lunes, 9 de diciembre de 2013

REFLEXIÓN 2º DÍA DEL TRÍDUO

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Ofrecemos hoy a los hermanos que no hayan podido asistir, la reflexión evangélica del 2º día de Triduo a Ntra. Sra. de Loreto.

Las lecturas del día, al igual que ayer por ser la misa de la víspera, son las correspondientes a la festividad de la Inmaculada Concepción. El texto evangélico es de Lc 1, 26-38. El predicador pide disculpas por si se repite en algunas de las ideas que va a expresar.

El Papa Pio Nono, en 1854 proclamó la bula "Inefabilis deus", donde confirma el dogma de la Inmaculada Concepción de María, en el que se reconocía que fue concebida sin mancha de pecado original. Aunque ya antes, la gente, el pueblo así lo creía y lo celebraba. Era evidente para el pueblo e incluso para las hermandades que así lo indicaban en sus juramentos, como se mantiene en muchas de ellas hasta el día de hoy.

Lo que viene a decir esta Bula es "que Dios lo quiso, porque era su Madre; Dios lo pudo hacer porque Dios es todopoderoso, y Dios lo hizo".

Esto es un privilegio para la Virgen María. Pero no para nosotros.

Las personas normalmente piensan que como no tienen pecados no tienen necesidad de confesarse, y si se acercan al confesionario es como si "le hicieran un favor al sacerdote". Y no debemos confundirnos, lo que celebramos hoy es que la Virgen está libre de todo pecado, pero nosotros no.

El considerarse pecador no es sinónimo de lejanía de Dios, sino todo lo contrario, de cercanía a Dios, que es todo misericordia.

Nosotros estamos sometidos a tentaciones y caemos continuamente en ellas.

Pecamos de pensamiento, la mayoría de ellos consentidos y en los que nos regodeamos.

Pecamos de palabra. Muchas veces murmuramos y criticamos a los demás. El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.

Pecamos de obra. Nos damos cuenta del daño que hacen los demás pero no somos tan "finos" con el daño que hacemos nosotros.

Pecamos de omisión: cuando no hacemos el bien. No sólo no debemos de hacer el mal sino también debemos hacer el bien siempre que podamos. El cristiano debe desvivirse por los otros, debe poner a los demás por delante de él.

Ahora, este tiempo de Adviento nos invita especialmente a hacer un examen de conciencia para darnos cuenta de nuestros pecados y así acercarnos a Dios.

Tomar conciencia de nuestros pecados es ponernos a tiro para la gracia de Dios, porque como dice San Pablo en su Carta a los Romanos "donde abundó el pecado sobreabundó la gracia".

María es el modelo para acoger la gracia de Dios y esto es lo que celebramos hoy.

El parecernos a Dios, como hizo María, tiene dos caminos.

El camino de la comodidad y el engaño, como el que siguieron Adán y Eva; es el camino de la mentira, de la frustración. Y por este camino no se puede llegar a ser como Dios, porque no se puede llegar a ser como Dios sin contar con Él.

Y el camino de la gracia, de la fe, de la perseverancia, de la entrega, de los sinsabores... (como María), pero es el que nos lleva a Dios. Y este camino hace que nuestra vida tenga sentido y podamos alcanzar la plenitud que Dios nos quiere dar.

El Adviento es tiempo de esperanza y conversión. Preparemos una buena confesión y, como María, vivamos en cristiano y llenémonos de Dios.

Que la Virgen de Loreto nos ayude a vivir esta venida de su Hijo, en plenitud.

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