miércoles, 12 de enero de 2011

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 2º DEL TIEMPO ORDINARIO (16-1-2011)

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El texto evangélico es de Jn1, 29-34 y dice lo siguiente:

“Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo: ---Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. De él yo dije: Detrás de mí viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo. Aunque yo no lo conocía, vine a bautizar con agua para que se manifestase a Israel. Juan dio este testimonio: ---Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma y se posaba sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios.”

* En este texto, continuación del domingo anterior, tenemos una nueva manifestación de Jesús, como Hijo de Dios y como Salvador.
Aquí Juan es el precursor fiel (después de los profetas) y testigo humilde de la divinidad de Jesús. Juan proclama que “no conocía” verdaderamente a Jesús, a pesar de ser su pariente, hasta el día en que contempló al Espíritu posarse sobre Él. Sin la asistencia del Espíritu, nadie puede reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Jesús Hijo de Dios es imagen de Dios, presencia de Dios entre nosotros.

* Jesús aparece como manso y salvador cordero (imagen usada por Isaías) que borra los pecados para no recordarlos más.
Cordero es el animal que se sacrificaba en la pascua judía, representa la experiencia de la liberación de Egipto. Cordero de Dios quiere decir que Jesús es el libertador, pero el libertador que viene de Dios y no es producto de nada humano, de ninguna ideología ni sociología.
Este cordero viene para quitar el mal, el pecado, el sufrimiento; ésa es su misión.  Jesús toma nuestro propio pecado, se solidariza con los pecadores, destruye la enemistad con Dios que provoca el pecado, nos abre el camino que lleva a Dios.

* Señor, envíame tu Espíritu pues lo necesito para ser yo también, como Juan, testigo fiel y agradecido por la salvación que me ofreces.

* María, ayúdame a hacer frente al pecado: al orgullo, a la envidia, a la violencia... Ayúdame a reconocer en tu Hijo la luz que me saca del rincón al que el pecado me ha llevado.  Ayúdame a acercarme a Él para que me llene de su gracia.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.
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