jueves, 7 de marzo de 2013

REFLEXIÓN 2º DÍA DEL QUINARIO (6-3-2013)

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La predicación de este segundo día del quinario corre a cargo del Director Espiritual de la Hermandad, D. Luis Delgado, por ausencia de sor Inmaculada.


El texto elegido para el día de hoy está tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4, 32-35):

“La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común. Con gran energía daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y eran muy estimados. Entre ellos no había indigentes, pues los que poseían campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo depositaban a los pies de los apóstoles. A cada uno se le repartía según su necesidad”.


Para la reflexión ante la imagen de la Señora de Loreto, don Luis toma como premisa la letra de una conocida sevillana que dice “para ser buen rociero primero hay que ser cristiano”, que aplicada a nuestra Hermandad sería: para ser buen lauretano primero hay que ser cristiano.

Y ante esto plantea la siguiente pregunta:

¿Qué es ser cristiano?

La respuesta está bien clara, ser cristiano es seguir a Jesús; ya sor Inmaculada dijo ayer algo sobre la vocación de seguir a Jesús.

En Antioquía fue donde por primera vez fueron llamados “cristianos” los seguidores de Jesús. En Jerusalén, la vida cristiana fue llamada al principio “camino”.

Y, como dice el gran teólogo de América latina, Leonardo Boff, el camino del seguidor de Jesús es “continuar hoy lo que Él inició un día, proseguir su obra, perseguir su causa, conseguir su plenitud”.

Cristiano es alguien que ha entendido aquello que dijo Jesús de “ven y sígueme”. Jesús pasó su vida llamando, primero a los doce, y luego a todos los demás, a nosotros mismos.


Pero, ¿qué significa seguir a Jesús?:

1º) Seguir a Jesús supone reconocerlo como el Señor. En el cántico que hemos recitado en el rezo de vísperas le hemos reconocido como Señor de la historia.

Nadie sigue a alguien que no le dé un motivo para seguirle.

El cristiano reconoce a Jesús como “camino, verdad y vida”.

Pedro le dice a Jesús: “tú tienes palabras de vida eterna, ¿a quién seguiremos?”.

Jesús es el “Kirios”, el Señor, palabra que sólo se refería a Dios y que los griegos la refieren también a Jesús.

2º) Seguir a Jesús supone aceptar su proyecto, el proyecto que el Padre le encomendó como misión, y que no es otro que formar una nueva familia donde el ser humano sea reconciliado con los hermanos y con Dios.

Los que aceptan el compromiso de este proyecto lo dejan todo y siguen a Jesús; no pueden hacerlo los que obran con espíritu individualista.

Muchos dicen que este proyecto o utopía es imposible, pero ¿es que Dios va a engañarnos?.

3º) Seguir a Jesús supone proseguir su estilo evangélico de vida: conocer y comprender lo que dice el Evangelio.

El evangelio nos plantea cómo vivió Jesús, sus ideas religiosas, sus conflictos con las autoridades religiosas de su época (fariseos escrupulosos cumplidores de la religión a rajatabla que fueron los que le llevaron a la cruz).


El ideal de vida lo dejó Jesús plasmado en las bienaventuranzas.

El compromiso con Jesús conlleva vivir su estilo evangélico, de no ser así, somos fariseos, “sepulcros blanqueados” (como los llamaba Jesús).

4º) Seguir a Jesús supone formar parte de la comunidad de los suyos. Jesús formó a un grupo en torno a sí, de 12 discípulos, al que se fueron uniendo hombres y mujeres que formaron una comunidad. En aquel tiempo fue un escándalo que también se unieran a su grupo las mujeres, y por este mal ejemplo también declararon que había que condenarlo a muerte.

Jesús predicaba un Dios que es comunión de personas. La fe cristiana es por tanto incorporarse a una comunidad de personas. Más tarde, el derecho eclesiástico llamará “parroquia” a la comunidad de un mismo entorno o territorio; que será presidida por un “párroco o cura”, con la misión de enseñar a la comunidad, convocar y hacer que convivan sus miembros, y presidir sus celebraciones.

Nosotros, si queremos seguir a Jesús sin vivir esta experiencia eclesial o comunitaria, vivimos engañados.

Hasta el siglo XVI, la jerarquía de la Iglesia excomulgaba al que no celebraba durante 3 domingos la eucaristía en su comunidad. Luego, estas normas de la antigüedad fueron degenerando, sobre todo durante el papado de León X.

Los que pertenecemos a una comunidad nos llamamos “Iglesia” o “asamblea”, porque somos gente convocada.

Rehuir la experiencia comunitaria de la fe es rehuir los compromisos cristianos.

5º) Seguir a Jesús supone vivir bajo la fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu convocó en Pentecostés a los cristianos a vivir entendiéndose y a impulsar el sentido eclesial de la vida sirviendo en la comunidad.

Para eso somos ungidos en el sacramento de la Confirmación. Sacramento que, según el derecho de la Iglesia, deben haber recibido todos los que vayan a ocupar un cargo público en la comunidad, o todos los que quieran casarse por la Iglesia; cosa que la juventud de hoy no conoce o no suele tener en cuenta.

La Confirmación, o sacramento por excelencia del Espíritu, nos capacita para ser constructores de comunidad y promotores del Reino que Jesús predicó.


Consideremos, pues, los puntos expuestos, en estos días cuaresmales en que la Iglesia, de forma especial, nos invita a seguir a Jesús.


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