apenas cuentan en una sociedad que las ignora.

En este día de reflexión sobre la pasión y muerte del Señor deberíamos pedir que nos haga cirineos de tanto Cristo herido, que seamos esa buena noticia en tan dramática escena. Cuando veamos a alguien cargando una pesada cruz, aunque nos cueste y sin ganas nos pongamos a ayudarle, nos pasará como a Simón, el cirineo: terminaremos encariñándonos con la tarea y estaremos colaborando en la redención.
Que como las mujeres antepongamos la misericordia a la justicia. Que si no podemos ayudar a sostener el peso del madero, que al menos tengamos la solidaridad del llanto y la suplica que en definitiva es una oración sincera y profunda.

Porque ya lo dice San Vicente de Paúl: ” Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él, es ser cristiano solo en pintura”.

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