viernes, 8 de agosto de 2014

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (10-8-2014)

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El texto evangélico es de Mt 14, 22-33 y dice lo siguiente:


“Después que la gente se hubo saciado, Jesús mandó a los discípulos que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después de despedirla, subió él solo a la montaña a orar. Al anochecer, todavía estaba allí, solo. La barca estaba ya a buena distancia de la costa, batida por las olas, porque tenía viento contrario. Ya muy entrada la noche Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos comenzaron a temblar y dijeron: -¡Es un fantasma! Y gritaban de miedo. Pero Jesús les dijo: -¡Ánimo! Soy yo, no temáis. Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti. -Ven, le dijo. Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar por el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo, entonces empezó a hundirse y gritó: -¡Señor, sálvame! Al punto Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo: -¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Cuando subieron a la barca, el viento amainó. Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios.”


* Jesús manda a sus apóstoles que vayan a la otra orilla. Para nosotros, ir a la otra orilla puede significar que el Señor siempre nos pide ir más allá en la vida cristiana. La vida con Cristo no permite que nos detengamos, sino que es un continuo avanzar en el amor.

Y Jesús les pide que vayan en la barca, que es signo de la Iglesia. Todos los cometidos que nos manda el Señor es para que los hagamos en comunión con la Iglesia. Sin ella no podemos pretender nada. La vida cristiana debemos vivirla en comunidad.

En el camino la barca se encuentra con viento contrario y fuerte oleaje. A lo largo de la historia, la Iglesia avanza en medio de las dificultades, pero sin que le falte la protección del Señor.


*Jesús se retira a orar, a hablar con su Padre. En nuestra vida no debe faltar la oración, el contacto con Dios, tanto en los malos momentos como en los buenos; pero si no estamos atentos, no podemos percibir la cercanía de Dios; para percibirla debemos hacer silencio tanto en el exterior como en el interior de nuestra alma.


* Jesús, en este texto, renueva nuestra confianza a lanzarnos a los proyectos que nos pide, aunque sean difíciles. "Ven, le dijo a Pedro". Pedro empieza a caminar sobre las aguas, hace lo más difícil, pero se deja vencer por lo pequeño, siente miedo por la fuerza del viento. Olvida que Jesús es quien lo ha hecho posible.

No hay que tener miedo. Jesús está siempre atento. Su mirada no nos deja.

Ante el susto y la turbación, su palabra infunde valor, da confianza, tranquiliza.

Detrás de sucesos que nos inquietan y amenazan, se encuentra la providencia de Dios.

Cuando pierdes la calma y te pones nervioso, escucha la voz del Maestro que te dice: soy yo, no temas, ¿por qué has dudado?

Jesús es quien nos sostiene, en él está nuestra seguridad y fortaleza.


* Es la fe la que nos posibilita seguir a Jesús en las más variadas circunstancias. Nos puede ocurrir que nuestra fe decaiga, desfallezca o que nos entre temor. Tengamos entonces la humildad de decir como Pedro: "Señor, sálvame". Jesús extenderá la mano y nos agarrará. ¿Cuántas veces hemos notado esa mano de Jesús en nuestra vida? Hay algo que nunca falla: con la fe no te hundes. Ya pueden llegar desafíos familiares, laborales, económicos, de salud, que Jesús no dejará nunca que nos hundamos y nos ahoguemos en los vaivenes que la vida trae consigo. Miremos siempre a Jesús, Él nunca nos deja solos, Él está siempre cerca de nosotros, incluso en las situaciones más difíciles en las que nos puede acechar la tentación de pensar que se ha retirado de este mundo. Jesús es el único que puede alentarnos en medio de

las inseguridades de nuestra vida. Él es nuestro único salvavidas. MIrémosle a Él y no nos fijemos sólo en los problemas que terminarán por amenazar nuestra estabilidad.


* Señor, que yo aprenda de ti la importancia de la oración personal. Y te pida que, como a Pedro, me digas que mis pasos se dirijan siempre hacia ti, pasando por encima de las aguas del pecado, del mundo, de la muerte... Pero sólo podré ir a ti cuando confíe en tu poder, no cuando me fíe de mis fuerzas.


* María ayúdame a tener mis ojos siempre fijos en tu Hijo, e intercede ante Él para que no retire nunca su mirada de mis acciones.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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