jueves, 8 de diciembre de 2011

REFLEXIÓN EVANGÉLICA DEL 1º DÍA DEL TRIDUO

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Ofrecemos hoy a los hermanos que no hayan podido asistir, la reflexión evangélica del 1º día de Triduo a Ntra. Sra. de Loreto.

            En primer lugar, el predicador, el padre Alfonso, dedica unas sencillas palabras de agradecimiento a la Hermandad , por haberle invitado a compartir estos días de triduo en honor de María. María, a quien la liturgia pone en el corazón del Adviento, y quien es una magnífica ayuda para prepararnos a la Navidad.
Nos desea que Jesús nazca esta Navidad en nuestros corazones, en nuestras familias y en nuestra ciudad.
Y por último, se pone enteramente a nuestro servicio, durante estos días en la sede canónica de nuestra Hermandad, la Parroquia de San Pedro, y una vez terminado el triduo en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada.
La predicación de este día está basada en el relato evangélico correspondiente a Lc 1, 39-56, de la visitación de María a su prima santa Isabel.
La reflexión del predicador se centra en dos conceptos que debemos vivir en nuestros corazones para llevarlos a la práctica: la fe y la caridad.
            La fe de María: María queda desconcertada ante las palabras del ángel que le saluda diciéndole “llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Y se desconcierta aún más cuando, estando desposada con José, le anuncia que va a concebir por obra del Espíritu Santo y dará a luz un hijo, porque para Dios nada hay imposible. Ante esto, la fe le hace decir a María que ella es la esclava del Señor, la sierva de Israel.
María cree en la Palabra, y la Palabra se hace carne en su corazón, y nos entrega a Cristo hecho hombre.
Así la recibe su prima Isabel, cuando va a su casa a atenderla en su embarazo, saludándola con la alabanza de “dichosa tú que has creído”.
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el del ateísmo: unos no creen en Dios y otros viven como si no existiera. Por eso se habla del “puente de la Constitución” y no del “puente de la Inmaculada”. Por eso se piensa en viajar en este puente a la playa o a la montaña. Pero ¿cuántos dedican este puente a rezar o a celebrar un triduo?, ¿quién se prepara para la Navidad no con zambombas y borracheras sino convirtiéndose de corazón?
Nosotros tenemos fe, gracias a Dios y no tenemos una visión materialista de la vida. Y tenemos fe porque la hizo crecer nuestra educación cristiana, porque pertenecemos a una hermandad, porque somos creyentes y practicantes.
Por eso debemos pedir a Dios la coherencia de nuestra fe, que como decía Jesús de los fariseos “hagamos lo que dicen y no lo que hacen”. Coherencia en casa, de cara a nuestros esposos, hijos, nietos...., y coherencia ante los demás.
Y ante este regalo, este don o esta gracia de Dios que es la fe, también debemos pedirle que sepamos transmitirla con nuestra vida.
             La caridad de María se refleja en este texto evangélico, en el que, ante el anuncio del embarazo de su anciana prima que le hace el ángel, no duda en partir enseguida a ayudarle hasta el momento del parto, pues antes las mujeres daban a luz en casa jugándose la vida.
             Hoy en nuestro mundo hay muchísima gente que se muere de hambre. Y si Dios es nuestro Padre y todos somos hermanos formando una familia, es que la caridad está fallando.
Como María, debemos ofrecer en nuestra vida detalles de caridad para nuestros esposos, para nuestros hijos (aunque para con los hijos suelen salir los detalles solos), para todos los que nos rodean.
Vemos a cada paso numerosos desempleados, pobres vergonzantes, indigentes... y ante esta pobreza de nuestros días, también debemos tener detalles de caridad, sobre todo a través de las organizaciones que se dedican a ello.  
              Por último, el predicador nos transmite una llamada de ánimo, porque Dios nos llama a la santidad. Y le pide a la Virgen que llene nuestros corazones de fe y caridad para que así nos hagamos santos.


El Equipo de Formación.
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