jueves, 9 de octubre de 2014

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (12-10-2014)

Festividad de Nuestra Señora del Pilar

El texto evangélico es de Mt 22, 1-14 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, Jesús tomó de nuevo la palabra y les habló con parábolas El reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Despachó a sus criados para llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron ir. Entonces despachó a otros criados encargándoles que dijeran a los invitados: Tengo el banquete preparado, los toros y cebones degollados y todo pronto; venid a la boda. Pero ellos se desentendieron: uno se fue a su finca, el otro a su negocio; otros agarraron a los criados, los maltrataron y los mataron. El rey se encolerizó y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos e incendió su ciudad. Después dijo a sus criados: El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no se lo merecían. Por tanto, id a los cruces de caminos y a cuantos encontréis invitadlos a la boda. Salieron los criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los invitados, observó a uno que no llevaba traje apropiado. Le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado sin traje apropiado? Él enmudeció. Entonces el rey mandó a los camareros: Atadlo de pies y manos y echadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Pues son muchos los invitados y pocos los elegidos.”



* Nosotros somos invitados a un banquete especial en donde se celebra el intenso amor de Dios al mundo; es un banquete nupcial de Cristo con su esposa, la Iglesia.

Es un banquete de infinita gracia y ternura en el que nadie debe sentirse excluido; por eso se invita a todos los que se encuentran por los caminos, es decir, en la inseguridad, pero también en la búsqueda.

Se entra en el banquete por una invitación. Ésta es gratuita, pero al mismo tiempo puede ser aceptada o rechazada. Somos libres para ello. Aceptar la invitación significa incorporarse a la Iglesia. San Gregorio Magno decía que “entra en el banquete el que tiene fe, pero va mal vestido si le falta la caridad”. Rechazar la invitación significa actuar en contra de la caridad, la indiferencia o el desprecio.

Participar en el banquete nos llenará de todo aquello que necesitamos para ser felices. Cuando empezamos a poner excusas para asistir, es que no hemos entendido su grandeza y cuando excluimos de la mesa a otros, tampoco hemos entendido su universalidad.

El banquete es, por tanto, mesa abierta partida y compartida, gracias, perdón y paz derramados sobre todos los corazones.


* El amor de Dios no conoce límites y puede saciar el deseo de felicidad de todos los hombres. Por eso prepara un festín al que invita a todo el mundo. ¿Cómo es que alguien puede rechazar esta invitación?

Benedicto XVI señaló que hay personas que consideran el cielo como algo aburrido y por eso no desean ir. Quizás no entienden que lo que allí se nos ofrece es el amor de Dios, poder estar con él.

Si vemos la vida eterna como algo material, entonces se entiende que algunos prefieran aferrarse a lo que ya tienen en este mundo, pensando que es suficiente, y que no quieran dar el paso a la fe. Pero la vida eterna es estar con alguien, con Dios, y, estando con él, poder amar a los demás hombres sin limitación, sin lo que ahora enturbia nuestras relaciones. Así podemos entender que los que rechazan la invitación lo hacen porque desconocen, ya en esta vida, la realidad del amor: no aman ni se dejan amar.

Aunque se rechace su invitación, nada cierra el corazón de Dios, que no deja de salir a buscar al hombre para mostrarle su amor. Nosotros, como nos recuerda el papa Francisco, también debemos salir a buscar a los hombres de nuestro tiempo y hacerles llegar la alegría del evangelio.


* Señor, no sólo me invita el Padre a tu boda, sino que formo parte del cortejo de la novia, que es la Iglesia, a la que tanto amas que das la vida por ella. ¿Y voy yo a despreciar tu invitación por cualquier bobada? Perdona, Señor que, como tantos ingratos, algunas veces no haya aceptado tu invitación. Admíteme en la fiesta y en tu intimidad.


* María, acrecienta en mí el amor a tu Hijo para que no deje nunca de participar en su banquete y prepare siempre mi vestido de buenas obras.

Santa María, desde tu Pilar de Zaragoza recuerda a todos tus hijos que a veces nos tambaleamos por los vaivenes de la vida. Que tu Pilar sostenga a todos los que nos dirigimos maternalmente a ti. Llévanos a Jesús.




Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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