jueves, 13 de junio de 2013

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 11º DEL TIEMPO ORDINARIO (16-6-2013)

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El texto evangélico es de Lc 7, 36 - 8, 3 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con el perfume. Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: -Simón, tengo algo que decirte. Contestó: -Dilo, maestro. Le dijo: -Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto? Contestó Simón: -Supongo que aquél a quien más le perdonó. Le replicó: -Has juzgado correctamente. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: -¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, porque tiene mucho amor. Que al que se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: -Tus pecados te son perdonados. Los invitados empezaron a decirse entre sí: -¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Él dijo a la mujer: -Tu fe te ha salvado. Vete en paz. Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y alguna mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salidos siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.”

* El evangelio de hoy nos habla del perdón de Dios y del arrepentimiento de los hombres.

La mujer pecadora no teme acercarse al Señor y lo colma de atenciones, en las que expresa su culpa y la alegría de ser salvada: llora arrepentida a los pies de Jesús a la vez que los besa agradecida. El arrepentimiento le aleja del pecado y le lleva a adherirse al bien. En todo arrepentimiento hay un inicio de amor. Y una vez más, Jesús derrama su misericordia. La mujer pecadora se ve libre gracias a la fuerza de su amor. El amor desbanca al pecado porque triunfa sobre el egoísmo. No hay pecados que superen la grandeza de la misericordia de Dios, basta con que se tenga amor.

Simón, el fariseo, se siente autosuficiente porque cumple exteriormente, y juzga a la pecadora y al mismo Jesús. El Señor le pone de manifiesto que él también ha de ser perdonado, y para ello ha de amar y dejarse amar; como la pecadora, que tiene amor y por eso es perdonada. Cuando nuestra conversión es muy grande, el amor también es mayor.

Jesús, a diferencia del fariseo, es cercano al mundo de la marginación, se acerca a aquellas personas que no eran bien vistas por la gente. ¿Es esta nuestra actitud hacia los desfavorecidos?


* En nuestra época se olvida frecuentemente el sentido del pecado. Sólo acogiendo a Jesús descubrimos el desamor que hay en nuestro corazón y la salvación que él nos ofrece. Debemos pedir a Jesús que nos conceda acercarnos con mayor conciencia y afecto al sacramento de la penitencia.


* Señor, yo soy un pecador. ¿Tengo amor para que me perdones? ¿Cómo podría cargar toda la vida con mis pecados, sin el alivio de tu perdón y de tu paz, paz que el mundo no puede darme?. Gracias, Señor, por el sacramento de la reconciliación.


* María, ayúdame a llenar mi vida de amor, como estuvo la tuya. Amor para comprender y excusar la debilidad de los demás pecadores, amor agradecido a la bondad de tu Hijo, amor que corresponda al amor eterno que el Padre me tiene.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

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Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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