sábado, 29 de marzo de 2014

REFLEXIÓN EN EL CUARTO DÍA DEL QUINARIO (28-3-2014)

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Meditamos de nuevo, en este cuarto día de quinario, en presencia de Cristo sacramentado los dolores o momentos de soledad de esta Virgen de Loreto, que no se limitan al Calvario, como dijimos el primer día, sino que comienzan ya en la anunciación.

Hoy nos situamos ya de lleno en la pasión, damos el salto desde la pérdida de Jesús en el templo al encuentro de Jesús con su Madre en el camino del calvario, momento que deja un surco de dolor permanente. Y nos basamos en el texto evangélico de Lucas 23, 26-32 que dice lo siguiente:

"Cuando lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él. Jesús se volvió y les dijo: -Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegará un día en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, los vientres que no parieron, los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a las colinas: Sepultadnos. Porque si así tratan al árbol lozano, ¿qué no harán con el seco? Conducían con él a otros dos malhechores para ejecutarlos".

Realmente este encuentro de Jesús con su Madre no lo narra ningún evangelista, pero sí está presente en la tradición y de hecho constituye una estación del vía crucis. Aunque no lo encontramos expresamente en el evangelio, san Juan en sus escritos nos recuerda que hay muchas cosas del Señor que no se han escrito porque no cabían en esos libros.

Evocamos la imagen de María recordando el mar de Asturias (muy presente en mi vida); este mar es muy bravío y a veces se pone muy peligroso con las galernas que allí se producen. Algo así ocurrió a María: después de un tiempo en calma en Nazaret viendo cómo su hijo crecía en edad, estatura y gracia, se vuelve a hacer realidad la profecía de Simeón de que una espada le atravesaría el corazón; y qué espada y qué dolor sufriría la Virgen en este encuentro cara a cara con su Hijo, en el camino de dolor hacia el Calvario.

Van con Jesús otros dos malhechores, llevando cada uno su cruz. En las fiestas de Pascua se concentraban en Jerusalén casi medio millón de personas, mirando el bullicio formado alrededor de los que iban a crucificar. Una escena de dolor de Jesús entremezclada con una escena de amor que protagoniza su Madre, en medio del gentío bullicioso de Jerusalén que representa a nuestro mundo.

¡Qué se dirían Jesús y su Madre! Muchos dicen que posiblemente sólo una palabra: María al ver a Jesús le diría "Hijo", y Jesús al ver a María le diría "Madre".

La Virgen pensaría en ese momento en el salmo 44 en el que se recita "...eres el más bello de los hombres...", pero mirándolo bajo la cruz y ensangrentado llegaría a la conclusión que se refería a otra forma de belleza.

En la película "Pasión" de Mel Gibson, en la escena del encuentro de Jesús con su Madre en la vía dolorosa, viendo la mirada que se cruzan ambos, nos hacemos la idea de que eso es el verdadero amor. María le dice "Hijo", y Jesús le contesta "ves Madre como yo te decía que hago nuevas todas las cosas" (texto cogido del Apocalipsis).

El más bello de los hombres hace nuevas todas las cosas y quiere hacernos ver cómo en nuestra vida se pueden hacer nuevas todas las cosas.

El encuentro de Jesús con su Madre dura poco, pues enseguida la comitiva se pone en marcha. Dice un autor al respecto "eres muy cruel si no te entristece tan grande dolor".

Según nos dice este evangelio, Jesús se dirige a las mujeres que le acompañan "no lloréis por mí...", porque el Hijo de Dios es rechazado, despreciado...

Estas mujeres acompañantes de Jesús están demostrando un gran gesto de amor, al igual que Simón de Cirene y el mismo evangelista Juan, el discípulo amado, que estuvo con Jesús y María en el Calvario.

Nosotros también queremos consolar a María en su soledad pero no sólo cuando sale de procesión a la calle, sino a lo largo de nuestra vida: cuando nos vemos doblados por nuestra cruz, cuando estamos hundidos, cuando levantamos la mirada y le decimos "Madre".

Y la Madre nos lleva al Hijo que nos dirá "mirad que hago nuevas todas las cosas".

Jesús es capaz de hacernos nuevos: nos saca del pecado por la confesión; si le ponemos en nuestra vida es capaz de rehacer un matrimonio; de liberar a un enganchado al alcohol o a las drogas...

El Señor puede hacer nueva nuestra vida: sólo recordad las palabras del Apocalipsis y miradle, miradle en la custodia, que su mirada se encuentre con la nuestra.

Hay una canción que dice "yo sé bien lo que has sufrido, lo que estás pasando aunque no me lo digas...". Eso es lo que le ocurre al Señor, sabe de nuestros sufrimientos y quiere hacer nueva nuestra vida.

Que podamos ver en nuestro sufrimiento la mirada de amor del Señor que nos dice: "venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré".

Que Jesús aumente nuestra fe para que podamos encontrarnos con Él.

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