domingo, 8 de diciembre de 2013

REFLEXIÓN 1er DÍA DEL TRÍDUO‏

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Ofrecemos hoy a los hermanos que no hayan podido asistir, la reflexión evangélica del 1primer día de Triduo a Ntra. Sra. de Loreto.


Las lecturas del día son las correspondientes a la festividad de la Inmaculada Concepción, por ser la víspera de dicha festividad. El texto evangélico es de Lc 1, 26-38.


Esta es una fiesta que nos pone en presencia de Nuestra Madre. Uno de los peligros de este texto que se ha proclamado es que no entendamos bien lo que celebramos hoy. Al leerse el texto de la Anunciación podemos pensar que celebramos la maternidad virginal de María, que se realizó sin obra humana sino por la acción del Espíritu Santo; pero lo que realmente celebramos es la Concepción sin mancha de María en el seno de su madre: la Virgen no tuvo pecado original.

Normalmente las personas dicen que no tiene pecados porque "no roban, no matan...".

El creer que no tenemos pecado es sinónimo de lejanía de Dios.

El que está cerca de Dios se siente pecador. Así se han reconocido los grandes santos. Nuestro patrón de la diócesis, San Juan Grande, se llamaba a sí mismo: Juan pecador.

María era la que no se podía sentir pecadora, porque realmente no tenía pecado.

En este primer día del triduo vamos a reflexionar sobre si es lícito querer parecernos a Dios.

Adán y Eva comieron la manzana porque el demonio, la serpiente, les dijo que si lo hacían serían como Dios. Caen en la tentación y su pecado no es el de querer ser como Dios, sino el de querer ser como Dios cogiendo "un atajo", por el mal camino.

Debemos querer ser como Dios, y el mismo Jesús nos lo dice "sed perfectos como mi Padre celestial...", pero para poder llegar a Dios, para poder "llenarse de gracia" no valen los atajos de la mentira, de la vanidad, del orgullo, de la pereza...

Hoy se enseña a la gente, y sobre todo a los niños, que en la vida no hay que esforzarse. Nos invitan a aprender inglés en quince días o a aprender informática en dos meses... Estamos en la cultura del mínimo esfuerzo, del "todo vale".

Pero ser santos exige renuncia, perseverancia, entrega, fe, lucha. Y esto es a lo que no estamos dispuestos, y preferimos autoengañarnos con mentirijillas de que "no pecamos".

El camino para llenarnos de Dios es el camino que siguió María, el camino del "hágase en mí según tu palabra".

Por tanto, es el momento de recapacitar sobre cómo estamos viviendo nuestra fe. ¿Vivimos una fe del mínimo esfuerzo o una fe de renuncia y sacrificio?

Que este pensamiento nos acompañe en este primer día del triduo.

Que la Virgen de Loreto nos ayude a vivir con perseverancia este camino de querer vivir como Dios y dejar de un lado los atajos, que en vez de acercarnos, realmente nos alejan de Dios.

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