jueves, 20 de junio de 2013

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 12º DEL TIEMPO ORDINARIO (23-6-2013)

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El texto evangélico es de Lc 9, 18-24 y dice lo siguiente:


“Una vez que Jesús estaba orando a solas, se le acercaron los discípulos y él los interrogó: -¿Quién dice la gente que soy yo? Contestaron: -Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías de Dios. Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: -El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Y a todos les decía: -Quien quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mi causa la salvará.”



* El evangelio de hoy nos muestra cómo los apóstoles van teniendo un conocimiento progresivo de Jesús, van siendo adentrados en su misterio, van afianzando la relación personal con Él, van introduciéndose en su vida íntima. Eso es lo que pretendemos nosotros con la oración, aunque para ello nos cueste librarnos de nuestras distracciones, de nuestros pensamientos, de las ideas que están en el ambiente, para entrar en el clina de silencio necesario.

Y en este clima, en la presencia de Jesús, nos lanza una pregunta desconcertante: ¿quién soy yo para la gente, y para vosotros?

Pedro confiesa con su boca, en nombre de todos, que Jesús es el Mesías de Dios.

En realidad, a Jesús no le preocupaba lo que la gente pudiera pensar de Él. Le preocupaba aclarar que Él era el Mesías esperado, pero no un superhéroe victorioso frente a los enemigos; sino un Mesías que iba a emprender un camino de sufrimiento para salvarnos.

Por eso, a la confesión de Pedro, debe seguir una confesión de corazón: quien me reconozca como Mesías y quiera ser como yo, ha de seguir mi mismo camino “cargar con la cruz”.


* Señor, ¿quién digo yo que eres tú?, ¿quién eres tú realmente para mí? ¿Eres mi Dios y mi Señor?


* María, que tu Hijo sea para mí siempre, mi luz y mi esperanza, mi vida y mi amor, mi consuelo y mi dicha, mi plenitud y mi armonía, la fuerza de mi debilidad.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.


Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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