viernes, 24 de octubre de 2014

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (26-10-2014)

El texto evangélico es de Mt 22, 34-40 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, al enterarse los fariseos de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron alrededor de Jesús; y uno de ellos, doctor en la ley le preguntó maliciosamente: -Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la ley? Jesús le respondió: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el precepto más importante; pero el segundo es semejante a él: Amarás al prójimo como a ti mismo. Estos dos preceptos sustentan la ley entera y los profetas.”


* Es la regla de oro de los cristianos, la que hoy nos expone el evangelio. Amar a Dios y amar al prójimo; amar a todos desde el amor de Dios.

Un ala es amar al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente (con todas las dimensiones del hombre). Esto equivale a decir que hemos sido creados para amar a Dios y que éste es el fin de nuestra vida.

La otra ala es amar a tu prójimo como a ti mismo. Y sólo con dos alas puedes volar, porque si no amas a tu hermano a quien ves, ¿cómo podrás a amar a Dios a quien no ves?. Todo lo que le hacemos al hermano, se lo hacemos a él. Apoyándote en estas dos alas tendrás tu corazón en alto y tirará de tu cuerpo hacia lo alto.

Esta regla es para aprenderla, interiorizarla, pero sobre todo para vivirla. Y no resulta difícil de memorizar, pero aplicarla puede costarnos lo mejor de nosotros mismos, porque hemos de darnos a fondo y de corazón y concretándola día a día.


* Al amor que Dios nos manifiesta sólo se puede responder amando. La perfección a la que somos llamados no termina en la realización de buenas obras, sino que éstas deben estar impregnadas por el amor.

Nuestro corazón está hecho para amar a Dios. El amor a Dios tiene que ser el motor de todas nuestras acciones, lo fundamental en nuestras vidas, y un amor que se traduzca en amor al prójimo (hermano, esposo, padre, hijo, compañero, jefe...), pero amor generoso sin esperar recompensa.

Santa Teresa de Jesús insistía en que cuanto más amemos al prójimo más avanzaremos en el amor de Dios.


* Señor, te preguntan por el primer mandamiento para ponerte a prueba. Y tú respondes con los dos primeros, inseparables y complementarios: no puedo amarte a ti, a quien no veo, si no amo a mi hermano que tengo a mi lado. Y si no tengo amor, nada soy.


* María, que mirándote a ti, yo pueda crecer en el amor a Dios y al prójimo. Que ese sea mi objetivo diario y experimentando la fuerza del amor que Dios me tiene, me ayude a cumplirlo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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