viernes, 4 de enero de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR – CICLO C – (6-1-2019)

LUCAS 1-5.7-15.

“En aquel tiempo, Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”


Estamos en el día de Reyes, celebración que cierra el ciclo de las fiestas navideñas. Una de las cosas que tiene la Navidad es que nos hace regresar a la infancia en muchos momentos. Y el día que más nos hace regresar a aquellos años no cabe duda que es el día de los Reyes. Es entrañable ver la cara de sorpresa de muchos niños en las cabalgatas de los pueblos y ciudades, la ilusión con la que han pedido o esperan los regalos la noche pasada. Y todavía siguen poniendo los zapatos, o les dejan algo de comida para los cansados camellos en esta noche mágica, en esta noche en la que todo es posible. Es muy bueno conservar en sus justos términos dentro de nosotros un sano sentido de lo mágico y de la fantasía, ya que esto nos hará estar más abiertos a la comprensión profunda de los acontecimientos y de las cosas que nos pasan, y llenar nuestro entorno de ese halo de ilusión y trascendencia que son imprescindibles.

La fiesta de la Epifanía del Señor, es la fiesta de la manifestación al mundo de la presencia de Dios, con la llegada de los magos las fronteras ya no serán obstáculo a la hora de reconocer al Niño de Belén como el Dios de todos. Sonaba a escándalo en el pueblo de Israel, el pueblo elegido, que los otros pueblos tuviesen la misma dignidad ante Dios, por eso San Pablo en la carta a los Efesios dice que los gentiles (o sea los que no son judíos) son también destinatarios de la salvación de Jesús. Después de esta fiesta nadie, ni pueblo ni personas, pueden atribuirse que Jesús venga sólo para ellos. La salvación de Dios no sabe ni de lenguas, ni de fronteras, ni de sexo, ni de color, ni de forma de ser, todos somos llamados a formar parte de este nuevo Pueblo de Dios que comienza a construir el Niño de Belén, que comienza a formarse en la Navidad. Los Reyes Magos universalizan la salvación del Señor que no puede ser encasillada por nada, ni por nadie. Que no es exclusiva de nada ni de nadie.

La luz de esta Epifanía, nos invita a que lleguemos hasta este Belén en el que nos hemos reunido, que es nuestra comunidad parroquial de San Blas: aquí, hoy, Dios quiere que le reconozcamos, que le encontremos en este templo, en esta casa, en esta comunidad, quiere que le reconozcamos en cosas pequeñas: en la sonrisa del que tenemos al lado, en el gesto de cariño del conocido, en el respeto, en el silencio, en la invitación a llevarnos mejor los unos con los otros, quiere que su signo distintivo sea la ternura, y que sintamos cómo se nos contagia, quiere que nos despojemos de esquemas antiguos y le podamos ver en la fragilidad, en la necesidad, quiere que le descubramos como nuestro Padre. Quiere que abramos nuestras conciencias y nuestros corazones para dejarle entrar y nacer dentro de ellos. Y quiere, por último, que aprendamos a ser nosotros estrellas para los demás, (y esto sí que es difícil) que sepamos guiarles para que en nosotros lo descubran también a Él, y así puedan llegar hasta el Dios de lo sencillo que ha nacido para salvamos,

En este día de los Reyes Magos, en el que todos (no sólo los niños) han pedido regalos, no estaría de más que nosotros les pidiéramos un poco más de paz para el mundo y para las relaciones entre nosotros, un poco más de amor para las familias rotas por la violencia y el desamor, un poco mas de justicia y caridad entre los hombres que haga que se superen las desigualdades y las pobrezas, un poco más de ternura en nuestras relaciones interpersonales, un poco más de esperanza y de ilusión en nuestros trabajos.

Pedimos al Señor en esta fiesta que la ilusión y la esperanza que son un signos de la misma, estén siempre presentes entre nosotros, que no desaparezcan de nuestro repertorio de conductas aunque ya no seamos tan niños. Se lo pedimos de verdad al Señor.

Y como siempre nos acordamos de los que menos tienen, de los que están solos, de los que han pasado las navidades sin una muestra de cariño especial por parte de alguien, de los enfermos, de los que sufren, de los que necesitan de nosotros y les damos de lado, nos acordamos de ellos y pedimos especialmente por ellos.


D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
.

No hay comentarios: