viernes, 12 de febrero de 2010
EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 6º DEL TIEMPO ORDINARIO
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El texto es de Lc 6, 17.20-26 y dice lo siguiente:
En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas”.
* El evangelio de Lucas sitúa el famoso sermón de las bienaventuranzas en un “llano”, en contraposición del de Mateo que lo hace en la “montaña”. Lucas abrevia el contenido de las mismas incorporando lo que se ha dado en llamar los “ayes” o “malaventuranzas”. Pero éste es el corazón del mensaje evangélico, aunque pueda resultar desconcertante: resulta que son dichosos precisamente quienes a los ojos del mundo son desgraciados, pero esta es la lógica de Dios.
Cristo viene a ser signo de contradicción: con su vida, viene a traer alegría, resurrección, salvación..., y muere en una cruz; con su palabra: no son dichosos los que tienen dinero, risas, fama..., sino todo lo contrario. Y esto es lógico a la luz de la fe, porque su mandamiento es amar al hermano y ayudarle a salir de su pobreza y amargura, y no buscar los bienes temporales; porque el valor supremo por encima de todas las cosas es Dios.
* ¡Cuántas veces, Dios, no te comprendo! Tus criterios no son mis criterios; tus rasgos, trazados en las bienaventuranzas, no son los de mi vida, mis aspiraciones no van por ahí. Me resulta todo tan misterioso que tengo la tentación de caer en la apatía o la negación. Pero en mi fragilidad te siento presente, compañero de fatigas, aliento y consuelo. Porque yo sé que tú tienes palabras de vida eterna.
* María, sé mi guía y modelo, para que las bienaventuranzas configuren mi vida y luche contra la pobreza, el hambre, la injusticia... y así poner mi granito de arena en la construcción del reino de Dios.
Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.
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