jueves, 3 de marzo de 2011

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 9º DEL TIEMPO ORDINARIO (6-3-2011)

El texto evangélico es de Mt 7, 21-27 y dice lo siguiente:

Dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo. Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre? Y yo entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que hacéis el mal. Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue un derrumbamiento terrible”.

* Decimos en el Padrenuestro “hágase, Señor, tu voluntad”. pedimos que no sea nuestra voluntad la que se lleve a cabo, sino la suya. A veces lo decimos con la boca pequeña porque lo que buscamos inconscientemente es que Dios consienta nuestros deseos, nuestras aspiraciones, nuestros planes, aquello que estamos haciendo y que creemos que es lo correcto.
Hacer la voluntad de Dios es abandonarse a sus planes, que hemos de ir descubriendo poco a poco en la oración, en la relación con Él.

* Para Jesús, hacer la voluntad del Padre es hacer que el Reino de Dios se haga realidad y eso no es otra cosa que buscar la paz, la justicia, el amor, la fraternidad, la solidaridad...
Pero la llegada del Reino de Dios no es sólo cosa del Dios que llega sino también del hombre que colabora en su instauración. Se trata de una acción del hombre.
Cumplir la voluntad de Dios es trabajar abandonados en Él confiadamente, con paciencia. Dios no se olvida. Dios está pendiente y nosotros hemos de estar atentos. No es que Dios tenga que cambiar sus planes según los nuestros, sino que somos nosotros los que debemos amoldarnos a ellos.

* Señor, sé la roca de mi refugio: mi vida cristiana necesita esa roca, para que no se tambalee cuando lleguen las crisis, los días grises, la incomprensión, el fracaso humano. Quiero que la Palabra que me dices en el Evangelio vaya haciendo que mi vida se edifique sobre ti, mi roca, mi Salvador.

* María, hoy pongo en tus manos dos peticiones para que las presentes a tu Hijo: luz para conocer su voluntad y fuerza para cumplirla y así poder servirle.

Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.



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