miércoles, 26 de marzo de 2014

REFLEXIÓN EN EL PRIMER DÍA DEL QUINARIO (25-3-2014)

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Por iniciativa de nuestro Equipo de formación y como en años anteriores,vamos a ofreceros un resumen escueto de las homilías del Quinario diariamente;esto nos permitirá que aquellos que por enfermedad,lejanía ,ocupación laboral o si bien algún día nos es materialmente imposible asistir,con este resumen no perderemos el hilo de estas cinco jornadas. Este es el resumen del primer día del Quinario que como ya sabéis comenzó ayer:


El predicador comienza diciendo que las reflexiones de este quinario tienen como finalidad profundizar en los misterios de la titularidad de esta Hermandad: la Soledad de la Virgen ante la cruz. Esto nos ayudará a vivir la Cuaresma poniendo nuestra vida ante la luz de Cristo, que es el que ilumina nuestro calvario, llamado a ser pascua o resurrección.

La Virgen de Loreto es una dolorosa, es la Virgen de la soledad, que no es otra cosa que la Virgen de la compasión. Los dolores o la soledad de la Virgen, es una fiesta que se celebra desde el siglo XV.

La Virgen vivió su propio calvario como compasión, como quien acompaña la pasión de Cristo.

El sufrimiento es un misterio, y qué mejor que hablar de él teniendo a Cristo, que es misterio, presidiendo nuestra asamblea, teniendo expuesto a su Divina Majestad.


La reflexión se centrará en el texto evangélico de Lc 2, 22-35, que dice lo siguiente:

"Cuando llegó el día de su purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; y para hacer la ofrenda que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. Movido, por el mismo Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar a tu siervo marchar en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz revelada a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel. El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, la madre: -Mira, éste está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será una bandera discutida y así quedarán patentes los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón."


Con respecto al sufrimiento, hay muchas cosas que no entendemos, pero sí sabemos que ante esta Dolorosa se detiene el dolor. Ella nos enseña que la compasión es bajar los escalones de nuestro yo viviendo nuestro sufrimiento junto a la pasión de Cristo; haciendo que nuestro hombre viejo que no aguanta el sufrimiento ni el desprecio, se haga uno con Cristo en la compasión; sumando nuestra cruz a la cruz de Cristo, y esto significa llevarla con paciencia y abrazarla como hizo Jesús.

Pero no es lo mismo resignación que abrazar la cruz, a esto nos enseña María, y abrazar la cruz es encontrar sentido al dolor.

En este evangelio vemos cómo la Virgen escuchó del anciano Simeón una profecía tremenda. Simeón era un hombre que buscaba al Mesías y primero le dice a María que el Niño va a ser una bandera discutida, alguien importante sobre el que hablarán todos; y después añade que una espada le atravesará el corazón, que el dolor y el sufrimiento le partirán el alma. Ante esto María quedaría impactada.

La pasión de la Virgen (como la denominan muchos autores, al igual que la pasión de Jesús) no está sólo junto su Hijo en la cruz, sino desde la anunciación (fiesta que celebramos hoy). Porque María, como el pueblo judío, conocía las Escrituras y por tanto sabía lo que había anunciado el profeta Isaías sobre el Mesías que iba a llevar en su seno: "será llamado varón de dolores..... su aspecto no parecía de hombre...". San Agustín señala a Jesús como varón de dolores y a María como mujer de dolores. El Papa Francisco insiste en que los cristianos, como María, debemos tener contacto asiduo con la Palabra, y esto es lo que deben hacer los hermanos de Loreto, sobre todo en esta Cuaresma.

El evangelio nos presenta a María (y así lo lleva en su título esta Hermandad) al pie de la cruz con su dolor, con su soledad, con su sufrimiento. Esta es la pasión de la Virgen y como primer dolor encontramos el que le anuncia el anciano Simeón de que una espada atravesará su corazón. Esa espada atraviesa el alma de María y de la Iglesia, porque María es la madre de la Iglesia.

No se equivocaba Simeón al apuntar que Jesús sería una bandera discutida que haría caer a muchas personas, a muchos de sus seguidores. Desde que cayó Saulo a tierra, cuando iba a perseguir a los cristianos y se le aparece Jesús diciéndole que por qué le persigue, hasta nuestros días, Jesús se identifica con sus discípulos que son perseguidos. Hoy mismo tenemos el ejemplo de los jóvenes que han sido agredidos por repartir un panfleto en defensa de la vida, en la universidad complutense, donde también se había hecho anteriormente una profanación del Santísimo, demostrándonos así cómo se odia a los discípulos de Jesús.

Esta persecución y desprecio se ha producido a lo largo de la historia como lo corroboran los mártires de todos los tiempos, que constituyen la espada que atraviesa el corazón de María.

María, Madre nuestra, está con nosotros en nuestros sufrimientos, soledades y problemas, porque ella conoció muy bien todo esto: la precariedad, la huída.... y la muerte violenta y precipitada de su Hijo. María, como todas las madres, hubiera preferido sufrir ella todo eso en lugar de su Hijo; esto lo expresa con gran claridad el rostro de María en la película de "La Pasión" de Mell Gibson, cuando cruza la mirada con su Hijo en una de las caídas con la cruz camino del Calvario. Esa mirada de compasión de María es la que nos dirige a nosotros diciéndonos también ante nuestros sufrimientos "ésos los quisiera para mí..., cuánto quisiera yo llevar tu cruz de cada día".

Miremos por tanto a María, que conoce nuestra cruz y nos quiera ayudar a que encontremos el sentido de la cruz que el Señor ha permitido en nuestra vida.

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