viernes, 16 de agosto de 2013

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 20º DEL TIEMPO ORDINARIO (18-8-2013)

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El texto evangélico es de Lc 12, 49-53 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

*Dios se ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser Dios. Jesús habla en este pasaje del “especial bautismo” por el que va a pasar, la muerte que se ensañará con Él. Jesús se siente abatido ante su pasión; y nos ayuda ver que Jesús no es inmune al dolor y al desprecio; vivió el sufrimiento, pero se elevó majestuosamente por encima de él, suplicando ayuda al Padre, y así nos trajo la salvación.


*También nos desconcierta Jesús cuando anuncia que viene a traer la división. Cuando la luz de Cristo nos hace conocedores del mal que hay en nuestro corazón y del que hasta entonces no éramos conscientes, se produce esa división de la que habla Jesús que se da en las familias, en los grupos y también internamente en cada uno de nosotros. Necesitamos entonces de ese fuego que brota del corazón de Cristo y que es imagen del Espíritu Santo; de ese fuego que destruye el pecado y nos purifica. Cristo quiere llegar a todos los hombres y encenderlos con su amor, aprovechemos la oportunidad para quitar de nuestra vida lo que hay de entrega a medias, de rutina, de seguimiento poco profundo de Jesús. La verdadera paz del mundo brota de nuestra unión con Dios.


*Señor, tu palabra de “división” me resulta hoy fuerte, pero debo entender tu palabra, porque tú tienes palabras de vida eterna. Que el fuego que trajiste a la tierra prenda en mi vida y queme todo aquello que pueda apartarme de ti. Podrá haber divisiones, pero jamás entre tú y yo: tú eres mi vida, que yo esté siempre contigo.


*María, atráeme hacia ti, para que aprenda a vivir con el fuego purificador que brota del corazón de tu Hijo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación

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