jueves, 9 de septiembre de 2010

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 24º DEL TIEMPO ORDINARIO (12-9-2010)

.


El texto evangélico es de Lc 15, 1-32 y dice lo siguiente:

“En aquel tiempo todos los recaudadores y los pecadores se acercaban a escucharle, de modo que los fariseos y los letrados murmuraban: ---Éste recibe a pecadores y come con ellos. Él les contestó con la siguiente parábola:---Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo pues encontré la oveja perdida. Os digo que, de la misma manera, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca diligentemente hasta encontrarla? Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, porque encontré la moneda perdida. Os digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta. Añadió: ---Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes. A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo como un libertino. Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: ---A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. El hijo le dijo: ---Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: ---Enseguida, traed el mejor vestido y vestidlo; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. raed el ternero cebado y matadlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para informarse de lo que pasaba. Le contestó: ---Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él respondió a su padre: ---Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: ---Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.”

* Jesús compartía mesa con los últimos, con personas que eran consideradas pecadoras e impuras. Pero esto explica el posicionamiento de Jesús: Él es salvación  para todos, sin exclusiones, por eso invita a todos a dejarse abrazar por la misericordia de Dios, de un Dios Padre que es todo amor y nos espera con los brazos abiertos para recibirnos.

* Jesús acoge a los pecadores. Yo suelo tener prejuicios hacia algunas personas, me dejo llevar por las apariencias e incluso excluyo a personas según mis intereses personales. Jesús también está conmigo, que soy pecador; ha venido a salvarme.
Jesús se felicita cuando me convierto, cuando reconozco mis imperfecciones y me acerco a Él en el sacramento de la reconciliación. Jesús me espera con los brazos
abiertos para perdonarme y llenarme de su gracia. Sólo debo recapacitar mis faltas, acercarme a Él y pedirle perdón.

* Señor, para dejarnos muy claro que lo tuyo es perdonar y tener misericordia hasta extremos insospechados, nos dejaste esta maravillosa parábola del hijo pródigo. Tu eres mi padre misericordioso, lento a la ira y rico en perdón. Gracias , Señor. ¿Qué sería de mí si tú no fueras tan bueno conmigo?

* María, hoy en la festividad de tu Dulcísimo Nombre, te pido que no dejes de enseñarme a seguir a tu Hijo.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.



1 comentario:

J.ALFREDO C.P. dijo...

Aún recuerdo con gran cariño la gran homilía del Padre Juan Carlos Holguera este año en el Quinario Cuaresmal,su punto de vista sobre esta lectura fue distinto a todo lo que había oido antes sobre esta parábola,aún recuerdo alguna frase suya más o menos textual como "El hijo mayor, expresa el mismo sentimiento de lejanía y extrañeza que el pequeño, aún en su propia casa" "Cuántas veces Dios sale a nuestro encuentro, se rebaja a nosotros y nos pregunta qué nos pasa, y nos dice que a ver si volvemos a casa algún día".

Esperemos verlo muy pronto de nuevo por nuestra "Casa".