miércoles, 5 de octubre de 2011

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (9-10-2011)

.
El texto evangélico es de Mt 22, 1-14 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, Jesús tomó de nuevo la palabra y les habló con parábolas El reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Despachó a sus criados para llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron ir. Entonces despachó a otros criados encargándoles que dijeran a los invitados: Tengo el banquete preparado, los toros y cebones degollados y todo pronto; venid a la boda. Pero ellos se desentendieron: uno se fue a su finca, el otro a su negocio; otros agarraron a los criados, los maltrataron y los mataron. El rey se encolerizó y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos e incendió su ciudad. Después dijo a sus criados: El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no se lo merecían. Por tanto, id a los cruces de caminos y a cuantos encontréis invitadlos a la boda. Salieron los criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los invitados, observó a uno que no llevaba traje apropiado. Le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado sin traje apropiado? Él enmudeció. Entonces el rey mandó a los camareros: Atadlo de pies y manos y echadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Pues son muchos los invitados y pocos los elegidos.”


* Nosotros somos invitados a un banquete especial en donde se celebra el intenso amor de Dios al mundo; es un banquete nupcial de Cristo con su esposa, la Iglesia.
Es un banquete de infinita gracia y ternura en el que nadie debe sentirse excluido; por eso se invita a todos los que se encuentran por los caminos, es decir, en la inseguridad, pero también en la búsqueda.
Se entra en el banquete por una invitación. Ésta es gratuita, pero al mismo tiempo puede ser aceptada o rechazada. Somos libres para ello. Aceptar la invitación significa incorporarse a la Iglesia. San Gregorio Magno decía que “entra en el banquete el que tiene fe, pero va mal vestido si le falta la caridad”. Rechazar la invitación significa actuar en contra de la caridad, la indiferencia o el desprecio.
Participar en el banquete nos llenará de todo aquello que necesitamos para ser felices. Cuando empezamos a poner excusas para asistir, es que no hemos entendido su grandeza y cuando excluimos de la mesa a otros, tampoco hemos entendido su universalidad.
El banquete es, por tanto, mesa abierta partida y compartida, gracias, perdón y paz derramados sobre todos los corazones.

* Señor, no sólo me invita el Padre a tu boda, sino que formo parte del cortejo de la novia, que es la Iglesia, a la que tanto amas que das la vida por ella. ¿Y voy yo a despreciar tu invitación por cualquier bobada? Perdona, Señor que, como tantos ingratos, alguna veces no haya aceptado tu invitación. Admíteme en la fiesta y en tu intimidad.

* María, acrecienta en mí el amor a tu Hijo para que no deje nunca de participar en su banquete y prepare siempre mi vestido de buena obras.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.
.

No hay comentarios: