lunes, 7 de marzo de 2016

HOMILÍA FUNCIÓN PRINCIPAL DE INSTITUTO

Domingo “Laetare”

“Festejad a Jerusalén….”. La Antífona nos invita a la alegría… Hoy es el “Domingo Laetare”, de “la alegría”.. 4º de Cuaresma, estamos en la mitad de este recorrido penitencial: apunta ya la luz y la alegría de la Pascua, de la Resurrección, que celebraremos dentro de 3 semanas…

Y su luz se desborda y nos alcanza hoy, llenándonos de gozo por el triunfo de la gracia sobre el pecado… del amor del Padre sobre la ingratitud de todos nosotros… La misma Liturgia se viste de rosa, que es un morado más suave, como una forma de ofrecer una imagen más atenuada del rigor cuaresmal.. Porque pre-gustamos, como un anticipo, a Cristo Resucitado en su mañana gloriosa del Domingo Pascual.

Apelamos a Jesús, el Cristo de la Misericordia, tendido en la Cruz, que intercede por nosotros, junto a la oración maternal de Ntra Sra de Loreto, que nos preside,.. “¡Señor, ten piedad!.”.. ”¡Cristo, ten piedad!”..

Saludos

Querida Venerable Hermandad y Cofradía de hermanos de la Santa Cruz en el Monte Calvario y nuestra Señora de Loreto en su Soledad, Patrona de la Aviación Universal, residente en este templo y Parroquia de San Pedro; Junta de Gobierno, cofrades, devotos..

Saludo al Coro San Pedro de Nolasco que nos acompaña.. Queridas familias y hermanos todos:

“Todo es nuevo”.. nos decía S. Pablo. Es la primera vez que me dirijo a vosotros como Párroco, en este día que cierra el Quinario que os ha predicado D. Manuel Rguez. La anterior lo hice como Vicario.. Hoy es ya como Pastor… Por eso digo que “todo es nuevo”. Para vosotros y para mí. Nunca imaginé, ni por lo tanto deseé ni estuvo en mis expectativas venir a San Pedro, a pesar de vivir aquí. Fue una “novedad”… Pero estoy contento.. “Ha sido el Señor quien lo ha hecho… ha sido un milagro patente”.. Convirtámonos todos agradecidamente al Señor, que nos da siempre mucho más de lo que merecemos. Espero y deseo que vosotros lleguéis también a la misma experiencia.

Llamada a la “conversión”

“Gustad y ved, qué bueno es el Señor”… Nos decía el Salmo.. A su luz hoy hemos escuchado una potente y fervorosa “llamada a la conversión” (como toda la Cuaresma)… Pero con un aliciente o novedad: es el “Domº laetare”.. se divisa la Pascua… Y desde ahí nos desborda la alegría.. que nos da ánimo para proseguir el camino cuaresmal con más fervor en el seguimiento de Jesús y más amor a los demás, poniendo en práctica las “Obras de Misericordia”

La llamada a la conversión siempre tiene –o debe tener- el centro en Jesucristo, a quien contemplamos de la mano de S. Lucas y precisamente en lo que constituye el “centro” de su Evangelio, no sólo porque, en cuanto a extensión del manuscrito, está justamente en la mitad.. sino que el mensaje de su contenido es como el “centro” de la predicación de Jesús…

En la Ultima Cena, en la oración final al Padre, Jesús le dice: “He manifestado tu Nombre a mis hermanos..”. Efectivamente, Jesús ha venido para revelarnos un Nombre nuevo, o mejor, el Nombre del Padre que sólo Él conoce, puesto que es el Hijo… “Porque nadie cono al Padre sino el Hijo.. y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar..”.

Pues bien, el nombre revelado por Jesús es doble: “abba” que es su vocablo familiar y cariñoso hablando con su Padre en la oración de intimidad. ”Abba”.. “papá”, diríamos nosotros, como más cercano.. Insólito en un judío para dirigirse a Dios, pero característico y propio de Jesús,..

Y el contenido de este Abba que mejor lo expresa es un atributo muy repetido en la Escritura, sobre todo en los Salmos, pero que en labios de Jesús adquiere un carácter nuevo, situándose también en un rango de mayor importancia: MISERICORDIA

(Uno de los libros actuales del Papa Francisco lleva por título esta frase tan sugestiva como evangelizadora: “Su Nombre es MISERICORDIA”)

Pues bien, en este evangelio de hoy, contemplamos a Jesús revelándonos el Nombre del Padre, el Corazón del Padre.. Y el Corazón del Padre con respecto a todos los hombres, cercanos y lejanos, porque “Dios no hace acepción de personas”:

• Con los incultos, pobres, pecadores, secularizados –diríamos también- que constituye lo que se considera el pueblo, la muchedumbre .. Con ellos está el Corazón de Dios, para con todos esos que no están en la primera fila, sino en el “gallinero” (…), o mejor, en los atrios e incluso fuera del templo… Y a ellos los ama y los busca…

• Pero también está con los orgullosos y obstinados, pagados de sí mismos que se resisten a la predicación de Jesús y al testimonio de sus obras… Y a los cuáles busca Jesús y “quiere reunir como la clueca acoge a sus pollitos bajo las alas”, como dirá más tarde.

La imagen que Jesús proyecta y describe del Padre para con ellos, con todos, es un padre “misericordioso”… con todos:


El hijo “menor”

► Primera y especialmente con el arrepentido que vuelve humilde y temeroso… porque reconoce que ha sido víctima de la misma seducción que a Eva y Adán los llevó fuera del Paraíso..

Hoy hemos visto a ese “hijo menor” que, en pos de en un espejismo de libertad, abandona la casa del padre, rompiendo con toda la familia, .. entra en la vorágine del libertinaje, “comiéndose la herencia con malas mujeres” –atestigua su hermano, que lo conocía bien- y acaba en la miseria de envidiar a los cerdos por las algarrobas que tan libremente comen.

Pues, a ése hijo menor, querido pero ingrato y pecador, el padre de la parábola lo estaba esperando para darle un abrazo y vestirlo de fiesta.. Y devolverle su dignidad de hijo.. e insertarlo de nuevo en la familia, rodeado del amor de todos.

Así es Dios, por tanto, nos dice Jesús.. Y esa alegría que cuenta por la vuelta del prófugo.. es la que hay en el cielo –ahora mismo también- “por un solo pecador que se arrepiente”.. (por nosotros cuando acudimos a la fuente del perdón, que constituye el confesionario, cuando nos arrodillamos diciendo: “Misericordia Dios mío, por tu bondad…”

Y como es el Padre, con los pequeños y humildes.. así es Jesús… Por eso anda y come con “publicanos y pecadores”.. porque ”no necesitan médicos los sanos sino los enfermos..” Por eso no viene “llamando a los justos, sino a los pecadores…”.


El hijo “mayor”

► Pero el drama de Jesús, ayer y hoy, es que los que le escuchan, no es que sean justos –ojalá-.. sino que se tienen –nos tenemos- por justos.. Y no se conocen, ni quieren admitirlo… (Ahí entramos también todos nosotros.. Y yo el primero...).

Por eso Jesús nos anima y exhorta a volvernos a Dios recuperando la primera imagen que tuvimos de Él cuando hemos sido niños… Dios es un padre bueno, grande, cariñoso, fiel, justo y misericordioso… “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos”.

Luego, el Padre no solo quiere a los que siempre están en su casa.. sino también a los que se han ido y no están… (¡Cuántos hermanos de esta Hdad y Parroquia, deberían estar hoy aquí… y no están!..). Como también busca a los que a pesar de estar tan cerca, tienen su corazón lejos de El.. (”Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”… ).
Nos podemos sentir, por tanto, identificados con un hijo y con otro… Con el tarambana que derrochó su cuerpo y su alma en vivir la vida.. “a su modo”, haciendo todo lo que le apetecía en cualquier momento…

Pero también con el seguro, prepotente y vanidoso, que se cree dueño de Dios porque acapara sus bienes –entre ellos el conocimiento de la Escritura y sus diversos comentaristas-, y ocupa un puesto de honor dentro de la clase religiosa, sobre todo en la liturgia, aledaños del templo y desfiles procesionales..

Por tanto, S. Lucas nos enseña que la mejor forma que tuvo Jesús de mostrar ese Corazón de Dios a todos, cercanos y lejanos.. fue contar una serie de parábolas, una de ellas y quizás la principal es esta del “hijo pródigo”, que a decir de algunos expertos debería llamarse más bien del “padre misericordioso”.. Y como es el Padre, así es el Hijo


¡Gustad y ved qué bueno es el Señor!

Contemplemos a Jesucristo, pues, con el corazón, en la hermosa y bendita imagen que veneramos como “Cristo de la Misericordia”.. que tan bien se ha portado con nosotros recientemente regalándonos el don de acompañarnos a la Catedral.. para vivir la experiencia de fe y de gracia que ha supuesto ganar el Jubileo de este año de la Misericordia … Ese Cristo de la Misericordia es la imagen del Jesús del Evangelio… Y el mismo que dentro de poco aparecerá ante nosotros transfigurado eucarísticamente como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”…

La Iglesia también nos ayuda hoy en la Palabra ofreciéndonos dos perspectivas que complementan ese mensaje del Evangelio:


Os he borrado el oprobio de Egipto

La lectura de Josué nos sirve de marco narrándonos la primera Pascua celebrada por el pueblo de Israel en la tierra prometida… en la tierra, primero habitada, después perdida.. hasta caer en esclavitud.. y más tarde anhelada y conquistada.. después de un camino de 40 años por el desierto… Hoy hemos escuchado que comen “ya” los frutos de la tierra: “panes ázimos y espigas fritas”… “Hoy os he borrado el oprobio de Egipto”… -dice el Señor-, una frase que resume y expresa también lo que el Sacramento de la Penitencia sella en nosotros con el “Yo te absuelvo de tus pecados“ que el Jesús nos dice, en labios del sacerdote, cuando nos confesamos, al recibir la absolución

Reconciliaos con Dios

De ahí que San Pablo nos urja con tanto empeño a la conversión: “reconciliaos con Dios…”. Al su Hijo, el Amado, el Inocente, “lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a Él, recibamos la justificación de Dios”.

La confesión, el Sacramento de la Misericordia, cuyos pasos hemos reconocido en el itinerario seguido por ese hijo que vuelve al padre: examina su vida, recapacita, se duele de su comportamiento, decide volver y decir.. se pone en camino y… Todo lo demás es gracia, perdón, misericordia y alegría… En ese momento “salimos del oprobio de Egipto”.. y “entramos en la libertad de los hijos de Dios”.

Luego, Jesús, el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” nos llama hoy a su Corazón.. Nos invita a escucharlo, como nos dice en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo… si alguno me abre, entraré y comeremos juntos..”

Y lo que hoy, recapacitando, como el hijo menor, tomemos como una “decisión” para cambiar de rumbo, mañana lo pongamos por obra.. con el mismo entusiasmo y la misma esperanza con que el hijo menor se puso en camino…

Y abramos nuestro corazón y nuestro entorno, nuestra Hdad y Parroquia, como hermanos mayores, a tantos otros que necesitan de nosotros escuchar, lo que tantas veces hemos experimentado.. y hoy también: “Gustad y ved, qué bueno es el Señor”…

A El la Gloria, por los siglos de los Siglos.

Hagamos ahora la confesión de la fe.. y el juramento de fidelidad.


Final

La última mirada a la Virgen María. La Virgen no perdona los pecados… Quien perdona el pecado es el Padre… por la intercesión del Hijo, que muestra sus llagas.. para el perdón de los pecados… Pero la Virgen nos acerca a Jesús, templa con su ternura nuestro corazón… y nos convence de que debemos acercarnos al Sacramento de la Penitencia, a la fuente del perdón y la gracia…



En la imagen, querida para nosotros, de Ntra Sra la Virgen de Loreto, le decimos

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

RUEGA POR NOSOTROS, PECADORES,

AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. AMEN

Salve Regina… Mater Misericordiae..

José Hachero Alvarez, Párroco
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